sábado, 4 de abril de 2015

Calixto siempre quiso ser 

como Humphrey Bogart

Desde que vio la película Casablanca, Calixto siempre quiso ser como Humprey Bogart, revestirse un poco con ese estilo de desenfado hiriente, desatendido y frío que ponía en sus gestos de hombre duro frente a las mujeres, con los cuales además siempre lograba subyugarlas.
Calixto siempre quiso amaneceres con boquitas pintadas, bañados con esa distancia seductora y él oficiando esa ceremonia enfundado en una Gabardina, un cigarro pendiente de la indiferencia instalada en la comisura de sus labios, todo ello ocurriendo bajo el ala de su sombrero echado a un lado. Pero Calixto desconocía que no es el tránsito de la noche, ni la densa armonía de besos la que descorre el maquillaje  y desnuda las soledades con la mano irreverente de la seducción, sino otra cosa.


Ensayaba las escenas de Bogart una y otra vez, imitaba sus gestos, remedaba el tono seco, la mirada directa y penetrante del actor, hasta que logró hacerlos suyos, como logró mimetizar todo el compendio de su personalidad.
Calixto pensaba que actuar con la calculada indiferencia lo hacía sabio en amores. Si, quería actuar como Bogart en esa escena de Casablanca, cuando le dice al pianista, «,play again, Sam» (tócala otra vez Sam), cuando finge indiferencia al ver que es irremediable despedirse de la mujer que brevemente había llegado de su pasado, en carne y hueso conmoviéndole todos sus días y sus noches. Como si sacarle esas notas de melancolía al piano e instalar en la madrugada esa nostalgia por la vida pasada, bastara para exorcizar lo tanto que llevaba por dentro, de estar siempre esperando ese amor que nunca pensó que en verdad llegara.
Calixto siguió ignorando otras más, como que el adiós viene detrás de la persona indicada, si el momento de encontrarse en medio de la historia es el equivocado. No importa que tanto de Bogart hubiera aprendido, ni que tan bien lo imitara, porque lo principal que siguió ignorando, quizás porque siempre tuvo miedo a decir algo cursi y porque nunca vio a Bogart profanarse ante una frase encaramelada y empalagosa como “te amo", fue que cuando uno enamora no importa lo que se diga, que sólo existen los amores eternos y que los demás son otra cosa. (D.G)

jueves, 2 de abril de 2015





El Hacedor de las Cosas 
El tiempo y el olvido
Douglas González




Por dónde pasaba compraba todos los relojes existentes, los que no los robaba, dejaba desnudas las torres de las catedrales, las ciudades quedaban en silencio y mudas por la ausencia del repiqueteo de las campanadas que daban la hora.

A los hombres predicaba de que el tiempo era una maldición, y mucho más era llevarle la cuenta. Hablaba de una caída celestial que era un castigo divino, cuando el hombre desterrado del Paraíso, fue arrojado al abismo del tiempo.

Sumó una larga hilera de carretas cargadas de relojes, porque toda su vida y su fortuna la empeñó en hacer olvidar a los hombres el transcurso de las 24 horas.

Cuando pensó que los había reunido todos, se presentó ante el Hacedor de las Cosas para que destruyera el tiempo. 

-El tiempo que miden los relojes es una ilusión –dijo el Hacedor de la Cosas, al ver las montañas de relojes de todo tipo que se alzaban frente a él- y eso has perseguido.  El verdadero tiempo es el que vive cada cual y no puede ser expresado ni contado por los relojes que nadan saben del tiempo existencial, porque carecen de alma. 

El Hacedor de las Cosas alzó su bastón y comenzó a dibujar círculos en el cielo: 
-Siempre –prosiguió- los relojes estarán trazando estos círculos mecánicos cada veinticuatro horas, aunque pretendas ignorar la sucesión de los días y huyas de  la soledad que te conmueve en la herencia desnuda de tus noches, porque el  olvido que buscas no está en la suma del tiempo de los relojes que ha sido tu obsesión. Por eso es que has caminado en círculos toda tu vida sin llegar a ningún lado. 

-¿Entonces dime tu Hacedor de las Cosas cómo logro el olvido?-Preguntó.
-El olvido –respondió el Hacedor- es proporcional a la cantidad de Ego con que has insuflado a tu Alma. Mientras más Ego tengas, estarás anclado al tiempo de lo que crees que has perdido, esa es tu condena.

-¿Condena si lo que hice fue amar con devoción?- inquirió el misterioso viajero de los relojes.
.-Ese amor nunca fue tuyo, nada lo es –indicó el Hacedor de las Cosas-. Pensarlo que lo fue detiene el tiempo de tu Alma. Nunca le retengas nada, Ella es como un río que necesita fluir sin cesar, sólo navegando en él es como llegas al olvido.


miércoles, 1 de abril de 2015



El Hacedor de las cosas (Fragmento)
Douglas González



Cada noche se acostaba esperando el milagro de que el amanecer le devolviera sus recuerdos en carne y hueso.

Nunca sucedía nada y se le quebrantaba la fe. Por las tardes -como el personaje de la historia- iba a la Estación a esperar el Tren que lo llevara al lugar donde pudiera encontrarse con los paisajes de su memoria.

Una noche apesadumbrado encontró al Hacedor de las Cosas y este le explicó que la vida es lo que uno vive y no lo que uno recuerda.


Entonces le advirtió: Sé que nunca desistirás y seguirás buscándolos día tras día,  pero sólo lograrás que se multipliquen las sombras inciertas en tu mente. Y atarás tu vida a un destino dominado por los diálogos con las estatuas mudas de tu pasado”.