viernes, 29 de abril de 2016






¿Vivimos una mentira?


Ningún sistema político de protección y respeto hacia sus ciudadanos como la democracia. De esclavos, siervos, súbditos, únicamente con deberes; pasamos a ser ciudadanos, también con derechos. La consolidación del estado democrático no fue fácil, ni continuada, ni igual a lo largo del siglo XX en los Estados occidentales. Todos, de manera directa o indirecta, sufrieron las convulsiones de los totalitarismos. Parecía que tras las contiendas bélicas y las penurias sufridas, la restauración de las libertades iban a traer, definitivamente, la paz, la concordia, el progreso, el bienestar y la estabilidad. Durante un tiempo, mientras se mantuvo la Guerra Fría, parece que fue así. Después el mundo ha ido cambiando a tanta velocidad que hoy ya no se sabe quién realmente lo gobierna, ¿los políticos, las multinacionales, los servicios de inteligencia…? ¿Quién gobierna hoy el mundo? La sociedad democrática se encuentra sola: desconfía del Estado, desconfía de los partidos políticos, desconfía de sus representados, desconfía de sus jueces (los mejor parados en la obra de Eco), desconfía de sus Fuerzas Armadas, desconfía de sus empresarios y banqueros, desconfía de sus profesionales, hasta desconfía de instituciones seculares, mucho más antiguas que la propia democracia, como es la Iglesia católica. Todos estos estamentos, y muchos más, están salpicados por la corrupción. Una corrupción no legalizada pero en algunos casos sí “autorizada”. El individuo democrático se siente solo, abandonado, inseguro, desamparado, esquilmado por los impuestos que vuelven a ser su único cordón umbilical con el Estado. 

El individuo democrático, que se siente desprotegido, aún confía en otro poder, el cuarto. Aún confía en la prensa libre, independiente, íntegra, incorruptible. Pero ¿qué sucede cuando este poder controlador y creador de la opinión pública también participa de los mismos males? Pero ¿qué sucede cuando los medios de comunicación escritos y audiovisuales mienten, engañan, son cómplices de las manipulaciones del poder, o ellos mismos quieren convertirse en un poder paralelo? ¿Qué sucede cuando los periodistas en vez de investigar, comprobar, cerciorarse de sus fuentes e informar de la verdad utilizan la imaginación, utilizan la ficción como un género periodístico que no literario? Mentiras, silencios, complicidades con las redes corruptas. Las noticias e informaciones transformadas en chantajes, extorsiones, rumores, comunicados interesados, insinuaciones, sombras sobre personas honorables. ¿Qué sucede cuando el periodismo libre e independiente, pilar insustituible de la democracia, se derrumba ante los intereses de un rico propietario prepotente dispuesto a la manipulación de la información y la opinión para alcanzar las más altas instancias del poder político y crear un nuevo totalitarismo moderno con falsos atuendos democráticos? ¿Qué sucede cuando no son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que crea las noticias según sus propios intereses?

Esta falsa novela de Eco podría ser un ensayo, pero lo enmascara bajo una ciencia-ficción no del futuro sino del pasado-presente

La caída de la prensa en manos irresponsables es la mordaza que los corruptos imponen a la democracia y significa la destrucción de las raíces de la democracia misma. Un periodismo que solo sirve para fabricar dossiers. Esta falsa novela de Eco podría ser un ensayo, pero lo enmascara bajo una ciencia-ficción no del futuro sino del pasado-presente, es todo un alegato contra el estado de ruina en el que ha devenido la sociedad italiana desde el fascismo hasta nuestros días. Un alegato demoledor. En una ficción literaria no hay por qué demostrar nada de lo que se dice, por lo tanto la realidad de lo que se cuenta queda en manos de la reflexión de cada lector. Pero el lector avizor se dará cuenta de que lo que habla Eco, más allá de los aditamentos novelescos, tiene muchos visos de verosimilitud. A veces la realidad sobrepasa a la imaginación.

¿Mussolini vivió, sobrevivió, fue apoyado por los americanos para combatir al comunismo? Desde luego su ideología no desapareció. La política italiana está repleta de oscuridades que Eco trata de sacar a la luz: “La sombra de Mussolini, dado por muerto, domina todos los acontecimientos italianos. Yo diría que desde 1945 hasta hoy, y su muerte real desencadena el periodo más terrible de la historia de este país, implicando al stay-behind, a la CIA, a la OTAN, a la Gladio, a la logia P2, a la Mafia, a los servicios secretos, a los altos mandos militares, a ministros como Andreotti y a presidentes como Cossiga y, naturalmente, a buena parte de las organizaciones terroristas de extrema izquierda, debidamente infiltradas y manipuladas. Por no decir que Aldo Moro fue secuestrado y asesinado porque sabía algo y habría hablado…”. La política italiana está repleta de connivencias entre todos los estamentos del Estado de un lado y de otro. ¿Berlusconi (al que no se le cita pero está omnipresente), un nuevo caudillo? Quizá lo intentó.


El estado de enfermedad de la democracia italiana puede encontrarse en una fase más peligrosa que el resto de las democracias occidentales, pero las otras también deben tomar buena cuenta de sus males. El periodismo es un eje fundamental para la regeneración, un faro que debe iluminar los pecados mortales de los demás y los propios. No hay sociedad libre sin prensa libre. Algo tan sencillo pero, a la vez, algo tan difícil. [César Antonio Molina - EL PAIS /España]

domingo, 17 de abril de 2016


Bradbury: El Hombre Ilustrado
y un transhumante de bibliotecas

Cuando Ray Bradbury publicó el Hombre Ilustrado, causó gran impacto la maestría de su narrativa  que muy al estilo de la Mil y una noches comienza con un prólogo que al mismo tiempo es un relato, que por sí mismo sirve de presentación enlazando al lector con las otras 18 narraciones extraordinarias, sin que en realidad haya ninguna relación entre una y otra. El hombre ilustrado no sólo es una historia magistral –la literatura jamás volverá a ser la misma después de haberlo leído-, sino que se nos presenta como el leit motiv  de los otros cuentos reunidos en ese volumen, porque es a partir de su historia que nacen las otras 18 que escribió Bradbury y que integran ese volumen.


Tatuado por una viajera del tiempo, el hombre Ilustrado, al igual que Caín, el filicida bíblico lleva en su cuerpo la marca de su propio estigma: “Tenía el cuerpo brillante y tatuado con unas ilustraciones que predicen el futuro”, en conjunto son una especie de maldición que pesa sobre él, no sólo toda su piel está tatuada, hecho que por sí mismo sirve para ser incluido en los catálogos de las grandes pesadillas, sino que sus ilustraciones tienen vida propia y predicen el futuro, al igual que la visión apocalíptica del profeta Juan en la isla griega de Patmos. Pero estas también revelan a quien las observa detenidamente el espanto de las escenas de los sucesos catastróficos que sobrevendrán en el futuro de su destino.
 La historia del hombre ilustrado, como la de Sherezade del relato las Mil y Una Noches, por sí mismas ya logran toda justificación como textos únicos de la literatura, y logran trascender el conjunto de narraciones que las acompañan.
La primera, el hombre ilustrado, en cierta medida es sucedánea del Somnium Astronomicum, texto que escribiera en 1634 Johannes Kepler, y se supone es la traslación soñada de un libro que relata las serpientes que habitan en la Luna, considerado uno de los textos inaugurales del género de la ciencia ficción (temas fantásticos apoyados en datos científicos que los revisten de cierto factor de posibilidad).
La segunda, Las Mil y una Noches es heredera del sueño que se intercala en historias que tratan de fundamentarse en la vida real, de la que toman prestados datos de su geografía, personajes, costumbres, hechos y época, algo propio de los relatos medievales, donde realidad y sueño suelen confundirse, al invadir uno la dimensión del otro con tal sutileza que el fenómeno pasa desapercibido y se juzga como existente.


Las Mil y una noches, es la historia de una bella mujer que evade su sentencia a muerte cada noche contándole fantásticas historias, que parecen nunca tener fin, a un Rey resentido y amargado por la infidelidad de su esposa, a quien veneraba, y pese a ello ordenó cortarle la cabeza al descubrir que le era infiel. Sentencia que también promulgó para cada mujer que en el futuro compartiera su lecho, sólo viviría con él una noche y al amanecer inmediatamente sería decapitada. La historia sexual de Sherezade no es relevante y el autor o los autores prescinden de ella, al igual que cualquier lector pudiera prescindir de las otras 1000 historias de su conjunto narrativo y de igual manera su mente seguiría acompañando la historia de una bella mujer que alimentó con la sed por lo fantástico durante una noche que duró dos años y nueve meses (mil y un días), dejándonos cuentos poblados por su mágica trascendencia.
Igual ese otro libro alimentado por el prodigio de lo fantástico que es el Hombre Ilustrado de Bradbury, pudiera excluir sus otras 18 historias y no perder un ápice del hechizo que lo ilustra. En su prólogo Ray Bradbury dice haberse encontrado con el Hombre Ilustrado “una tarde calurosa del mes de septiembre” en la región de Wiscosin. La imagen que nos describe es la de un hombre abrumado por el peso de su propia piel que lo condena a ser excluido de la vida tal como la conocemos, sin trabajo, sin amigos, sin familia, sin amor, por esa especie de sueños de sueños que han sido tatuados  en toda la membrana que cubre su cuerpo, y que son el motivo de sus infortunios. En medio de su tormento busca la paz que le es imposible, pero también busca ejecutar una recóndita venganza: “He buscado esa bruja todos los veranos, cuando la encuentre la mataré”, dice al referirse a la mujer que le tatuó esa especie de Aleph, primera palabra del alfabeto hebreo, y de dios -según la cábala-, y que en sí misma posee todas las otras que le suceden y por ende a todas las cosas por nombrar.


“Cuando las imágenes comienzan a moverse, me despiden. Ocurren cosas terribles en mis ilustraciones. Cada una es un cuento. Si usted las mira atentamente unos pocos minutos, le contarán una historia. Si las miras tres horas, las narraciones serán treinta o cuarenta, y usted oirá voces, y pensamientos. Todo está aquí, en mi piel, no hay más que mirar. Pero sobretodo, hay cierto lugar de mi espalda… -El hombre ilustrado se volvió- ¿Ve? Sobre mi omóplato derecho no hay ningún dibujo. Sólo una mancha de color.
“Cuando he estado con alguien un rato, ese omóplato se  cubre de sombras, y se convierte en un dibujo. Si estoy con una mujer, al cabo de una hora su rostro aparece ahí, en mi espalda, y ella ve toda su vida…cómo vivirá y cómo morirá, qué parecerá cuando tenga sesenta años. Y si me encuentro con un hombre, una hora después su retrato aparece en mi espalda. Y el hombre se ve a sí mismo cayendo en un precipicio o arrastrado por un tren…entonces me despiden”.
 Ray Bradbury no sólo asombra por su prolífica imaginación de la que también nos hace entrega en otra de sus clásicas narraciones: Farenheit 451 -relata el sombrío y horroroso destino de un cuerpo de bomberos cuyo objetivo no es apagar incendios, sino el de provocarlos para quemar libros-; también asombra por haber sido un joven que se formó a sí mismo como escritor, únicamente acudiendo a las bibliotecas que tenía acceso y leyendo todo lo que podía leer en su tiempo libre.


Paradójicamente nunca pisó un aula universitaria, pero sus libros son estudiados ampliamente no sólo en las universidades estadounidenses, sino en la de todos los países del mundo que se estudia la buena literatura de ficción.
Siguiendo a Bradbury pudiéramos preguntarnos: ¿Cuál es la mejor edad para leer? Creo que todas, sería una respuesta previsible, y nada reveladora. En cada etapa de la vida el hábito de leer hará de nosotros un navegante de conocimientos y experiencias, que suman un cúmulo de tiempo existencial vertido por otros, al que difícilmente accederíamos como por nosotros mismos porque la existencia humana físicamente no posee esa multiplicidad ante lo temporal, que sí nos otorgan el intelecto y la imaginación.
Sí de todas las edades tuviéramos que escoger una en específico para decir cuál es la mejor edad para leer, no dudaríamos en apuntar a la infancia y la juventud, son las etapas donde incide más el carácter formativo de la lectura, como un aula abierta del conocimiento.


Ray Bradbury, quien fue un autodidacta en materia literaria durante toda su vida, en 1999 fue recibido en el Salón de la Fama de la asociación de escritores de Ciencia ficción de los Estados Unidos. Bradbury un humilde muchacho muy pobre se hizo escritor autodidacta, formándose con la lectura de libros, lo que hizo de él un eterno trashumante de bibliotecas, “soy un habitante de bibliotecas desde siempre”, dijo en una entrevista publicada en el periódico El Mundo de España. Bradbury no sólo se ha convertido en un escritor consagrado, cuyos libros siguen inspirando la fantasía de muchas generaciones, sino que muchas de sus obras han sido llevadas a la gran pantalla hollywoodense. Bradbury, es un ejemplo de la formación que se puede alcanzar a través del libro que es un instrumento de enseñanza por sí mismo. Cuenta que en sus años de juventud era un ávido lector que con el tiempo –debido a su apego a ese mundo que se desdoblada en miles que es la Biblioteca- comenzó su interés en escribir, “fui un niño pobre, así que todo lo que leí lo leí en las bibliotecas. Si tocas una biblioteca me tocas el alma”.


domingo, 10 de abril de 2016


No se escribe como se habla

Tras el desembarco de la era de las nuevas tecnologías, con las computadoras, el internet, los sistemas de comunicación digital y las redes sociales se ha perfeccionado la penetración de la cultura de los medios audiovisuales en el ordenamiento de la vida cotidiana. Es indudable que el mundo digital impone una nueva orbita a los imperativos de la vida colectiva. Esta nueva colonización del Imperio de la ratio thecnica no sólo ha complejizado la aldea global de McLuhan, sino que ha abierto las compuertas a la dimensión de lo fantasmático donde el lenguaje y la imagen son su principales protagonistas. Sin embargo, pese a la significancia de todo este nuevo estadio del conocimiento humano el lenguaje como disciplina encargada de describir la realidad, aún no ha podido desprenderse de las aristas fantasmásticas que lo pueblan, no ha podido acceder a esa condición de disciplina pura, aspecto sobre el que Wittgenstein se pronunció en su momento.


Con los programas de autoedición cualquiera puede hacer una revista o un periódico en su casa. Navegando por la red en menos de una hora cualquier hijo de vecino puede despachar la lectura, tipo manual (informativa, más no formativa) de una de las decenas de resúmenes de la Crítica a la Razón Pura de Inmanuel Kant, que la red tiene a su disposición, lo que para muchos sería suficiente  para pasar a considerarse un ilustrado en filosofía de un solo plumazo.
Lo mismo acontece con esas otras representaciones imaginarias que experimenta quien se inviste de astrólogo porque se suscribe a una página de astrología, o el que se siente escritor tan solo porque cuelga en su estado en facebook un texto, generalmente elaborado a tientas y juntillas, es decir leyendo aquí y allá cualquier libro e imitando párrafos enteros que luego nos entregará como de su propia autoría..
Escribir no es lograr enlazar una cadena de palabras y después cruzar los dedos esperando que en esa brevedad que va entre el momento de la finalización del texto y su posterior revisión, sobre éste hubiese actuado algún misterioso duende que le proveyera de la exactitud gramatical requerida –que no le dimos-, aplique el uso del buen léxico –que no poseemos- y asegurase de que en cada párrafo se aplicara la debida sintaxis –de la cual carecemos-.


Si me pidieran que representara con una metáfora la imagen de lo que creo más se asemeja al acto de escribir, diría que la construcción de una pared de ladrillos. Porque aplica reglas muy parecidas a la construcción de un texto: Para lo cual se requiere de una métrica (como la de las reglas gramaticales) cuya aplicación nos asegura que la pared quede recta y no construyamos un adefesio que bajo la mínima presión se nos derrumbe. También requiere de  un conjunto de ladrillos (que serán las frases construidas). De igual manera requiere de una rítmica, la de colocar el pegamento para evitar que éste se endurezca y pierda toda su flexibilidad, y pueda ser manipulado debidamente para asegurar un mejor acabado. Al igual, todo texto está sujeto a una rítmica que en cierta medida determina la calidad de su acabado estético.
Una centenaria tradición que proviene de los tiempos antiguos designó que el Latín era el lenguaje ilustrado que debía hablar la gente culta y educada. Era pues la lengua oficial. Y por el otro lado estaba la vulgata –de raíces latinas en su estructura idiomática pero mucho más simplificado-, lengua ordinaria que usaba la gente común, así como los pobres y  los del más bajo estrato social. Porque hablar en Latín se hacía demasiado engorroso, y se comenzó con la modalidad de escribir en Latín, pero se hablaba en vulgata. Desde entonces quedó establecida una de las diferencias entre lenguaje oral (coloquial) y lenguaje escrito (formal), tanto en sus proximidades como en sus separaciones.


Uno de los mayores problemas que debemos hacer frente en la actualidad es que la diferenciación entre lenguaje escrito y oral parece haberse olvidado, y vemos día a día incrementarse el empobrecido nivel de escritura que se viene mostrando en las diversas publicaciones de las redes sociales, quienes escriben tan mal como hablan. Todo estudiante que haya egresado de la educación media, del bachillerato en Venezuela, en teoría debería estar capacitado de escribir por lo menos en un nivel básico, pero lamentablemente no es así. Razón por la que luego encontramos egresados universitarios, y hasta, estudiantes de las escuelas de periodismo que no dominan aún el arte de escribir, y les cuesta estructurar una cuartilla de forma coherente con un manejo preciso y eficaz del lenguaje.