Calixto siempre quiso ser
como Humphrey Bogart
Desde que vio la película Casablanca, Calixto siempre quiso
ser como Humprey Bogart, revestirse un poco con ese estilo de desenfado
hiriente, desatendido y frío que ponía en sus gestos de hombre duro frente a las mujeres, con los cuales además siempre
lograba subyugarlas.
Calixto siempre quiso amaneceres con boquitas pintadas,
bañados con esa distancia seductora y él oficiando esa ceremonia enfundado en una Gabardina, un cigarro pendiente de la indiferencia instalada en la comisura de sus labios, todo ello ocurriendo bajo el ala de su sombrero
echado a un lado. Pero Calixto desconocía que no es el tránsito de la noche, ni la densa
armonía de besos la que descorre el maquillaje
y desnuda las soledades con la
mano irreverente de la seducción, sino otra cosa.
Ensayaba las escenas de Bogart una y otra vez, imitaba sus
gestos, remedaba el tono seco, la mirada directa y penetrante del actor, hasta que logró
hacerlos suyos, como logró mimetizar todo el compendio de su personalidad.
Calixto pensaba que actuar con la calculada indiferencia lo
hacía sabio en amores. Si, quería actuar como Bogart en esa escena de
Casablanca, cuando le dice al pianista, «,play
again, Sam» (tócala otra vez Sam), cuando finge indiferencia al ver que es irremediable despedirse
de la mujer que brevemente había llegado de su pasado, en carne y hueso conmoviéndole todos sus días y sus noches. Como si sacarle esas notas de melancolía al piano e
instalar en la madrugada esa nostalgia por la vida pasada, bastara para exorcizar lo
tanto que llevaba por dentro, de estar siempre
esperando ese amor que nunca pensó que en verdad llegara.
Calixto siguió ignorando
otras más, como que el adiós viene detrás de la persona indicada, si el
momento de encontrarse en medio de la historia es el
equivocado. No importa que tanto de Bogart hubiera aprendido, ni que tan bien lo imitara, porque lo principal que siguió ignorando, quizás porque siempre tuvo miedo a decir algo cursi y porque nunca vio a Bogart profanarse ante una frase encaramelada y empalagosa
como “te amo", fue que cuando uno enamora no importa lo que se diga, que sólo existen los amores eternos y que
los demás son otra cosa. (D.G)