viernes, 30 de marzo de 2018


Prometeo y la historia de un hombre solo

Censura quien ve en la verdad una amenaza para su poder. Censurar no sólo es silenciar voces, es ocultar, apagar luces. Toda censura presupone un oscurantismo, una larga noche para el conocimiento y comprensión del ser humano.

Aquellos que invocan con una ideología política, religiosa o mesiánica el cierre definitivo y una única validación de la historia como escenario que justifique la prevalencia de su dogma. Los regímenes totalitarios se caracterizan por impones doctrinas basadas en el determinismo histórico, donde el ser humano es visto como objeto y no como sujeto histórico, sino como simple mediador en el proceso de la lucha de clases, como lo considera esa mitología sociológica que es el marxismo. Donde el hombre no tendrá otro protagonismo, ni ninguna otra trascendencia que servir de instrumento a la lucha de clases, a decir de Marx esa es la lucha esencial de la humanidad, hasta lograr el establecimiento del comunismo.



PROMETEO ENCADENADO
Uno de los primeros actos de censura de la historia, nos viene de la mitología griega, con la historia del castigo de Prometeo, quien por robar el fuego de los dioses para los hombres, fue condenado a ser atado con cadenas a una montaña, donde cada día un Águila le devora su hígado, el que siendo el Titán inmortal, se le regenera una y otra vez, suplicio que deberá soportar el célebre cronidas hasta la eternidad. El fuego de Prometeo, fue luz, vida y entendimiento para los hombres, por eso lo condenan.
Celosos de la difusión del conocimiento y se conozca la verdad, los regímenes totalitarios, al igual que los antiguos dioses griegos, condenan a cualquier portador de ese fuego que ilumina conciencias, la censura es lo que prevalece sobre todo.

De la censura y el poder que la reviste, de la disidencia como forma de pensamiento del anti-poder, nos habla la literatura del escritor chino Gao Xingjian (Premio Nobel de Literatura). Una radiografía a los años de la China republicana, la efervescencia del “Salto Adelante” de Mao Tse Tung, que liquidó millones de vidas en un inútil esfuerzo económico guiado por el fanatismo y la opresión. Y  el tiempo en que se instauró la crueldad como terrorismo de Estado con la política violenta de la “Revolución Cultural”.

¿PARA QUIÉN SE ESCRIBE?
¿Para quién se escribe. Quién se supone se asome detrás de las palabras? En esa línea de la vida, todo lector es un cómplice de ese vórtice de soledad en que el escritor crea como un demiurgo inconforme su mundo de palabras porque es a lo único que alcanza. Para él cada frase es un anzuelo que lanza a ver qué tanto de realidad logra pescar.

Por eso todo escritor es un dios solitario, igual que el original, aquel que inconforme con la naturaleza literal de la palabra un día decidió hacerla carne y darle vida a todas las metáforas de su memoria creando la vida, como la segunda naturaleza del amor, al que tampoco le basta habitar palabras y requiere de un cuerpo para trascender las trampas del verbo, aunque los románticos en algún momento optaron por  declarar lo contrario.

De forma ahorrativa, el filósofo rumano Emil Cioran cifró el amor como el encuentro entre dos soledades, concepto que creemos más aplicable a lo que es la lectura: Leer es el encuentro entre la soledad memorial de un libro y el lector, que abre un universo de posibilidades que se nos presenta en cada lectura. Cuando abrimos un libro nada de lo que precedió en su escritura nos es ajeno, sus desasosiegos e incertidumbres, aún su verdadera esencia que siempre se escurre en las silenciosas jornadas de su creación.

PALABRAS Y SECRETOS
Pero hay otro tipo de escritores, los que creen que las palabras solo pueden arroparlos a ellos y a  sus secretas motivaciones, y a nadie más, son los que dicen que escriben para ellos mismos como el caso del escritor chino Gao Xingjian –Premio Nobel literatura-: “Has escrito este libro para ti, un libro sobre la huida, el libro de un hombre solo. Eres a la vez tu Señor y tu apóstol, no te sacrificas por los demás y no pides que nadie se sacrifique por ti, no puede ser más justo. Todo el mundo  desea la felicidad ¿por qué sólo habría de pertenecerte a ti? De hecho la felicidad es bastante rara en este mundo”.



Los libros para uno mismo son aquellos que te hablan con su historia, aquellos donde nos  podemos encontrar con nosotros, con el otro que fuimos, algo de lo queremos ser, o incluso los espejismos de lo que a veces perseguimos ser pero jamás alcanzamos. Un libro siempre abre un espacio lo haya escrito algún desconocido cien años antes, porque vamos cada uno con su propia mano buscándonos y encontrándonos detrás de las palabras.

Aún cuando esa historia que leemos no nos toque eso que somos, nos descubre la experiencia de la otredad, de vernos en el otro, de vivir transitoriamente su experiencia. Eso nos pasa con los libros de Xingjian, nos conduce a una tierra de destinos innumerables, aunque todos discurrieran finalmente hacia lo mismo, el peso de un Estado Comunista, totalitario, cuyo principal objetivo es despersonalizar al sujeto. Una manera de uniformar a todos los miembros de una sociedad, con el mismo rostro y un rótulo de identidad con un número y un expediente político abierto por el solo hecho de pensar, y solo debe esperarse que te equivoques y pienses las cosas desde el lado equivocado, una posibilidad de culpa que se balancea en el aire, amenazante sobre su cuello como la espada de Damocles, sin saber con qué detalle, con cual  mirada del descuido, que frase impertinente pudiera condenarlo al silencio para siempre.

EL LIBRO DE UN HOMBRE SOLO
Más que del hombre, la novela “El libro de un hombre solo”, nos remite a su quehacer de conciencia en su lucha con un poder que vigila, domina y controla todos los aspectos de su vida,  desde su forma de caminar hasta las veces que suele ir al baño diariamente, si sonría ante ciertos eventos o permanece indiferente, su manera de vestir, e incluso los lugares que visita, las conversaciones que tiene y los recuerdos, si estás obligado a borrar y deshacerte de tus recuerdos de antes de la revolución, porque por tus recuerdos también puedes ser condenado.

El régimen comunista chino, como cualquier otro en el mundo, gira en torno a la conciencia de la gente, cualquier anomalía fuera del orden de la conducta revolucionaria es corregida de inmediato, mediante tratamientos disciplinarios o la muerte. Como resaltantes hashtags, de este lectura encontramos: reeducación para el trabajo, reeducación ideológica, confiscación de la conciencia, vigilancia del pensamiento, enemigo público, historia personal (expediente político) donde ceder significa una sola cosa: entregar la conciencia. 



De ahí quizás provengan esos rostros impávidos, sin expresión cierta, miradas ausentes, como de quienes están adentro, pero muy adentro de su interior: Una realidad tan cruenta y hostil ante la que muchos optan por vivir adentro en sus propios sueños, y nos dejan solo trozos de ellos a su paso por la realidad, porque prefieren que los ignoremos también, porque puede ser la diferencia entre vivir y morir.
Como una especie de paneo autobiográfico, "El libro de un hombre solo", nos refiere estampas de la infancia, recuerdos familiares, la vida de un adolescente en pleno fervor de la Revolución Roja, el hacerse hombre con conciencia pero sin rostro, donde el drama, el amor y el erotismo, no dejan de estar presentes en un balance de vida marcado por la censura y la represión.

“La vida humana es una red que querrías deshacer, nudo tras nudo, pero al final sólo consigues una madeja de hilos enredados y eres incapaz de desenredar esas cuentas caóticas que la vida representa”.

#gaoxingjian #totalitarismo #comunismo #chinaroja #mao #conciencia #disidente #revolucióncultural #saltaadelante "censura #prometeo #luz #libertad