viernes, 21 de octubre de 2016



¿Se está devaluando el Premio Nobel de Literatura?

D.G

Cuando apenas ha transcurrido menos de una semana de haberse anunciado a Dylan como el ganador esta premiación le ha tocado navegar a medio camino entre el mal chiste de factura circense y lo que es un total desagrado. Transcurridos estos primeros siete días, el mundo literario como si fuera una maquinaria de un tren a vapor empezó con un lento arranque inicial, con puntuales pero muy comedidas críticas pero marcando cierto distanciamiento al conflicto, pero éste ha ido ganando velocidad, hasta llegar no sólo a cuestionarlo, sino a confrontar la naturaleza del galardón, al que se evalúa como un desacierto, como un capítulo oscuro en la historia de los Nobel, que sin duda pasará con más pena que gloria –lo que es un exhorto a la Academia Sueca para que evite, a futuro, una nueva devaluación de su presea-, a apropósito de esta afirmación el escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura , dijo que Bob Dylan puede ser  un extraordinario cantante, pero no es  buen escritor.



Pero a los entendidos de la literatura esta premiación errática no les cayó de sorpresa, ya se había diferido el anuncio del ganador por poco más de una semana de la acostumbrada fecha  del anuncio protocolar, para ellos en esa semana de dilación sirvió para cocinarle el Nobel a Bob Dylan, algo de última hora, la mayoría  juzga que fue una salida fácil para no otorgárselo a quien en realidad se lo merecía este año, al novelista norteamericano Philip Roth, quien ha estado prevenido al bate - es decir esperando turno- por varios años consecutivos, además encabezando la lista de favoritos.





LITERATURA NO COMPLACIENTE

El silencio abre espacio a las conjeturas, y el mutis se cierne alrededor de la figura literaria de Roth, y en el caso de la Academia sueca, da a entender lo que para muchos siempre ha sido una sospecha, Phillip  Roht es un gran novelista –de lo que no hay duda- pero al parecer es un autor muy incómodo para premiar, por sus posturas anti estabilishment, la ironía con que trata el mito del sueño americano, su irreverencia ante el culto a la sociedad de masas, y su amplia escala de valores frívolos. No cree en las formulas para la vida feliz, que es lo que según Roth domina al mundo en estos momentos, como ese anhelo único. Una vida que la única libertad que te da es la de elegir: “Todo el mundo padece un trauma de adaptación, porque llevan una existencia privada de libertad”.

Según la opinión de algunas voces calificadas que año tras año vienen analizando los Nobel de Literatura, así como los entretelones de cada premiación, y el average de sus candidatos, concluyen que la Academia se distanció definitivamente de otorgarle el Nobel a Phillip Roth, por considerarlo un acto de provocación y de suma incomodidad, quienes al parecer ante la evidente realidad de premiarlo, prefirieron hacerse los suecos –cuestión que al parecer no les cuesta mayor trabajo-, y sacaron de la chistera del mago el nombre de Dylan. Algo que ha llamado la atención es que al parecer casi ninguno de los del comité de premiación, incluso su secretaria, Sara Danius, conocía la obra musical de Dylan a profundidad, la misma Danius confesó a la prensa que a lo sumo había escuchado un par de canciones del cantautor en toda su vida, lo que ya es mucho decir, ¿qué restaría para el resto del jurado?



UN MAR DE CONTRADICCIONES

La estampa del rebelde sin causa que encarnó la generación  Beatnik, o generación Beat, –sobre cuyo performance la Academia Sueca le otorga el Nobel- no tuvo en  Dylan, su mejor ni más grande exponente como poeta, tuvo otros como Alan Ginsberg, Jack Kerouac y hasta el mismísimo Willian Burroughs,  todos, cultivadores de esa literatura underground hecha por y para jóvenes irreverentes que usaban jeans las 24 horas y nunca iban a la barbería, ninguno de ellos jamás fue mencionado para un Nobel, entonces quedamos que sobre la literatura Beat, no recae eso que dijeron para justificar el premio de Dylan, por su nueva forma de narrativa para decir o narrar las cosas, simplemente porque otros ya habían inventado esa forma de decirlas y con mayor riqueza y propiedad literaria.

Salvo algunos defensores, para todos ha sido un acto hiperbólico, pantagruélicamente exagerado en el que incurrió la Academia Sueca al darle un posición de exagerada relevancia al canta-autor,  un premio que ha dejado sabor  tan simple como el de una ostia, sin dejar nada que saborear.

Bob dylan hasta ahora ha guardado silencio sobre la premiación recibida, algunos especulan que incluso pudiera rechazar la presea del Nobel en un acto de soberana honestidad. El único laureado que ha rechazado públicamente –a través de una carta- recibir el Nobel, fue el filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre-. Un hecho indudable es que a estas alturas de los tiempos Dylan es un cantautor muy poco radiado, cuyas canciones, no se corean con la misma permanencia como la de los Beatles –por citar un grupo musical legendario que también fue pionero en eso de inaugurar una nueva narrativa musical-.



LOS LIBROS DE PHILLIP ROTH

Son muchos los epítomes con que se reviste a Phillip Roth el escritor, y su obra, la sensación de tierra baldía con que impregna su narrativa –desolación palpable-, otras veces muy brusco, pero eminentemente feroz. La obra de Roth no es para nada apacible, es una narrativa intrincada que fácilmente conduce al lector a ese estado de desasosiego de la existencia.

Roth salta a la palestra literaria con su novela Adiós Columbus,(1959), bien recibida por la crítica, pero con una alta dosis de polémica, obra con la que ganó el National Book Award de 1960. Nueve años después Roth vuelve a ser punto de una polémica virulenta con El lamento de Portnoy (1969) Pero su narrativa tuvo que esperar treinta y siete años después para lograr su definitiva consagración al serle concedido el prestigioso premio Pulitzer con una de sus más importantes novelas: “Pastoral Americana”, donde vuelve a poner en tela de juicio los valores de la sociedad norteamericana, desenmascarando la ilusión de que todos pudieran vivir todos los días un feliz día de acción de gracias, con la contradicción que significó la guerra de Vietnam como telón de fondo. En 1988 recibió la Medalla de Oro de Ficción, concedida anteriormente a los escritores John Dos Passos, William Faulkner y Saul Bellow.

Phillip Roth es el último de los mohicanos, el último representante de una estirpe de escritores, de la llamada literatura dura, de hombres que se hacían a partir de cero, que pulso a pulso fue creando la gran narrativa moderna norteamericana. Su tema es el hombre frente a la sociedad que pese a su complejidad no lo descifra, todo lo contrario lo envanece, sea la gran depresión, la segunda guerra mundial, la guerra de Vietnam, el culto al dinero, el reconocimiento y la fama, en fin el recetario del sueño americano, y lo que habita al otro lado, las miserias humanas, los padecimientos de la gente, sus ansiedades por la existencia y sus penurias, esa parte de la vida que muchas obras literarias tienden a invisibilizar.  Mientras que Dylan, es un viejo caballo que difícilmente arranque a trotar, pastea apaciblemente en los establos del sistema, donde al parecer ni siquiera recibir el Nobel logra sacarlo de su apaciguada zona de confort.