viernes, 19 de febrero de 2016


Adio  Umberto


Mucho pudiera escribirse sobre quien fue uno de los más importantes semiólogos del Siglo XX, el filósofo y ensayista  italiano Umberto Eco, quien nos dejó hoy a la edad de 84 años.
Umberto Eco se catapultó a la fama en las aulas universitarias con ese libro que a todos los estudiantes de comunicación social nos hacía tanta resonancia en los primeros semestres: “Apocalítico e Integrados de la cultura de masas”.
Posteriormente y luego de una muy dilatada carrera en el campo de la semiótica y publicar por lo menos media docena más de libros académicos, Eco incursiona en el mundo de la narrativa ficcional con su primera novela: “En nombre de la Rosa”, la cual gozó del respaldo del público lector y de la crítica, éxito que terminó siendo llevado al cine por la industria hollywoodense. Luego seguiría una sucesión de libros de ficción como el "Péndulo de Foulcault" –que alcanzó igual éxito que el nombre de la rosa-, después publicó otros títulos literarios demostrando no sólo lo complacido que se encontraba con el género sino aportando en cada texto una perspectiva narrativa meticulosa en el detalle como si imitara la estructura de la novela policial y una innovación en el planteamiento de la trama, en esa se inscriben “La Isla del día de Antes”, “La misteriosa llama de la reina Loana” y  “El cementerio de Praga”, entre otros.
Cuando murió el escritor argentino Ernesto Sábato, escribí a un amigo que siempre había sido su devoto lector dándole el  pésame porque cuando muere un escritor al que uno ha seguido de forma dilatada su literatura, una literatura que ha resultado en sueños, puntos de vistas, revelaciones, compañía, y el goce y la plenitud de las metáforas, es como si uno perdiera un amigo íntimo, una voz que nos ha acompañado en el silencio de revelarnos sus textos. Hoy su muerte hereda ese sentimiento de que hemos perdido ese algo incierto que nos acompañaba entre las páginas , como esa estructura ausente que su semántica logró definir. Los libros de Umberto Eco me han acompañado por más de 20 años, con él sentí una cercanía cómplice la sus textos desde donde me reveló el compartimiento de una lejana amistad. 

lunes, 15 de febrero de 2016



¿Así de violenta es Suramérica? …sí y Venezuela mucho peor
Los periodistas europeos que asistieron hace 62 años a la XVI exposición de Arte Cinematográfico de Venecia, en septiembre de 1955, quedaron alarmados ante el panorama de violencia existente en Suramérica que mostró la película “Manos sangrientas” de Carlos Hugo Christiansen. Por lo que en un primer momento todos pensaron que eran exageraciones del Director, ya que consideraban imposible que existiese una realidad tan atroz, capaz de producir un derramamiento de sangre marcado por el salvajismo que producía –según el inventario de la matanza hecho en la película- un muerto cada dos minutos.
García Márquez quien cubría el evento para el diario El Espectador de Colombia, se encargó de ratificarles que eso en verdad ocurría en estas tierras tal cual se mostraba en la película que narra la fuga de 200 presos a través de una isla desolada e inhóspita, así  lo reseñó el Gabo en el reportaje “Día y Noche viendo buen cine”, publicado en el Volumen V de su obra periodística: De Europa a América.
Lo único que le faltó decir a García Márquez en aquél entonces es que esta realidad podría ser mucho peor, mucho más salvaje e inhumana, también le faltó decir que una violencia mucho más atroz podía instalarse fácilmente en un país democrático y rico en donde las huestes criminales hayan secuestrado el Estado y sus instituciones.
“Los europeos no entienden que se pueda matar de esa manera. Según ellos es una manera de matar que no se usa ni en la guerra […] cada evadido tiene una ametralladora que dispara contra sus compañeros  cuando ya han sido exterminados todos los guardias […]”
Cuenta García Márquez que el  jurado alarmado por el derramamiento de sangre se vio en la necesidad de cortar 50 metros de la cinta, esperando minimizar el impacto de la carnicería que se estaba exhibiendo, pese a ello “los europeos salieron de la proyección aterrorizados y escribieron comentarios  de protesta e incredulidad. “Asi es Suramérica”, les han dicho los brasileños. Pero los europeos están empeñados  en no creerlo.”
Lo que se muestra en la película “Manos sangrientas”, es un cuento más propio de la cotidianidad venezolana, perteneciente a nuestro día a día. Venezuela actualmente ocupa el primer lugar entre las 50 ciudades más salvajes del mundo, una condición que parece llevarnos a un viaje de regreso al pasado más incivilizado de nuestra historia, eso sí, bajo el auspicio del imperio del hampa que en momentos también es Gobierno, con toda las prerrogativas de su incapacidad.


domingo, 14 de febrero de 2016


Raymond Carver reinventado

El nombre de Gordon Lish no es ajeno a ninguno de los vehementes seguidores de la narrativa del cuentista norteamericano Raymond Carver. ¿La razón? Gordon Lish no sólo fue el editor que llevó a la fama la literatura del cuento carveriano, sino que para quienes han estudiado comparativamente la obra de Carver, encuentran en Lish el reescribidor, el repulimentador de esas historias, su reelaborador, el hombre que lo inventó.
A primera vista dicha argumentación sonaría como algo muy sórdido, que deja a Raymond Carver en el papel de escribir sendos manuscritos poco trajinados y con mucho material de sobra, mucho spam literario, de los que se encargaría Gordon Lish de reescribirlos magistralmente, tal como lo hizo, entregándole así al público lector, una narrativa del cuento norteamericano considerada una de las más importantes y trascendentes del siglo XX.
La siguiente imagen muestra un texto sobre su presentación como escritor, escrito por Carver que también conoció la enmendadura de Lish.
Si Carver sólo entregaba a su editor estrella la materia prima de sus cuentos, y éste como si fuera una gran fábrica manufacturera procesaba el material y lo convertía en preciosos artículos literarios que tenían notable éxito en el mercado, es algo de lo que ya desde hace rato viene ocupándose la crítica estadounidense tan pertinaz y subyugante a la hora de enfrentar lo que en un primer momento pareciera se trata de un conflicto ético del escritor frente a sus lectores.
De hecho en ciertos ámbitos literarios Raymond Carver ha dejado de ser llamado Raymond Carver, para ser nombrado como Raymond Lish, una manera que ha descubierto la posteridad para colocar al escritor y a su editor en la misma balanza.
La controversia sobre una supuesta coautoría Carver-Lish, surgió en el año 2009, Library of America publicó Raymond Carver: Collected Stories, un libro donde se condensaron casi todos los cuentos de Carver, y muchos fueron publicados en la versión original del autor, sin pasar por el tamiz de su editor Gordon Lish.


En un artículo sin firma publicado en el New Yorker en torno a esta polémica se apuntó lo siguiente sobre la edición de los cuentos de Carver por parte de su editor: “Lish, […] no sólo cortó más de la mitad del manuscrito original, sino que además cambió varios finales y otros cuantos títulos, y añadió palabras u oraciones completas. Tras la lectura de Beginners podríamos decir que What We Talk About Whe We Talk About Love (1981) es, en cierto sentido, una coautoría Carver-Lish. La polémica es ineludible porque trata sobre un libro fundamental dentro de la bibliografía del escritor: a partir de ahí no cupo duda de que Carver es uno de los grandes.

La anunciada entrega de una edición de todos los cuentos de Raymond Carver en su versión original, sin la intervención de la mano mágica de Gordon Lish, es una publicación que se está a la espera, será una oportunidad de releer al genio de la simplicidad, de la composición lineal inconmovible en lo emocional, que siempre desechó usar metáforas hiperbólicas para dramatizar sus textos con una carga emotiva, como es la literatura de Raymond Carver, tan precisa y fría como un bisturí, lo que será también una manera de que esa nueva lectura nos revele una vez más la genialidad de este autor y su forma de narrar con su impecable matemática que le otorgó el uso de la palabra precisa.

martes, 2 de febrero de 2016



Platón entre dos mundos

Si Platón fuera levantado de la tierra de los muertos, como se dice aconteció con Lázaro, lo más probable es que  viniera solo y no acompañado de Aristóteles tal como aparece en el cuadro que ilustra este texto y pensase que despertó en medio de una sociedad enferma por el amor, porque no todas las épocas han sentido los mismos sentimientos, ni los han valorado de la misma manera. Y es que en los tiempos de Platón el amor era una ofensa a la inteligencia, una enfermedad de la que había de ser curado con la mayor prontitud. La pasión era considerada algo misterioso y aterrador. Por eso Platón al ver el predominio del sentimentalismo actual, se vería obligado a pensar que la humanidad perdió el rumbo y derivó en un conglomerado de seres emocionables con los valores distorsionados. Lamentaría la pérdida de aquello que animó la civitas de la antigüedad griega.
Pero de seguro el pavor sería tal que le filósofo griego quien ideó el mito de la caverna, para señalar que nuestros sentidos nos engañan, y que esto que llamamos realidad es sólo el reflejo lejano de una sombra de lo que realmente ocurre, porque nuestros sentidos –de los que estamos dotados los seres humanos no perciben las cosas en su totalidad -por eso el hombre está cifrado en un mundo de apariencias; bien el viejo Platón pensaría que despertó en el mundo de las ideas, sí pero de las ideas equívocas, remitentes a la pesadilla o la demencia-, prejuicio que sin duda le impediría apreciar las bondades y ventajas de nuestra sociedad.





Platón –sin duda- se escandalizaría aún más, al ver la aceptación, ponderación y permanente endiosamiento y dominio que goza el amor en nuestras vidas, para él sería sinónimo de la degradación humana la idolatría hacia aquello que él calificó como una enfermedad del alma, que de no cercenársele a tiempo podía desencadenar la decadencia civilizatoria del hombre platónico definido por él como un ser sujeto a la trascendencia del cuerpo material, a través de la exaltación del alma racional que busca superar el tránsito corpóreo para retornar su estado original de perfección, para lo cual es condición sine qua non evitar los apetitos de su ser sensible y material.
Al enterarse de las peripecias que realiza el ser humano para conseguir el objeto amatorio, cuando se diera cuenta de los  miles de libros, películas, cienciologías, sectas, argumentos, poesía, lugares comunes y toda suerte de clichés y creencias disparatadas sobre lo que en la actualidad creemos sobre el amor; ese camino inseguro que según el filósofo español Juan Antonio Marina, no existe y no es más que una simple justificación errática de nuestros sentimientos porque no somos otra cosa diferente que unos consumidores compulsivos e insaciables de emociones, que pasamos de una a otra en un tejido interminable-.
Seguro que muy contrariado Platón pensaría que este mundo en la cual despertó estaría cautivo por los artilugios de una especie de Daimon (seres semi-divinos, de la mitología griega que en su momento ejercían la intermediación entre dioses y hombres), o que nuestra dieta incluye una importante porción de Ambrosía, un hongo que en la recopilación mitológica griega le dieron el nombre de Néctar, el famoso néctar de los dioses, que según consumían los Centauros, y luego lo usaron los guerreros nórdicos que les hacía gozar de un estado «frenético» a la hora de enfrentar a sus enemigos, y les otorgaba una fuerza temeraria en las batallas.
Tanto la Ambrosía (amanita muscaria) como el Néctar (un hongo de estercolero pequeño y delgado llamado panaeolus papilionaceus), eran poderosos alucinógenos que inducían la aparición de fenómenos perceptivos, inocuos y agradables en quien los consumía. Con razón los griegos de la antigüedad decían ver el Olimpo, y aquella subida y bajada de dioses cuando en realidad se estaban tripeando aquél paisaje del mediterráneo que debía ser en cierta medida detonante de esas alucinaciones aderezadas con hongos estercoleros.
Cuando alguien le dijera a Platón que aquí la gente se casa enamorada, que mueren, se suicidan y cometen las más descabelladas empresas por amor, estamos seguros que el filósofo griego daría media vuelta de regreso a la tumba, convencido que aquí ya nada se puede hacer para recuperar la lucidez de sus congéneres; se marcharía convencido de que estamos presos de los sentimientos, que para él son fuerzas, dioses, bestezuelas que desde fuera y no desde dentro del alma nos atacan y pervierten, en este sentido no podemos olvidar que tanto los platónicos, así como estoicos, cínicos, epicúreos siempre les preocupó qué hacer con las pasiones, si erradicarlas, educarlas, olvidarlas, atemperarlas o arrojarse a sus brazos, como quien se lanza al abismo.
De seguro tomaría nota de esa visita a destiempo al futuro donde encontró una humanidad sumida en la ruindad bipolar de los sentimientos, que no sólo mantiene enajenada a casi la totalidad de la raza, sino hundida en una esquizofrenia inevitable. En fin, vainas del viejo Platón.