miércoles, 19 de agosto de 2015



 
 ¿Y por qué a veces la esperanza?
Entre un silencio y otro, él esperaba con el afán que elabora todos los prólogos y que se requiere para armar una esperanza. Es cuestión de fe -le dijeron-, y él pensó en actuar semejante a un monje medieval, siempre anhelante de milagros, sin importar de que cielo provengan y si aún acaso asignado por alguna reliquia escatológica, como el pedazo de brazo incorrupto de San Vicente Martír -que pasean en procesión cada 22 de enero-, al cual todos les piden un deseo, que no es otra cosa que ser aproximado a eso de lo que nos separa la ausencia, a veces una distancia tan lejana como una negación.

Pero pensó la esperanza no es vinculante al deseo, la esperanza es un recordatorio, como una idea latente que no se borra, que recuerda que el Ser está dentro de cada uno. sentía que ese era el brillo de la esperanza que fuera del Ser no existe nada; un detalle que solemos olvidar, el otro es el que reside en la fe, el Ser no habita en otro lugar.

jueves, 13 de agosto de 2015


 FILÓSOFO
Nadie se convierte en filósofo, ni aunque estudiemos filosofía nos graduamos de filósofos, ser filósofo es algo mucho más complejo. Tus estudios te pueden llevar a ser un erudito en historia de la filosofía, o ser un especialista kantiano, un versado en el pensamiento de Heidegger, pero no necesariamente te harán filósofo. Los filósofos más iconoclastas -que son los que más suelo seguir- dicen que todos nacemos filósofos. Sólo que a la gran mayoría se nos olvida- el niño es el gran filósofo pregunta y busca respuestas a todo-, a otros, a unos pocos les toca perdurar, profundizar ese oficio acuciante de indagar con la palabra y responder la combinación abismal de cada una de sus interrogantes.
   
La base común de la filosofía es el asombro. En el libro del Teeteo, Platón habla de los primeros filósofos, y dice que a la gente les costaba entenderlos y por eso los llamaron “idiotas” ( idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos (utilitarios), sino sólo de sus intereses). Digamos aquél que no se ocupaba con prioridad de los asuntos básicos de la vida, sino de la búsqueda trascendental de las cosas.
Filosofar es preguntarse, la búsqueda de la causalidad, lo que no puede advenir sin causa que lo haga advenir, pero ¿cuál es esa causa? Es la pregunta dónde nace la filosofía.
En su largo devenir, el trabajo de la filosofía ha sido darle respuesta a estas interrogantes: Para quien pregunta por qué soñamos, por ejemplo, están las obras “La llave de los sueños de Artemidoro. Las Meditaciones de René de Descartes, La Ciencia de los Sueños de Sigmund Freud, o algunos de los tratados sobre el sueño y la vigilia de Clement Rosset. Sobre el derecho a mentir o no estar obligado siempre a decir la verdad, existe un intrincado argumento ampliamente defendido por Inmanuel Kant, quien invoca un supuesto derecho a mentir por  cuestiones de humanidad, como se ve no hay tema de la dimensión humana del que no se haya ocupado la filosofía.

 La filosofía debe popularizar su alcance, simplificar algunos aspectos de su lenguaje, y ponerse al alcance las mayorías. Pero en ningún momento puede suscribirse la idea suicida de “popularizar” el contenido filosófico. Ninguna idea es tan difícil que no pueda ser expuesta de manera sencilla. En cuanto a los pensamientos elaborados que se apoyan en palabras complejas y de mucha especificidad, se debe facilitar una asociación entre un significante desconocido y su significado explícito, eso por lo general atenúa la dificultad inicial de comprensión, sin descuidar la magia del discurso filosófico.

La tarea de la filosofía es hacer daño a la necedad, decía Nietzsche, quizá haciendo énfasis en el tour de forcé que conlleva la acción de filosofar.
Filosofar es crear un pensamiento diferente y alternativo, con nivel crítico, de objetivo elevado que permita una comprensión más clara de lo que nos rodea para encontrar un sentido para nuestra existencia y un proyecto trascendental para nuestra vida.

"LA RAZÓN ES LA GRAN PUTA DEL SIGLO XX"  (Frase de Jean Paul Sarte / filósofo francés)
El filósofo español José Antonio Mariná dice en la Inteligencia fracasada que la estupidez es una enfermedad mortal, contra la que deberíamos vacunarnos, porque en el  plano personal produce desdicha y en el plano social injusticia, que es otro tipo de desdicha. No hay nada más cercano a la estupidez, o la estulticia nombrada por Erasmo de Rotterdam, que pretender tener el dominio de la razón.
 
Desde niños escuchamos ese lugar común que neutraliza  y coloca una camisa de fuerza a nuestra voluntad libertaria: “yo tengo la razón” y “tú no tienes razón”, es un martillo sistemático que nos lo endosan durante el crecimiento esa  transición humana que acompaña a los jóvenes toda la adolescencia hasta lograr la promoción de ser maduros, con lo que se logra una especie de alta clínica de la insanidad juvenil, una certificación de cuerdo, necesaria para que  entre en el ejercicio de tener razón. Aunque a veces eso comprometa a toda una suma de hijo de puta controladores, perversos y castradores, gendarmes pertenecientes de ese extenso cuerpo represivo de los “yo tengo la razón” .

Este es un texto simple, interventor por llamarlo de alguna manera, tampoco supone un panegírico a lo irracional. En todo caso va dirigido a reseñar la actitud de quienes con tan sólo haberse leído tres manuales de la vida –algunas veces malos por demás-, andan por la vida como policías de tránsito poniendo a diestra y siniestra multas por irracionalidad a todo auqello que ellos no aprueban.  Lo flaco de todo esto, lo que es su lado débil es que cuando son confrontados por un pensamiento específico, elaborado y profundo, sólo responden suscribiendo pildoritas de psicología chatarra, o de alguna otra charlatanería especulativa, en las que se atrincheran para asegurar que manejan la razón, una voluntad de razón compulsiva, que muchas veces termina por amputarles su aspecto creativo. Incapaces de superar un párrafo autónomo, genuino, propio, por el peso de la razón que siempre lleva consigo .


El uso de la razón presupone un compromiso social, una aplicación de la lógica de guerra en ese largo combate que presupone llegar a ser adulto y joder a medio mundo en el camino. Pero la razón como ya lo dijo Sartre es la gran puta del siglo XX, sirve para justificar cualquier vaina, un asesinato, una pegada de cacho, una grosería, el desaire, en fin cualquier cosa, incluso el odio. 
El problema es que cuando la razón ocupa todo el espacio mental, estamos ante una obesidad del razonamiento, ese que se define por una angustia, por el exceso de control, extremada rigidez, apego a la perfección psicótica enfermiza, ocultamiento deliberado de errores, fallas, carencias, y todo un largo etcétera que permiten a fuerza de acumular convertir su cerebro en almacén donde tener a mano, la instrumentación necesaria para sostener una vida tan artificiosa como la razón que esgrimen tener.

Lo grave, lo que es realmente grave es que como la razón compulsa ocupa todo el espacio su pensamiento, nunca deja lugar para la fantasía, la invención o las ideas creativos. Por esos los que padecen obesidad racional son meros repetidores, aplican recetas para la vida, pero jamás la crean.


sábado, 8 de agosto de 2015


Cuando el Gabo conoció a Chávez supo que este era la encarnación del senador Onésimo Sánchez

Fidel Castro ha variado su visión de la Cuba socialista, algo inviable e ilusorio, es un hecho indudable, también habrá variado su concepto del mercado capitalista, ya poco a poco la Isla se sumerge en él, las razones históricas del hambre y el fracaso de su modelo político lo demuestran día a día. Pero lo que si no ha variado ni siquiera en el acento, es al decir que el mejor amigo de su vida fue el escritor Gabriel García Márquez.
Siendo tan próximo a Fidel, y luego siendo Chávez tan íntimo a Fidel y a su mundo en la Habana, García Márquez, nunca ni se retrató con él, ni escribió una línea a favor a la llamada revolución bolivariana, cuestión que si hizo con el gobierno revolucionario de Salvador Allende y con la Nicaragua de la revolución Sandinista. García Márquez condenó a Chávez al silencio de sus palabras.
¿Qué separó a Gabriel García Márquez un convencido de la izquierda de Hugo Chávez?
A García Márquez le bastó acompañar al Chávez recien electo, en un vuelo La Habana-Caracas, para saber que conocía su discurso, que podía hasta predecir el orden de sus ideas, el énfasis denotado en ciertas palabras -porque casi todas las había pensado una y otra vez cuando las puso en la boca del senador Onésimo Sánchez, protagonista de su cuento "Muerte Constante más Allá del Amor", con ese estilo chapucero, despóta y populista y traficante de esperanzas; algo que sin duda conmovió la conciencia del escritor Premio Nobel, encontrarse frente a frente con uno de sus personajes habitando en otro hombre, destinado además de gobernar a un país de sus afectos como lo fue Venezuela.
  

 Gabo al describir su primer y único encuentro con Chávez, relata lo siguiente -publicado en la revista Cambio de Colombia-: “El avión aterrizó en Caracas a las tres de la mañana. Vi por la ventanilla la ciénaga de luces de aquella ciudad inolvidable donde viví tres años cruciales de Venezuela que lo fueron también para mi vida. El presidente se despidió con su abrazo caribe y una invitación implícita: -Nos vemos aquí el 2 de febrero-. Mientras se alejaba entre sus escoltas de militares condecorados y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”.
Así lo describió en 1989, pero 29 años antes en otro viaje distinto, uno de esos que permite la imaginación literaria sobre las curvas del tiempo, entre metáforas y otro sustantivo, vemos emerger al mismo personaje pieza por pieza de la página en blanco de la máquina de escribir del Gabo, pero dejemos que sea la prosa del mismo García Márquez quien nos describa la fluctuación histórica de este personaje en dos tiempos.
"[El candidato] Acalló los aplausos con una orden de la mano, casi con rabia, y empezó a hablar sin gestos, con los ojos fijos en el mar que suspiraba de calor. Su voz pausada y honda tenía la calidad del agua en reposo, pero el discurso aprendido de memoria y tantas veces machacado no se le había ocurrido por decir la verdad sino por omisión a una sentencia fatalista del libro cuarto de los recuerdos de Marco Aurelio.
-Estamos aquí para derrotar a la naturaleza –empezó, contra todas sus convicciones-, ya no seremos más los expósitos de la patria, los huérfanos de Dios en el reino de la sed y la intemperie, los exiliados en nuestra propia tierra. Seremos otros, señoras y señores, seremos grandes y felices.
 

Eran las fórmulas de su circo. Mientras hablaba, sus ayudantes echaban al aire puñados de pajaritas de papel, y los falsos animales cobraban vida, revoloteaban sobre la tribuna de las tablas, y se iban por el mar. Al mismo tiempo, otros sacaban de los furgones unos árboles de teatro con hojas de fieltro y los sembraban a espaldas de la multitud en el suelo de salitre. Por último armaron la fachada de cartón con casas fingidas de ladrillos rojos y ventanas de vidrio, y taparon con ella los ranchos miserables de la vida real.
El senador prolongó el discurso , con dos citas en latín, para darle tiempo a la farsa. Prometió máquinas de llover, los criaderos portátiles de los animales de mesa, los aceites de la felicidad que harían crecer legumbres en el caliche y colgajos de trinitarias en las ventanas. Cuando vio que su mundo de ficción estaba terminado, lo señaló con un dedo.
-Así seremos, señoras y señores –gritó-. Miren. Así seremos.
El público se volvió. Un trasatlántico de papel pintado pasaba por detrás de las casas, y era más alto que las casas más altas de la ciudad de artificio. Sólo el propio senador observó que a fuerza de ser armado y desarmado, y traído de un lugar a otro, también el pueblo de cartón superpuesto estaba carcomido por la intemperie, y era casi tan pobre y polvoriento y triste como el Rosal del Virrey [el pueblo donde daba su discurso]".

jueves, 6 de agosto de 2015

 
DOS NOVELISTAS AFRICANOS
J.M. Coetzee.-
No hay una novela de J.M Coetzee (Premio Nobel 2003) que pudiera decirse que lo caracterice, o que sea la más emblemática de su obra. Cada una de las más de una veintena novelas de este autor sudafricano, con imagen de profesor inglés de literatura universitaria, marcan una honda separación una de la otra, con un lenguaje parco, de uso preciso y nada ampuloso. Pulcro y translúcido, propio de un seguidor de Kafka, aunque en nada se le parezca, ee a Coetzee lo han estigmatizado como un escritor sofisticado, solo para escritores, sin mayor relación con el gran público ávido comprador de autores culto. Por su estilo literario ceñido a lo hermético Coetzee fue estigmatizado como un narrador para eruditos, amantes de la novelística selecta.
En cada lectura de las novelas de Coetzee descubrimos que estamos ante una pieza única: En La Edad del Hierro, asistimos a la escabrosa lucha racial y política de la Sudafrica gobernada por el régimen del apartheid. En Foe, es la aventura de Susan Barton, una mujer que naufraga en una isla desierta donde convivió con Robinson Crusoe y su esclavo Viernes, hasta que de vuelta al mundo civilizado busca al autor de la novela Daniel Defoe para convencerlo de que Robinson Crusoe existe y que no es un invento literario. Otros títulos recomendados de este autor son: Infancia, Juventud y El Maestro de Petersburgo.
En tiempos recientes, existen dos tendencias marcadas por la crítica sobre un par de novelas de Coetzee: “Desgracia” y “Esperando a los Bárbaros”, ambas aclamadas como una renovación del autor y que marcan el camino a seguir por la novelística del futuro.
 




CHIMAMANDA NGOSI ADIHIE
Americanah, es una novela africana con acento anglosajón, escrita por la multipremiada narradora nigeriana Chimamanda Ngosi Adihie, residenciada en Estados Unidos, es un viaje de ida y vuelta a la exposición del mundo multiracial y sus valoraciones.
La gran tendencia narrativa de Americanah, es la manera de entender el mundo americano a partir de la visión del emigrante y lo que significa ser negro en America, negro estadounidense y negro extranjero. La condición superior del blanco, american White sobre el blanco hispano, la evidencia del pensamiento 2.0 de las redes sociales, y cómo se ha ido incorporando a nuestras realidad con toda una rutina diaria cibernética, donde la red ya forma parte del anclaje de la existencia. Facebook para apuntalar las relaciones, el blog como escenario para vencer el anonimato, ambas herramientas pasan a formar parte del equilibrio de los personajes a manera de compensar su incomprensible soledad y la pesadumbre del día a día.
Americanah narra la historia de una joven pareja nigeriana que apenas se asoma a las puertas del romance, Ifemelu y Obinze, cuando deciden abandonar su país, en busca de su propio lugar en un mundo con mejores posibilidades. Ambos se separan, Ifemelu viaja a EE.UU, y Obinze a Inglaterra, en momentos y circunstancias diferentes, destinos distintos, cada uno tras su ruta de vida, pero ambos marcados por la única experiencia que jamás podrán olvidar, la realidad de su condición racial. Sin lograr un lugar para sus vidas sin dejar de sentirse extraños, ambos son unidos nuevamente por la casualidad, el regreso a Nigeria.
Separados durante 30 años, cada uno interpreta a su manera la naturaleza del inminente reencuentro, y en ambos subyace un mismo temor: ser tratados como Americanah en su propio país, negros emigrados sin identidad que los relacione con su nación, un negro diferente que ha dejado de ser nigeriano, pero que regresa con un concepto de negritud que en momentos lo hace sentir diferente, incluso sofisticado e incapaces de reencontrarse plenamente con lo que eran antes de marcharse y dejar atrás su origen, al que regresan buscando el lugar que dejaron antes de irse. “Tengo la sensación de que dejé de ser negra nada más apearme del avión en Lagos”, dice Ifemelu, al pisar nuevamente suelo nigeriano.