viernes, 31 de marzo de 2017



SALTO

El amor saltó de la palabra y se hizo piel, saltó del tiempo y se convirtió en ese bufón que hace malabares con las agujas inmóviles del reloj de la eternidad. Saltó de sus ojos y se hizo etéreo, un soplo de voz arrastrado por el viento, como un dios está en todas partes, otras veces en ninguna. D.G

jueves, 30 de marzo de 2017


Libros clásicos vs libros basura

Nunca será de extrañar que para cierta clase intelectual, y una muy privilegiada casta de eruditos, el mercado literario en las últimas décadas haya estado siendo invadido por libros-basura. Así como en el ámbito alimenticio existe la comida chatarra, el mismo criterio aplica para los libros, hay libros chatarra, textos desechables que no cumplen un cometido de conversión en el saber de sus lectores.   

Un libro que se extravía en la anti-memoria urbana, que se pierde en las vías por donde transita la sociedad de la información, de seguro es un libro efímero, y  por lo tanto incompleto y como tal tiene muy  buen destino el que desaparezca de una vez y para siempre, porque su único destino es multiplicar la ilusión errática de los analfabetas funcionales
Un libro que permanece vigente sin que le afecte el paso de un debut en el mercado, es lo que llamaríamos un clásico, ese que logra trascender las fronteras del tiempo –que ya es un reto difícil- y la de la conciencia de sus  lectores –que compromete algo mucho más titanico- salvo que se trate de la Biblia, libro, o suma de libros, que según la creencia judeo-cristiana fue escrito, o dictado, por el Espíritu Santo.


Sin embargo, más allá de este libro con características muy significativas, y que en alguna medida cifra el espacio y el tiempo de una civilización, tenemos otros libros que a pesar del paso de los siglos siguen siendo una referencia del saber, y además mantienen una validez absoluta, sin que parezca caducar nunca el contenido de sus páginas.

Estos libros clásicos el profesor Harold Bloom, los llama los libros excepcionalmente iluminados, algunos de ellos no son un solo libro, sino un conjunto de obras de un mismo autor; según Bloom esta valoración responde a tres condiciones específicas que debe reunirse en un libro: Esplendor estético, fuerza intelectual y sabiduría. Los autores de estas obras seleccionadas por Bloom–enumerar cada obra una a una, sería un oficio largo y tedioso-  son: “Montaigne,  Bacon,  el Dr. Johnson,  Goethe,  Emerson,  Nietzsche,  Freud y Proust. Además los libros hebreos: Job y el Eclesiastés; los griegos: Platón y Homero; y los de sabiduría cristiana de Santo Tomás y San Agustín.


Bloom observa un detalle que no sólo existe el libro ideal, que como hemos visto son muchos, sino que también existe un lector ideal, para él ese lector único sólo puede ser dios, idea que toma de San Agustín, el inventor de la Ciudad de Dios. 

Michael Onfray: Vivir desde el saber libertario


Hay varios filósofos que no sólo están de moda, sino que han puesto en la palestra pública a la filosofía y son intensamente mediáticos, casi un fenómeno de masas, quizás este sea el caso del francés Michael Onfray, cuya obra se esparce vertiginosamente por las redes, por las librerías enlazadas en el mercado globalizador, y los videos de sus conferencias son vistos miles de veces al día por Youtube. 

Su filosofía libertaria, que en momentos suena a anti-filosofía, exquisita en lo que elabora su inquietud un tanto nihilista, por así decirlo, le ha valido esa creciente popularidad. Pero Onfray también es seguido por los lectores de la obra de Michael Foulcault, una de sus mayores influencias. En Onfray descubrimos no a un  repetidor de las tesis y planteamientos de Foulcault, sino a un promotor preocupado por llevar el derivado de su relación con el pensamiento del filósofo y teórico social francés a niveles cada vez más amplios de difusión.

Es fácil asimilar su estilo iconoclasta, y seguir sus propuestas irreverentes mientras describe la ruta de cómo aproximarnos a redescubrir ese reservorio para la existencia que es la filosofía antigua, obviando las fórmulas predecibles de un estatus académico que siempre ha apostado por ejercer una especie de secuestro de lo filosófico confinándolo a un saber teorético exclusivo de los claustros universitarios.

Si hay una idea cercana para definir a Onfray es la de un “nietzscheano iconoclasta”. Con un doctorado en filosofía, y más de una treintena de libros publicados, Onfray es hoy por hoy uno de los ensayistas más leídos en Francia y toda Europa.

Seguidor de Pierre Hadot, estudioso y reivindicador de ese otro pensador francés que fue George Palante, a quien por años lo condenaron al ostracismo, por sus posturas ideológicas incómodas, partidario de Deleuze, de Roger Callois, de Bataille y Gualtier, Michael Onfray se define como un heredero de las ideas político libertarias, sobre todo las de Gustave Blanqui, y se considera a sí mismo como un materialista hedonista.

Dice que la única tarea de la filosofía en la actualidad es elaborar respuestas a las interrogantes del hombre ante la vida: ¿cómo fabricar una subjetividad  post-moderna? ¿Qué ética? ¿Qué valores? ¿Qué moral? ¿Qué intersubjetividad? ¿Cómo superar el cristianismo y volver a situar al cuerpo en el centro de toda intersubjetividad? 
Casi todos sus libros han sido punto de polémica, en uno de ellos “Teoría del cuerpo enamorado”, apuesta por un libertinaje anti-cristiano inspirado en la filosofía de Friedrich Nietzsche, y con ello reivindica la pedagogía libertaria.


Es seguidor del modelo de la Universidad Popular creada en Francia en el siglo XIX , inspirada en clases libres donde en su opinión se conserva lo mejor de concepción de la universidad por la calidad de los contenidos transmitidos, y donde la inclusión está abierta a todo público que desee participar sin títulos que presentar ni otro requisito de ingreso, a dónde la gente acude únicamente por el afán de saber, porque es lo único que obtendrán ya que no se otorga ninguna comprobación de los estudios realizados. 

Onfray niega que el saber deba formar parte de la reproducción del sistema social, sino que sea del ejercicio del saber que nazca el cuestionamiento, la iluminación de todo, en lo que pareciera encontrar raíces con otro francés del siglo XVI que fue Etienne de La Boetie, autor del célebre panfleto contra La servidumbre voluntaria, y en las influencias de Henry Thoureau pensador anarco-iconoclasta, promotor de la desobediencia civil, quien postuló que la libertad y la búsqueda de la verdad individual eran el objeto ideal de la realización personal.

miércoles, 29 de marzo de 2017


LA PUERTA



Abrió la puerta, sólo para volverla a cerrar. Detrás de esa hoja se apagaron sus pasos y el eco murmurado de su voz. Después no quedó nada, sólo una puerta cerrada entre dos abismos sobre los que vuelan los pájaros y se van. D.G



miércoles, 8 de marzo de 2017



INGREDIENTES QUE FALTAN

A decir de Saúl Bellow: Esta sociedad con sus titánicos productos nos condiciona pero puede desnaturalizarnos totalmente. Obliga a esconderse  a determinados elementos del genio  de nuestra especie. En Norteamérica, tales elementos ocultos adquieren formas secretas, curiosamente personales. Unas adquieren formas secretas curiosamente  personales. Unas veces corrompen a la gente, otras las impulsan a actuar con sorprendente generosidad. En conjunto, no se los encuentra en lo que denominamos nuestra Cultura.
No están en la calle, en la tienda, en el cine. Son los ingredientes que faltan.




El mayor peligro ya lo advertía Dostoeivski en, los hermanos Karamazov es el hormiguero universal (la aldea global). D.H. Lawrence consideraba que la gente corriente de nuestras ciudades se asemeja a la gran población de esclavos de los imperios antiguos. Joyce estaba convencido al parecer de que lo que le acontecía al hombre de la calle, su vida exterior, no era lo bastante interesante para narrarlo. En su prefacio a “Solitaria”, del filósofo ruso Rozanov, James Stephens afirmaba que el novelista se esfuerza en mantener vivos artificialmente  sentimientos y estados de ánimos extintos en el mundo moderno, dando a entender que no hacemos sino halagar a los enanos revistiéndolos con las pasiones de los gigantes.