jueves, 2 de agosto de 2018


El  inevitable caos de levitar



Pensemos por un instante que pueda hacerse realidad - a través de la tecnología de los materiales superconductores como lo viene anunciado el mundo científico- el arte de levitar. El mundo tal como lo conocemos comenzaría a desaparecer por esa especie de cataclismo silencioso donde todo flotaría por los aires.

Los corazones de los enamorados tendrían realmente alas más allá de la declaración de las metáforas. Sería la primera gran derrota universal del celular y del Whatsapp. Los novios apasionados pudieran cortejar toda la noche suspendidos por los aires, frente a la ventana de la amada, pasearse frente a su balcón, incluso entrar y salir por cualquier ventanal de su casa cuando se les antoje.

Los promotores del odio tendrían a la mano todos los caminos del cielo para materializar sus venganzas. Los suicidas sólo tendrían que elevarse a las alturas y dejarse caer. Los borrachos y los parranderos harían de las suyas en el cielo nocturno, montando sus jolgorios en los patios desiertos de las nubes. Habría menos pretextos para la infelicidad.

Las ciudades serían duplicadas una arriba dispuesta para los que dispondrían de la levitación y otra abajo para los terrenales, aquellos que no tendrían jamás la virtud de flotar por el aire, como los que padecen de vértigo. Las casas tendrían dos fachadas, la de su frente de siempre y otra que sólo se alcanzaría ver desde las alturas. Habría que tener una policía especial, así como servicios de repuesta inmediata, señalizaciones con límites de velocidad, altura, navegación y desvíos; también mapas, coordenadas, iluminación, y todo tipo de soporte tanto para los que viajen con minúsculos aparatos como para los que lo hagan en limosinas o verdaderas fortalezas flotantes.

Se acortarían las distancias, en un universo donde caminar sería una curiosidad reservada a los catálogos de las viejas costumbres humanas.

Aquí abajo en la tierra se multiplicarán los peligros, en un mundo sitiado por la levitación, cualquiera podría mover objetos a su antojo, lanzarlos contra otro.  Las marchas y las protestas de calle dejarían su razón de ser. Cesarían las trancas del tráfico, los organismos de seguridad y emergencia realmente volarían para atender las llamadas de socorro. Los alumnos descontentos, así como los terroristas tendrían una nueva arma, haciendo volar cosas por los aires.

A Cristo se le adjudica el acto de levitación más famoso de la historia, cuando dicen caminó sobre las aguas; otra es la de la alfombra mágica de Aladino, capaz de volar a través de los cielos de las historias fantásticas de los cuentos Las Mil y Una Noches.

Pero más allá de la levitación dentro del ámbito mágico-religioso que describe hazañas como la de san José de Cupertino a quienes los frailes lo veían volar y quedarse por horas pegado al techo, la de Santo Tomas de Aquino que flotaba cuando estaba junto a los altares, o la levitación misteriosa de Santo Domingo de Savio,  la suspensión del suelo de Santa Catalina de Siena con sólo invocar el nombre de Jesús, y la de San Francisco Javier a quien se le encendía un corazón en llamas en su pecho antes de flotar por los aires, existe la levitación física. La levitación a través de los materiales superconductores que se debe a la capacidad de levantar objetos del suelo liberados de la fricción mecánica. Dicen los estudiosos de la física experimental que levitar es algo que ya está  a la vuelta de la esquina.