martes, 29 de marzo de 2016



¿Pensar en mañana o en el mañana de mañana?
Más que pensar y preocupase por el futuro que tendrá la humanidad en este próximo milenio –destino que de forma invariable a todos eventualmente nos involucra- sería mucho más congruente, lógico, fiel y pertinente a nuestra realidad, pensar en nuestro mañana inmediato.
Prosoche llamaron los griegos a la necesidad de atención al momento presente y uno de los cinco consejos o reglas básicas que ellos postularon debía seguir todo hombre para convertirse en un sujeto lúcido y trascendental, la Prosoche establece que el individuo piense centrado en “el aquí y el ahora”, no anclado al ayer, ni preso de las ilusiones del mañana.
La paradoja surgió hace 16 años con la imperativa emocional que supuso la llegada del nuevo milenio y que todavía no ha cesado, desde entonces se viene trajinando sobre cómo controlar el mundo que tendremos en el futuro, qué tipo de país construiremos, qué perfil de sociedad tendremos, y cómo podemos planearlo o echar sus bases desde ahora. Todo eso en cierta medida suena a palabra hueca, y refleja una suma de gestos inútiles, como esos congresos o coloquios internacionales tan arraigados por la ficción –tipo Pacto Andino y Países No Alineados- donde se habla mucho, se firman unos acuerdos y nunca se concreta absolutamente nada, organizaciones que se reúnen una sola vez al año para decir que existen y después vuelven a desaparecer por los siguientes 365 días.

Las únicas materias que seriamente podemos ir embargando al futuro son de las que menos nos ocupamos o con mayor incertidumbre le damos cumplimiento, son las referidas a. Recursos naturales, Ecología y media ambiente y fuentes de energía y la contaminación.
En cuanto a los otros aspectos de la vida social, todo sería un largo y estéril ejercicio de elucubración: Si en el remoto año 999 –como afirmó el escritor Premio Nobel José Saramago-, en cualquier lugar de Europa, los pocos sabios y los muchos teólogos  que entonces existían se hubieses puesto a tratar de adivinar cómo sería el mundo pasados mil años, me da que se habrían equivocado del todo.

Si en su momento nuestros libertadores se hubieran reunido para planificar cómo sería la Venezuela del futuro, hoy supiéramos de sobra que fue otro gesto perdido, porque ninguno en ese momento habría imaginado que nuestro futuro sería el de una Venezuela –vergonzosamente convertida en un satélite cubanizado- entregada políticamente a la influencia un par de dictadorzuelos caribeños, Fidel y Raúl, estandartes de un sistema sumido en el ostracismo más absoluto que nada tenía para enseñarle a Venezuela, salvo el camino fangoso que la retornaría a los días de la barbarie como en efecto hemos hecho.

sábado, 26 de marzo de 2016


La Premio Nobel Dorais Lessing: más allá de sus cartas “putas” (Parte 2)


Las cartas “putas” de Doris Lessing (Premio Nobel 2007) a uno de sus ex amantes, no sólo han mostrado las apetencias que solía reclamar su cuerpo y la desbordada sensualidad que le imprimía a los actos más temerarios de su vida, sino la gran distancia que siempre quiso interponer entre su vida y la influencia gravitante de sus padres, la que se convertiría en una de las condicionantes que la acompañaría hasta el día de su muerte.
El drama de Lessing con sus padres –y que servirá de base a su futura literatura-comienza cuando estos se mudan de Persia (actual Irán), donde su padre Alfred Tayler, prestaba servicios como Capitán del ejército británico –y donde la familia tuvo oportunidad de compartir roles de clase social con un nutrido grupo de amistades-. Caso contrario resultó su mudanza a Rodhesia del Sur, en África colonial, país donde su padre compró una granja atraído por las promesas de un rápido y próspero desarrollo que nunca llegó. Año tras año Doris observó un mundo familiar en declive, unas trajes de gala nocturnos que nutrían los guardarropas y que nunca tuvieron oportunidad de usar, alejados como estaban de las candilejas de las ciudades, y convertidos en conformistas granjeros, su padre un estirado, ex militar, cuya mayor gloria era haber luchado en la primera guerra mundial, quien siempre mostraba un estilo muy afectado y marcial, que Doris siempre consideró fuera de contexto y su madre, Emily –una ex enfermera que conoció a su padre durante su convalecencia-,  aún circunscrita a sussueños y  apetencias por un lejano mundo “eduardiano” apegado a las artes y la moda, del que estaba cada vez más distante –prejuiciada por sus tardías influencias post-victorianas-, quiso llenar su hogar de efímeras pretensiones aristocráticas que en realidad jamás tuvo a su alrededor. Frustrada por la incompatibilidad de su ideal con el mundo real que la rodeaba, la madre de Doris se refugió en un carácter severo, controlador y mudo emocionalmente.


La primera literatura de Doris Lessing reflejará la contradicción de estos mundos ambivalentes que giraban en torno a ella; donde lo emocional y lo lineal tendrán  una determinada preponderancia. Más adelante cuando su narrativa comience su proceso de madurez –tiempo para que el que estuvo que alejarse de todo lo que le limitaba existencialmente, para abordar el encuentro consigo misma: familia, matrimonio, obligaciones, lo que la llevó a entregar sus tres hijos al cuidado de sus familiares, cada uno en su momento.
Pero la búsqueda interior de Doris estaba en la libertad, cifrada por ella en la frecuencia de sus amantes, su apego a la vida nocturna y el alcohol, y en su tiempo libre escribía, escribía mucho, que es con lo que va impulsando su ruptura interior, un rompimiento con la historicidad familiar que la precedía. Y ahí da comienzo a su experimento literario que inicia a partir de recoger las aristas de su yo que quedan regadas en cada plano del tiempo existencial; planos que en momento se convergen y en otros se dispersan y separan, pero siempre  tratando de aglutinarse como un polvo de estrellas en un sólo y único tiempo, razón por lo que muchos críticos llegaron a catalogar su literatura como postmoderna.
Doris Lessing, considerada una escritora feminista, profundiza su literatura en la preocupación sobre el anclaje de la mujer dentro de las cuatro paredes del hogar, para ellas anhelaba lo mismo que para sí: la redención y la libertad de elegir. De allí que sus libros guarden esa estrecha cercanía con las reivindicaciones que reclamaban los movimientos feministas, lo que hizo que muchas de las mujeres de todos los puntos del orbe identificaran su obra como bandera de sus luchas, lo que la llevaría a ser definida como una escritora feminista.


 Lessing nunca cesó en su labor, más por convencimiento que por escribir una literatura comprometida, lo de ella era la libertad, hasta bien entrada en su madurez como escritora que comenzó a desmarcarse de las feministas por considerar que habían perdido el norte de sus luchas, en cierta medida por haber pasado a ser grupos dominados por lesbianas, y en respuesta a ello dijo que siempre en su vida estuvo más interesada por las increíbles posibilidades de la vagina que por el placer secundario e inferior del clítoris. “Si me hubieran contado que los orgasmos de vagina y de clítoris se convertirían entre sí en enemigos ideológicos al cabo de unas décadas habría pensado que era un chiste”.
En Lessing nada escapa de su relación sujeto-mundo, todo lo feo, desagradable, odioso, y el asco insoportable pasa por el tamiz de su memoria analítica, sino lo fija en las novela, lo postea en una carta o lo conceptualiza como inmanentes personajes que estarán en su mente, prestos para que en algún momento ella se aboque a escribir sobre ellos: nada escapa de su percepción crítica: “Fría peste sofocante y metálica…la de los piojos en un tren ruso”, escribe en una de sus cartas. Doris Lessing no es una escritora de poseía, es una mujer de letras que cincela la historia con sus yos personificados en las páginas que escribe, sus textos hacen honor a aquella máxima de Oscar Wilde: ”Toda época que produce poesía es una época artificial”.


Por eso su escritura no mejora nada de la realidad, todo lo contrario la muestra tan cruda y cruenta, tal como es, su papel es denudarla de un todo, dejando que los seres humanos se hundan en las hondonadas de sus emociones. Como su padre quien se pasó los últimos 15 años de su vida atado a una botella y a sus recuerdos de combatiente de la Primera Guerra Mundial, en la que perdió una pierna. Cuando murió Doris dijo que no debieron colocarle en el acta de defunción fallo cardiaco, debieron “escribir en su lugar Primera Guerra Mundial”.
Denunciar los efectos  de la manipulación y consumo de la sociedad de masas sobre los seres humanos, el hombre engranaje de la gran maquinaria social que lo aliena y lo sujeta como una mercancía no son los temas de Lessing. Sus temas son las historias individuales, el drama de cada quien como una suma de la diversidad de la desgracia. A los otros los que creen y compran recetas para ser felices, los enajenados los deja en paz con su mundo de evocaciones.
“Toda acción es necesaria y cualquier cosa que sea necesaria tiene que ver con la naturaleza humana y no con la mente humana”, dijo Gertrude Stein, en este sentido la voz de Doris Lessing es la de un Proust histérico que circunda alrededor de un yo en presente continuo, sin establecer categorías sociales, sólo se remite a describirlas y transpolar cada una en la diversidad de sus planos temporales de su narrativa.
Una de las preguntas que acompañó a Doris Lessing los años de su madurez fue cómo ella y otras personas inteligentes, con preocupaciones sociales, amantes de la paz se prestaron para ser instrumentos del Partido Comunista, romper con la URSS estalinista y seguir teniendo fe en esa “religión” que profetiza el advenimiento de la revolución mundial. “El Comunismo […] engendra falsedad, que hace que la gente mienta y distorsione las cosas, que impone el engaño en las personas”.


viernes, 25 de marzo de 2016

 
A propósito de las cartas "putas" de la escritora Doris Lessing (Parte I)



Cuando la escritora británica Doris Lessing ganó el premio nobel de literatura en el año 2007, enseguida compré dos de sus novelas, era viernes y sus libros comenzaban a tapizar las vidrieras de las librerías.
La idea era sumergirme durante el fin de semana en el mundo de la recién laureada Lessing, autora de la que todo el mundo hablaba por esos días con todo el acento que otorga la novedad –aunque muchos sólo se remitiesen únicamente a repetir lo publicado por la prensa porque en realidad casi nadie la había leído-, ese era el plan de aquél fin de semana. Lo primero que me sorprendió fue su prosa poco repulimentada y tosca, que mostraba un lenguaje que cartesianamente estaba bien escrito, pero que adolecía de una mayor elaboración estética como la que uno espera escriba un galardona por el Premio Nobel.
Los títulos entonces comprados fueron: “Un hombre y dos mujeres” (escrita en 1972), y “Diario de una buena vecina” (escrita en 1983). Al primero lo soporté hasta leer aproximadamente el 30% de sus páginas, en las que encontré párrafos tupidos con una notable carga de resentimiento, emociones encontradas, y la permanencia de su estilo áspero, esto último terminé por  adjudicárselo a una deficiente traducción. Pero con la segunda novela la experiencia no cambió un ápice creo que esta la deseché antes de llegar a la página 20 de unas 270 en total.  Entonces decidí buscar por internet un tercer título, en ingles y logré descargar: Briefing for a Descent into Hell, si bien percibí una notable mejoría, por sobretodo acortar las distancias del lenguaje entre la autora y mi lectura, en líneas generales lo que tenía ante mí era una novela que hubiera estado extraordinariamente escrita si su autora hubiese sido una inteligente y culta ama de casa, pero que resultaba muy a medio camino si se trataba –como era el caso- de una brillante escritora que se empeñaba en narrar de manera un tanto pueril con toda la acentuación propia de una ama de casa que intenta hacer buena literatura.
Ese día no sólo mandé al carajo a la Academia sueca con toda la parafernalia de su Nobel, y asumí que a Lessing le habían dado el premio por su pasado comunista, y por–en algún momento- haber simbolizado cierta inspiración y una voz literaria a la bandera feminista. Las dos novelas de Lessing fueron directo a la basura antes de finalizar el día domingo. Jamás leo por obligación, lo hago como un ejercicio de felicidad. Tampoco incurro en el acto hipócrita de regalar un libro que haya desestimado leer, considero que a nadie, por aquello de que toda persona merece respeto, se le debe obsequiar un mal libro,porque es un acto que violenta una intimidad.
A partir de entonces Lessing se convirtió en un eco lejano en mi horizonte literario, una nota leída de pasada en un periódico en el año 2013 me dio cuenta de su muerte a los 94 años,  siguió su ausencia, hasta que hace pocos días vi su nombre resurgir de nuevo, el cual parecía haber dejado de habitar la imperturbable lápida de su tumba para venir a pavonearse entre las llamaradas de esa hoguera de vanidades que continuamente alimentan los medios de comunicación. Lessing volvió a ser noticia al publicarse en contenido de unas cartas íntimas que intercambió con un ex amante casi una década.
Es así como tres años después de su muerte me encontraba con la obra de Doris Lessing
 emergiendo con la investidura de la noticia con la publicación de esas sus cartas “putas de las que leí algunos de sus fragmentos más virales reseñados por la prensa y, a propósito de ello, me ocupé en leer un comentario del  primer volumen de su autobiografía  -publicada bajo el título: ¿Dentro de mí?-, escrito por el también Premio Nobel J.M. Coetzee.
La suma de las epístolas amorosas de Doris Lessing –escritas a lo largo de la década de los años 40 para su amante Leonard Smith- bien pudiera titularse como cartas “putas” para unos, bizarras, para otros, o ruines para los menos, nos hablan abiertamente de las verdaderas motivaciones y inclinaciones de la escritora hacia el sexo libre, lo contradictorio que le resultaba el matrimonio por ser densamente monótono y ponerle una camisa de fuerza a sus emociones más genuinas. Por otro lado estaba la pesadilla de la maternidad, concebir un hijo era un acto cismático que diezmaba su vida personal, tuvo dos y ambos los dejó a cargo de su familia para poder ocuparse de hacer un mundo con un futuro mejor desde su tribuna política –eso argumentó en su momento-.  “No estoy hecha para el matrimonio”, dijo. Y en otro pasaje indica: soy “egoísta, egocéntrica, polígama, amoral, irresponsable, desequilibrada y de ninguna manera una buena integrante de la sociedad”.

En esos años, Lessing quería ocuparse de vivir y escribir que es esa otra forma idealista de vivir. El mundo bohemio fuera el de Londres o Moscú era en los que en lo personal le gustaba gravitar, deseaba brillar por su intelecto, su sensualidad, su capacidad de organización política, una heroína literaria.

Algo que sobresale en la relación de Lessing con Smith es la visión totalmente desprejuiciada y liberal que tiene sobre el rol de doble sexualidad de su amante quien además de ser su confidente y mejor amigo también era gay. En febrero de 1946 le escribe diciéndole: “Creo que es el momento en que debería darte la parte devastadora de mis noticias, así que contén el aliento, no pestañees y da vuelta la página: voy a tener un bebé”.
Época en la cual Doris Lessing daba cuenta de sus primeros síntomas de asfixia del estalinismo soviético, del que formó parte importante, integrada a la directiva del Partido cuando comenta a Leonard sobre su incapacidad para ajustarse a las rígidas normas sociales dice: “odio pensar lo que me harían en la Unión Soviética; las cosas del matrimonio que me ponen muy loca. ¿Lo haré? No sé.”
Ni ella quiere ser percibida como una abnegada esposa y madre, ni tampoco se comunica desde ese escenario. Las relaciones amorosas eran un fundamento en el ámbito de la vida artística intelectual. Un ejercicio de libertad, que los hacía diferentes –sin prejuicios- a los demás seres humanos. En un párrafo de sus cartas Doris se refiere a Leonard y otros dos amantes, “Los amo a los tres en partes indivisas de un tercio”.

BUSCANDO A DORIS LESSING
Guiado por lo que reveló el rostro oculto de la novelista en su epistolario amoroso lo que se me fue complementado en gran parte de sus confesiones autobiográficas,  pude tener la visión necesaria para comprender aspectos de sus obras que en un primer momento quizás me fueron indescifrables. Doris lessing es el libro primigenio que acompaña toda su obra, y hace de ella misma el testigo veedor por excelencia que dispara su mirada escrutadora hacia todas direcciones del mapa existencial.  Recogiendo estampas de la vida común, ese mundo tan limitado que tenía acceso a abordar en la esquemática sociedad colonial del Imperio Británico, que dominaba a la población blanca enclavada en el complejo tejido multicultural del continente africano: lo que cuenta en sus novelas fue algo que nace de lo visto, vivido, oído o descifrado por ella misma. 


Sus personajes se alimentan del contacto de su memoria con ese universo de rostros y nombres sucesivos en los que se adentró desde su temprana adolescencia, mientras ejercía el oficio de distribuir el periódico del partido comunista –corriente política a la que se había adherido para expresar más su personalidad inconforme y rebelde-. Una vez por semana tenía que caminar y adentrarse en largas distancia entre un  vecindario y otro, llamar de puerta en puerta en las casas de decenas de familias. Cada hogar que visitó le brindo a Lessing la mirada de pequeños universos de relaciones, afectos, logros, sueños y frustraciones que fueron tejiendo en ella, esa percepción de los vínculos sociales de los que siempre ella es testigo en primera o tercera persona de sus narraciones.
No sería un acto supersticioso decir que Doris Lessing es una de las escritoras cuya vida gravita de manera profunda y constante en sus novelas. Sin duda esa otra obra - la estructura ausente de la escritura de Lessing lo constituye su propia existencia-,  leer detenidamente las hojas de su tránsito por la vida –en mi opinión- es algo imprescindible para identificar la verdadera dimensión de su trascendencia novelística, algo que por supuesto no evita que en breves momentos aflore tímidamente la Doris Lessing de sus primeros años y transitemos por algunos pasajes tediosos, otros excesivamente cotidianos escritos de manera muy lineal por lo que resultan ciertamente aburridos que siempre emergen en sus textos cuando menos lo esperas. Pero más allá de las consideraciones rítmicas de su prosa, en sus novelas está siempre presente esa marejada inquieta y voluble que es la historia a caballo, signada por la necesidad de la escritora de registrar el movimiento de ese tren que pasa frente a sus ojos, porque más que una novela, y más que una parte de la historia, está la condición del hombre en medio de ellas, como la denuncia e inconformidad de un sistema político, social o familiar que a muchos ahoga.


Así es la Doris Lessing que surge detrás de cada página de su novela más epónima: El cuaderno dorado (1962), en la que sobretodo cuestiona el coloniaje,  la discriminación racial, otorga preponderancia a las luchas feministas, cuestionamiento del comunismo soviético estalinista como método desintegrador de lo humano, totalitarismo político y de sometimiento por medio del terror. A partir de allí quedará como un sello de su obra la presencia de esa trilogía que compone el leit motiv de su narrativa: su vivencia comunista (en Sudafrica y la Unión Soviética), sus amores y sus grandes resentimientos.





martes, 22 de marzo de 2016

Los contratiempos del momento presente
En Venezuela, muchos se quejan de esa especie de saturación que nos visita en estos tiempos con el tema “situación país”, que de alguna manera viene monopolizando gran parte de nuestra atención a la hora de enfocar hacia el horizonte nacional, siempre presente en nuestra agenda de conversación.
Del tema país se ocupan escritores, intelectuales, artistas (de todas las artes), profesionales, técnicos, y un sinnúmero de colegiaturas, amén de las asociaciones gremiales, los medios de comunicación e incluso la Iglesia y los políticos éstos últimos interlocutores naturales del tema y en cuyo ámbito suelen representarse las vicisitudes del drama, en fin, lo que el lugar común suele denominar como fuerzas vivas, concepto que eximimos de utilizar acá considerando que no todas siguen siendo fuerzas confiables en realidad, ni están tan vivas como parecen porque desde hace tiempo muchas están sumidas en un invariable estado catatónico, hacen vida vegetativa.
Qué podemos hacer más allá de analizar, quejarnos, denunciar, lamentar incluso, participar, motivar a los que se quedan inmóviles, ante un escenario donde todos reclaman una solución final y que como Godot [Samuel Beckett / Esperando a Godot-1967], esperamos todos los días y parece que nunca llegará, y menos aún que nos aguarda al otro lado de la esquina. Es imposible buscar las respuestas sin previamente imprimirle un elevado tono esperanzador, en un Estado desarticulado como el nuestro que se parece tanto a aquél gigantesco barco de cartón y ribetes coloreados que empujaban los partidarios del senador Onésimo Sánchez –para hacer simular que navegaba- cuando en plena campaña electoral prometía un trasatlántico a pueblos que ni siquiera tenían ríos, mucho menos mar [Gabriel García Márquez / Muerte constante más allá del amor-1970].
Angustia paranoide es quizás uno de los padecimientos más generalizados que viene evidenciándose en amplios sectores de la población, producto de ese bombardeo mediático que a cada hora anuncia que el actual gobierno que ha entrado en fase terminal, lo cual si bien es cierto, hay que recordar que aún ciertos procesos de metástasis llevan su tiempo para colapsar, desgarrarse las vestiduras para ello no nos aproxima, pero si nos desgasta. Hay que ponerle cordura a este compás del tiempo, cada quien sumando según sus posibilidades sin entretenernos en el alcance del objetivo, pero la histeria es lo que está de sobra.



En el año 1944 en pleno desarrollo del final de la Segunda Guerra Mundial, con un  Londres parcialmente destruido y bajo el ataque de constantes bombardeos nocturnos de la aviación alemana, el escritor y poeta T.S Eliot se preparaba para dar una conferencia sobre los libros clásicos de la literatura, llamada: ¿Qué es un clásico? convocada por la Sociedad de Estudios Virgilianos. Eliot dando muestras de esa impasibilidad de estilo muy inglesa, apertura su conferencia sin referir una sola palabra al evento que los asediaba en ese momento, su única referencia al clima de guerra fue cuando se excusó de no alcanzar citar algunos aspectos del tema con toda la extensión que hubiera deseado, dada la imposibilidad de conseguir algunos libros, debido a “los contratiempos del momento”-. Esa fue su única referencia, ¿ignoraba Eliot los horrores de la guerra? No. ¿Descreía de la inminente victoria por parte de los aliados? Tampoco. Eliot estaba convencido de que la paz terminaría imponiéndose a la barbarie y que  estaba por nacer un nuevo desafío: un programa de reconstrucción nacional. Confianza en los resultados es lo que resalta al final.