sábado, 30 de junio de 2018


Caracas: un cielo azul pintado por guacamayas

Caracas ya no es un nombre, sino un espacio que muta a cada instante que se nombra, y su nombre antiguo parece estar obligado a perseguir cada día eso nuevo que termina siendo ella, para nunca dejar de parecerse a lo que convocan esas tres sílabas del ancestral fonema indígena de los caribes.

Caracas es una metáfora, con nombre de ciudad que puede significar muchas cosas a la vez, la alegría, la derrota, la victoria, la esperanza,  la tristeza, la exuberancia, la pesadumbre, la abundancia y la penuria, la parranda y la nostalgia de soñarnos algo que queremos ser y ya no somos; pero sobretodo Caracas es una forma de vivirla inventada por nosotros mismos.

La complejidad de Caracas, lo que la hace difícil es que las ideas que existen sobre la ciudad se yuxtaponen y terminan definiendo su realidad geográfica, entonces Caracas termina siendo una idea de ciudad convertida en accidentada metrópolis. Por eso Caracas tiene mucho de esnobista y novelera, quizás sea esa la razón por que la vive aferrada al cerro el Ávila, su eterno espíritu vigilante, la animada y sempiterna cordillera que la separa de ese mar de embrujo que es el Caribe. El Ávila, un puente entre esas dos realidades a veces complementarias, otras irreconciliables; testigo único de las desnudeces de sus vestimentas, de las mudanzas de su rostro.



EL martes llegamos a esa Caracas en las tempranas horas de la mañana, poco después del amanecer, y esa es la hora que debes mirarla bien, porque es la única cara de bondad que te mostrará a lo largo del día. El negro Jo y yo íbamos entrevistarnos con el propietario de una planta de televisión que deseaba una asesoría para hacer una reingeniería del formato de su noticiero.

Subimos por Bello Monte hasta llegar a la cima de las colinas, llamamos al Gordo quien vendió la idea de hacer los cambios y nos presentó como una opción. Era una hora antes de lo acordado. Pueden venirse ahorita, pero deben esperar en el jardín de atrás, o en la panadería que está más arriba a que yo los llame, todavía no los puedo hacer pasar, aquí hay una gente importante reunida y ustedes son periodistas y se trata de mantener la confidencialidad de quien se reúne con quien, nos dijo. Entendida la seña del Gordo, nos fuimos a esperar tomándonos un café.

Cuando te bajas frente a la panadería el clima de esa parte del valle caraqueño te abraza con una brisa calma y fría, enseguida te reciben los graznidos de las inmensas guacamayas que brotan de todos lados, asomándose desde los árboles en medio de su abundante vegetación, resaltando en medio del tupido verde su largo plumaje de azul destellante de metro y medio de largo y su penacho amarillo.

Verlas revolotear entre la inmensidad serena de la calle le pone un acento bucólico a esa hora del día, pero entrar a la pastelería y verlas caminar sobre la barra al lado de la máquina de hacer el café “expresso”, y aletear sus alas para hacer su viaje corto entre una mesa y otra,  una y otra vez, buscando un pedazo de pan, parece una función ensayada de una perfeccionada domesticación.



No son de nadie, comenta uno que se da cuenta de nuestra mirada de asombro, vienen cada día y se van, sólo aquí puedes estar tan cerca de ellas, afuera en la calle ni se te acercan.

Para entrar a la panadería se sube una escalera de 12 peldaños, como quien va a un primer piso. Tiene una puerta de vidrio grande de dos hojas, una de ellas permanece abierta cuando alguna guacamaya lograba colarse en su interior. Afuera, al lado de la puerta, en un largo pasillo que se extiende hasta el fondo  paralelo al local,  bordeado por una baranda, donde había una hilera de no menos de 10 o 15  guacamayas posadas allí con su incesante cotorreo, a las que se van sumando las que los meseros van sacando del local, y ellas van y se posan a esperar las migajas que les dan los comensales.

En algún momento, ante un sonido estrepitoso, todas se echan a volar en bandada, pintando de más azul el cielo caraqueño. Regando con matices índigo el lejano Ávila que despunta con sus picos desde el otro lado de la ciudad.
Eso lo hacen a cada rato, comenta un señor mientras toma un tímido sorbo de café, ahorita vuelven otra vez, y a veces vienen con más, dice, y nos explica que la tradición de las guacamayas azules se ha extendido por todo Bello Monte, donde muchos vecinos las alimentan en sus balcones o ventanales de sus apartamentos.



Creo que hay más de 600 en esta urbanización. Muchas familias han adoptado a su guacamaya, incluso a grupos de ellas, son las mascotas y el símbolo de aquí, señala, y explica que esta práctica se ha extendido a otras urbanizaciones vecinas del Este de Caracas, hasta Baruta sabemos existen personas, comunidades enteras comprometidas en alimentarlas y atenderlas.
Una tradición que comenzó hace unos 40 años con un vecino de aquí que comenzó alimentando una y mire usted por donde ya vamos, dice uno de los asiduos a la panadería quien resaltó que todos los días viene a tomar su café para ver y disfrutar de las guacamayas.

El Gordo nos llama para que nos acerquemos al lugar de la reunión. Salimos de del café y su algarabía de guacamayas.

A esa hora el cielo es como un mar inverso. Las nubes se devoran unas a otras como inquietos tiburones hasta desaparecer del esmaltado añil caraqueño que en ese instante en más azul gracias al incesante vuelo de las guacamayas que cada día cruzan el cielo para que nunca pierda su color.


La filosofía, esa mujer mutilada al nacer

¿Filosofía Para Qué?, es un programa radial donde se permite mirar las cosas desde el asombro y buscar sus posibles respuestas en el quehacer del pensamiento creador y trascendente. Se trata de construir una puerta de salida de emergencia al mundo utilitario. Una especie de Prometeo que suelta sus cadenas tras recibir lecciones de un Houdini, serviría como metáfora. Filosofía Para Qué? Es dirigido y moderado por el periodista y profesor de filosofía Douglas González. Lo que sigue es la transcripción de la primera parte del programa titulado: La Filosofía, esa mujer mutilada al nacer, transmitido el 23-06-2018.

¿Por qué hablar de una filosofía mutilada o incompleta?  Más que leer una historia momificada de la filosofía, como son casi todos los manuales, hay que aproximarse a ella en función al hombre, a una forma de vida. ¿Que la generó? ¿Qué la motivó? Para ello es preciso indagar, buscar evidencias de cómo se desarrolló realmente el pensamiento desde los pensadores antiguos hasta la  invención del último Dios de la antigüedad, con el que se inaugura la era del cristianismo y luego como contraposición surge en el horizonte el gnosticismo.



CONTRADICCIONES
Toda historia de la filosofía comienza con los presocráticos, la llamada filosofía antigua de la que se conoce muy poco. Ante esto nos preguntarnos ¿qué conocemos de ese pensamiento antiguo, como nos llegó ese conocimiento, completo o incompleto? ¿Quiénes son los presocráticos? Se supone los pensadores que existieron antes de Sócrates, lo cual si revisamos la lista de nombres que integran ese corpus nos daremos cuenta que es un error,  porque se incluyen pensadores que existieron antes de Sócrates, durante la existencia de Sócrates e incluso mucho después de su muerte, aquí surge la primera confusión.

También se nos enseña que la filosofía apareció en Grecia, entre los siglos IV y V antes de Cristo, segunda confusión, que parte del fundamento del pensamiento euro centrista. ¿Qué se ha pretendido significar con esto? ¿Es qué antes de los griegos no existía ningún pensamiento sistemático, cuestionador y crítico sobre las cosas?

¿Fueron acaso los griegos inoculados por una inteligencia superior, digamos extraterrestre? ¿si? Porque así quieren darle un brochazo sobretodo los seguidores del pensamiento especulativo, igual como quieren anular el auge que tuvo la cultura egipcia, otro brochazo más comentando cosas como que eso no lo pudo concebir la mente humana,  que seguro vinieron los extraterrestres y lo hicieron, y pare usted de contar, lo demás es historia fabulada, como todos sabemos. Aclaramos, primero no vinieron ningunos extraterrestres, la filosofía no nos vino del cielo en un Ovni, el único cielo que se permite aquí, es el de Platón donde según él, está el mundo real, el de las ideas, este de aquí abajo es una copia, una mala representación, como uno de esos bolsos Louis Vuitton, fabricado en China.

Pero si usted es de los que no se conforman con recetas, y le gusta indagar, revise  las raíces de la filosofía y encontrará que los griegos de esa época que se preguntaban el porqué de la cosas tuvieron un intercambio activo y fueron muy influenciados por  ejemplo con los pensadores hindúes, llamados gimnosofistas en esa época, los actuales yoguis. También con los sabios de Mesopotamia, actual territorio de Irak, con una gran tradición de pensamiento, descendientes del famoso imperio de Ür, muy dado al desarrollo de doctrinas secretas. De igual manera lo tuvieron con pensadores del Sur de Italia, Sicilia, de China y Egipto.




INFLUENCIAS
Eso nos indica dice que muchos pensadores, filósofos en sí, pero sin llamarse con ese nombre preciso, siglos antes del cristianismo ya buscaban la explicación y un sentido conceptual en la realidad.

¿Ahora preguntémonos cuánto nos separa de la gestación de esa forma de pensamiento? ¿20 o 25  siglos? Que nos ha llegado realmente?  ¿Cuál fue el legado? ¿Qué se descartó en el camino, qué eliminaron? ¿Qué se manipuló? ¿Qué se conservó y bajo qué interés?

Hay un hecho indudable, se perdieron muchas obras, incluso de períodos completos y de algunos de sus pensadores nos ha llegado muy poco. De otros, quizás pudieron haber sido mucho más significativos, no los conocemos. De los textos de la filosofía antigua sólo nos llegaron fragmentos, que no son fieles expositores de una forma de pensamiento en toda su complejidad. Y todos arrancamos la filosofía con una base parcial digamos con una mínima parte.
Pero no a todos pasó lo mismo, tomemos el caso de Platón de quien nos llegaron unas 2 mil páginas, sin huecos, totalmente legibles. ¿Pero por eso podemos tener una comprensión del pensamiento platónico? Hay un largo trecho de transcripciones y traducciones, que son otra forma de interpretar, a  Platón desde que escribió  a mano hasta llegar a la edición de los 25 tomos de sus obras completas.

ORIGINALES Y COPIA
La primera versión, después de la original, fue la de los escribas que la copiaron, así fue transmitida por varios siglos hasta el XIV, que data uno de estos últimos originales antes de pasar definitivamente a la imprenta. Desde entonces hasta ahora la obra de Platón  no se ha copiado menos de una docena de veces. Además, casi toda la filosofía platónica y neoplatónica que conocemos nos llegó traducida y acomodada por Plotino, un pensador clave entre el saber antiguo y la fundación de la escolástica. ¿Qué manejos pudo hacer Plotino a ese Platón original que se le entregó en sus manos, y que utilizaría como piedra angular de la teología?

Se ha perdido algo, y es algo que debe precisarse al hablar de la filosofía, los fundamentos de su antigüedad, y su historia. Sabemos que los presocráticos fueron pensadores utilizados, puestos en perspectiva porque, de cierta manera, fueron explotados por otros filósofos y se ha perdido el sentido del contexto real de sus obras.

EPICURO
Tomemos el caso de Epicuro quizás uno de los más emblemáticos, y uno de los pensadores de más influyentes de la época helenística, fundador de una escuela de pensamiento hedonista, que tuvo su asiento físico, en un paraje que ha sido descrito como apacible en las afueras de Atenas, el propio “locus amoenus”, el  “lugar idílico” en latín, sitio que posteriormente se conocería como el jardín de Epicuro.

Contrario a Platón Epicuro enseñaba la profundidad del pensamiento a los jóvenes. Como todo representante de la filosofía antigua, Epicuro no se limitaba a impartir un saber teorético, sino que enseñaba un estilo de vida, que es como nace originalmente la filosofía, como una comunión con el hacer y el pensar. La vida en aquel jardín era frugal y sencilla, con acento en la igualdad y  el ascetismo, y como fundamento principal la amistad y la práctica común de los llamados ejercicios espirituales destinados a la búsqueda compartida de la felicidad, la vida serena.

De Epicuro se conservaban muchos fragmentos hasta que en siglo XX, en excavaciones realizadas en Herculano, la población que quedó sepultada por la lava, tras la erupción del volcán en la isla de Pompeya, fue rescatado un gran volumen de textos epicureístas  de la casa de un hombre rico que tenía la más grande colección de textos de epicúreo jamas encontrada y hasta ese entonces desconocidos, y que dieron a conocer otros aspectos del pensamiento del filósofo de la Isla de Samos, quien según Apolodoro de Atenas, la escritura de sus obras superaba en miles a las de cualquier otro pensador de su tiempo.

El principal problema que nos encontramos al abordar a los filósofos presocráticos es que de manera deliberada se invirtieron los términos de sus enseñanzas. Se ha convertido su filosofía en un corpus esencialmente teórico y se ha relegado a un segundo plano su aspecto práctico. Algo que no sólo contradice su esencia, y que en cierta medida le niega su trascendencia.

FILOSOFIA ANTIGUA
La filosofía antigua estaba centrada en ser una enseñanza de una forma de vivir la vida. En la que filósofos como Epicuro, enseñaban su práctica y escribían pequeños textos, frases, máximas, sentencias que estaban destinadas a servir como pautas de acción, y eran de fácil memorización y de uso práctico en todo momento de la vida diaria. Epicuro utilizó la forma epistolar, cartas, en las que explicaba desde lo relativo al comportamiento de los átomos, sus tesis sobre cosmología, antropología, sociedad y ética.

Los textos de Epicuro no sólo fueron saqueados, fue uno de los filósofos antiguos cuyos conocimientos se los apropiaron otros, sino que también fueron destruidos por intereses de competitividad filosófica, posterior a su muerte.
Quizás Epicuro corrió mejor suerte que su contemporáneo Crisipo de Solos, otro autor prolífico, según testimonio de sus contemporáneos, pero de quien no se conservó ni una sola carta.

Con toda la mutilación a la que fueron sometidos los textos de la filosofía antigua, hay un hecho indudable, como pensamiento sigue brindando una opción como posibilidad de vida, ante la crisis, la angustia existencial que eventualmente enfrenta cualquier persona hoy, reflejada en esa  sensación de vacío, decadencia moral, y cierta sensación de incertidumbre, pese a los siglos pasados la enseñanza sigue siendo la misma.

“Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso a filosofar ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse”. Epicuro





El cantante de los cantantes

Nadie te lo dio, fue una canción la que te otorgó ese título y te hizo inmortal, El Cantante, esa que escribió Rubén Blades a tu medida sin saberlo y que tú cantaste como se le canta a los dioses, porque en ella soneaste los rasgos de tu propia vida; ya ostentabas el de La Voz, porque ningún otro cantante había logrado solfear con tanto brillo como lo hacías tú, esas letras nacidas de la mixtura de los ritmos afroantillanos que llamamos salsa, esa sirena de mil voces que igual te contagia de alegría o de una concurrida nostalgia. Pero también tenías ese otro que tú mismo te colocaste, el hombre que camina debajo del agua.

Adorado en los altares de Venezuela, considerado un santo en el Callao, en Perú, tú, Héctor Lavoe, el jibarito de Ponce, un día te llevaste a Puerto Rico a Manhattan e hiciste de esas dos islas un solo país, donde te hiciste celebridad dándole una nueva voz a esa metáfora con título culinario que es la salsa, la del espíritu rebelde, la del desesperado sentimiento del marginado que  exige ser escuchado.

Le diste un hogar a los que no tenían voz ni esperanza, y  por eso mucha gente hizo de la salsa un lugar donde habitar. Donde era posible morirse de pena o bailar al mismo tiempo, porque nada importaba si venía con ese ritmo en clave. Quizás por eso Héctor eres tan imprescindible, que no hay fiesta salsera que se respete en la que no suene uno de tus acetatos de la eternidad.

No se trata de un ritmo que a todos ponga a bailar, sino de un concepto de vida que se te mete por las venas, con la rítmica de las congas, los timbales y el bongó, con su estilo rebelde y agresivo, rematado en ese sonido de los trombones, crudo y en aparente desorden, que retumban como en una comparsa de negros. Ese sonido de calle un tanto irreverente donde tus fraseos exportaban las estampas del barrio, como lo que puede cantar cualquier panita cuando uno se acuña en la esquina a vacilar.

En tus canciones, desnudaste a la vida tantas veces, le arrancaste todas sus vestiduras, y te la sandungueaste, con esa picardía herida, como son los desquites de amor. La desesperanza, la nostalgia, el desamor, la melancolía, pasaron del sentimiento al estribillo de un son montuno arrastrando todo un trajín de recuerdos, cargadas con el lacreo verbal del barrio que te acercaba tanto tu gente, porque era la mejor manera de huir de tus propias soledades, de tus insalvables destierros.

Pero la salsa es un monstruo de mil cabezas que termina devorando a sus hijos, y tu Héctor no fuiste la excepción. Y es que tanta guaracha, tanta rumba, tanto despecho salido de tu voz con el matiz de tus inconformidades, debía dejarte un fallo en el alma, y en ti sumó la incomprensión de tu propia vida.

El mal de amores, la suerte, las penas de sentimiento hondo, fueron las máscaras con las que siempre se te aproximó la muerte bamboleándote con sus excesos, hasta llegar un día a un piso 9 que nunca estuvo tan cerca de la vida como aquella mañana en que saltaste, esa página triste y vacía buscando en el silencio lo que ya no te daban las palabras. Después de eso tu vida fue una nota de silencio, hasta ese día de sudor anfibio del verano de junio de 1993, que volaste alto enlutando al pueblo salsero. 

Pero la verdadera muerte Héctor está en el silencio, y ahí tu inmortalidad, porque nunca has dejado de sonar, sigues conquistando cielos imposibles con sandunga y sabrosura.

viernes, 8 de junio de 2018




Madame Curie: una vida para comprender

Cuando alguien dice que una novela es feminista, se piensa rápidamente en esa narrativa panfletaria, promotora de doctrinas o de fe, algo que creo que siempre terminará asesinando la mejor de las tramas.
Con la novela “La ridícula idea de no volver a verte”, de la escritora española Rosa Montero, asumí el riesgo, pese a la sinopsis que había hecho la editorial de que era una especie de itinerario por el feminismo, pero la firma de Montero daba la suficiente confianza de que nos encontraríamos con  otra cosa, como en efecto sucedió.

“La ridícula idea de no volver a verte”, digamos es una novela histórico ficcional, en la que se relatan aspectos reales los descritos por la misma Curie en su diario personal, y otros que abren paso a la ficción, sobre una vida vivida entre la soledad y el desprecio, por Madame Curie, la descubridora de la radioactividad y la primera mujer en ganar un Premio Nobel, y  de ganarlo dos veces, primero en física y luego en química.  
Utilizando recursos de la crónica, Montero nos entrega el perfil de una mujer que tuvo que luchar contra todo y todos. Desde la incomprensión familiar por sus estudios, al rechazo de sus compañeros.
Curie vivió un auto exilio en su propio entorno, nunca dejó de ser una extraña para los demás, que por su condición de extranjera era como ser doblemente extraña, viviendo en un París, en una época de intensa xenofobia.

Incluso Montero revela las resistencias de la Academia sueca sobre su Nobel, conferido en dos oportunidades por sus brillantes logros en el desarrollo de la física moderna, Pero que en el fondo también fue un reconocimiento a la dignidad de una mujer que jamás abandonó su lucha y sus convicciones.
Una mujer que nunca fue vista en la total dimensión de su talento, sino juzgada según el estereotipo femenino de la época, una mujer que educaría a su hija Irene Joliot-Curie, con tal convicción por la investigación científica, que la llevaría a ganar el galardón, al igual que su madre. Siendo las únicas científicas de una misma familia, en la historia del Nobel de ganarlo tres veces.

Un próximo Nobel para España pareciera estar en camino con Rosa  Montero, Premio Nacional de Periodismo y de Literatura, parece indicar la ruta. Su genial novela “La Loca de la casa”, inaugura una manera distinta de contar las cosas desde la cotidianidad. Su estilo de hacer crónica novelada, o viceversa, le da un  giro al género, porque lo hace  esencialmente desde el periodismo, quizás eso sea lo que marque la diferencia.

La metamorfosis no es nueva, en Latinoamérica y Europa esa posibilidad ya ha sido explorada, sólo que con Montero adquiere otra jerarquía y nuevos matices. Antes muchos novelistas pasaban por el periodismo como etapa previa para llegar a la novela, hoy la novela se escribe desde el periodismo.

sábado, 2 de junio de 2018


La crónica con un pie aquí y otro en la ficción

 Deme tres segundos  que hablo con mi jefe y lo atiendo, dijo, y caminó hacia el fondo del pasillo, hasta una oficina con un ventanal réplica del estilo colonial del resto de la casa, por el que vimos a un hombre bajito, con lentes gruesos, levantarse de su escritorio y decirle a su empleado, Seguro vino por lo del techo. Luego ambos salieron y caminaron hacia la parte de atrás de la casa. No aparecieron más. 
Transcurrieron 40 minutos desde que yo había entrado por el zaguán, ese pasillo exterior de las casas de antes, con la sensación de que atravesaba un túnel donde se cruzan las almas que vienen y se van en su lúdica eternidad. Pegado a sus paredes parecía escucharse el murmullo de los destinos cumplidos, y el de los pedazos de tiempo que se quedaron ahí aferrados a esos nueve metros de antesala imprecisa. Unos, temerosos de volver atrás donde no hay nada y  otros, de salir al exterior donde jamás existirían, porque les bastaba tener contacto con una micro milésima de segundo del tiempo real, actual, para ser desintegrados 250 años después.  



 Desde el  fondo del pasillo vino un hombre moreno, alto, de unos sesenta años, era un albañil, vestía de caqui, y llevaba un sombrero de fieltro de color impreciso entre la arena y el curtido roce de los años. En la suela de sus zapatos parecía tener grabada la urgente necesidad de salir de aquel lugar. Qué riñones tiene esta gente, chico, me dijo, como si me conociera de años. Quieren arreglar todo este techo dándolo a uno tres reales, y se les está cayendo, hasta trapos con yeso y alquitrán hemos quitado de ahí arriba, mientras ellos se quedan con una millonada.

 Me dicen tranquilo maestro que las cámaras de televisión nunca enfocan el techo, Pero carajo chico, es la casa del Libertador, si hacen eso así, este techo se les cae con tres aguaceros más. Y el Presidente viene para acá el próximo sábado y lo peor es que  aquí no ha dejado de llover. 

Salí detrás de aquél hombre siguiendo la urgencia de sus pasos, convencido de que si bien tenía una noticia, sobre el peligro de que se desplomara la Casa de Bolívar, la escribiría como una crónica, abandonando la rígida ortopedia de la 5 WH de la noticia el qué, cómo, cuándo, dónde, por qué, y a su pirámide invertida, Lead, cuerpo y cola.

EL ARTE DE LA CRONICA 
Y es que la crónica es el género periodístico más difícil y exigente, posee una estructura abierta y es de todos el que mayores recursos  literarios aplica en su estructura. Hoy por hoy, la crónica es el género por excelencia  de los escritores, o los que están por serlo en América Latina. 
Y es que nuestra prehistoria literaria, se remonta a eso, a las Crónicas de los Viajeros de Indias, en la temprana edad de la colonia española. Pero siempre jugó un papel secundario como auxiliar de la memoria. Dos momentos importantes marcan la modernización del género, las crónicas de Nueva York de José Martí, y el sello definitivo de las escritas por Gabriel García Márquez, el más imitado hasta hacerse tendencia, para quien la crónica es un cuento que es verdad, siempre trabaja con una dosis de realidad.
   


Leer un periódico cargado de noticias redactadas bajo el esquema de la llamada objetividad, es hacer un tour por el tedio y  una manera de reducir la realidad a una fórmula miserable. La crónica es invención, lenguaje abierto, pero sobre todo libertad. Sin duda este género como lo desarrollamos hoy tiene mucha deuda con el Nuevo Periodismo norteamericano y la narrativa cinematográfica. 

Tom Wolf, uno de sus grandes cultivadores, resumiría el asunto así: resaltar la construcción de escena por escena, de manera sucesiva, cada una compuesta por dos descripciones y diálogos, reduciendo al mínimo el uso de los sumarios narrativos.

  UN GÉNERO LITERARIO 
Cuando se asume el periodismo como un género literario, la crónica es el lazo más fuerte de esa vinculación, donde podemos prescindir de lo que es noticia. García Márquez a quien una vez entrevisté (diálogo recogido en una serie de textos: Cuatro horas con el Premio Nobel), me dijo, en todo lugar hay una historia, que está dispuesta a dejarse  contar, si te habla es tuya. 

Desde entonces, lo he tomado como un principio, escribir algo si esa historia me habla. Salvo que sean escritos menores, realmente ejercicios sin importancia como lo que a veces publicas en las redes; o se trate de la columna política (siempre después de escribirla tengo la urgente necesidad de leer un cuento o un trozo de novela), o una reflexión filosófica, algo que en lo personal trato de no hacer mucho, porque siempre terminan siendo el dictado de una de mis clases, y eso aburre. Por lo que creo que Jamás escribiré un libro sobre política, ni uno de filosofía. La literatura es otra cosa, la sientes como algo impostergable, que no puedes dejar de escribir, ni de contar. Es un ejercicio íntimo que va de la crónica, la poesía, el cuento y la novela y que existirá para la gente el día que los publiques.  Otro consejo de García Márquez, escoge un par de amigos a quien mostrarle tus cuentos, o los originales de tu novela, al resto de la gente le interesará el día que lo imprima la editorial. 

No liquidemos a la crónica, ella no es para escribir moralejas, dice Leila Guerriero, gran exponente del género, a manera de alerta, las crónicas no son para dar lecciones de moral, o ejemplos de vida, o superación humana, porque esos son el lugar común que termina asesinando la mejor de las historias. 
Pudiera pensarse que la crónica da para todo, hasta para hermanarse con tendencias para muchos consideradas bastardas, como las que se escriben desde la visión del periodismo Gonzo, o la narrativa Neopunk. Más dirigido a un nuevo periodismo donde se resalta lo underground, los mundos que habitan bajo las piedras. 

Una vez en un foro sobre Nuevo Periodismo, alguien preguntó sobre la noticia como posibilidad narrativa, la mejor respuesta que tuvimos a la mano es que era como un viaje en locomotora a 40 kilómetros por hora, por un paisaje árido, mientras que la crónica es la posibilidad de poner al derecho y al revés la realidad que se te antoje.