domingo, 19 de julio de 2020



Cosas de ángeles


Ud. Los ve, aparecen de pronto, siempre en medio de una calle, donde nunca habían estado antes, en lugares donde nadie los conoce, ni los habían visto jamás, nadie llega a saber cómo ni por qué motivo llegan, ni quien los trae. Un buen día ud. se asoma a la puerta, y ve a uno ahí, parado en medio de la nada, con la mirada pérdida, como si hubiera caído del cielo. Eso pasa con todos, y yo creo, que sí, que caen del cielo, dijo apuntando su pipa hacia un vagabundo desmemoriado que daba vueltas con pasos torpes, alrededor de un árbol de la plaza repitiendo en voz alta un monólogo con palabras de otro mundo.
Ud. Jamás se ha preguntado por qué nunca los ve aparecer de niños, ni de adolescentes, y muy pocos en edad madura, siempre son viejos o muy viejos, y en caso extremo requeteviejos.
Pensemos con lógica y preguntémonos qué hacen los ángeles cuando quedan desempleados, qué pasa con los que pierden su trabajo por alguna negligencia, por un lapsus interruptus en su perfección. Y los jubilados, a dónde van a parar los que llegan al final de su vida laboral, ¿Qué destino tienen los ángeles viejos? Los que ya no pueden volar, ¿tendrán derecho a una pensión de retiro?
Pues no. Nada de eso, una vez usados y mermadas sus capacidades angelicales los mandan para acá abajo, pero no los mandan en sus cabales. ¿O es que ud. no se ha preguntado de dónde salen los locos?  Vienen de allá arriba, son los ángeles desechados del cielo que les han borrado la memoria y les han sembrado un poquito de fantasía por dentro, para que caminen de arriba abajo sin cesar, y desgasten con sus pasos un poco del tiempo de su ya olvidada eternidad.

miércoles, 8 de julio de 2020



Anatomía de la melancolía


La melancolía siempre se ha visto como un mal de amor, y quien sufre la melancolía una víctima del desamor, aunque ésta pudiera también derivar de un estado de estrés, de angustia existencial, o alguna perturbación psíquica de causa indeterminada cuyos padecimientos pueden llevarlos al desánimo, y someter su cuerpo a la privación o al consumo en exceso de alimentos, sufrimientos éstos, que a diferencia del amor, no se les hace poesía, ni se les canta, ni se escriben noveles, obras teatro, ni se llevan al cine.
El amor es propietario de todos estos cánones de la invención estética, quizá porque está libre, despojado de un marco fisiológico y sustentado en lo ideal. No existe un poema a las flatulencias derivadas de un comer en demasía, buscando compensar una perdida afectiva, ni se le escribe una canción a la halitosis descarnada producto de una privación de alimentos por sufrir una pena amorosa, tampoco se le hacen versos a los dolores de cabeza; ni la tensión arterial es un objetivo poético, porque como el estreñimiento y los padecimientos estomacales, escapan del ideal que promueve el imaginario romántico. Por eso al amor se le da una connotación como angelical porque se priva a los amantes de sus necesidades fisiológicas, y se idealizan como los ángeles que no defecan, ni orinan, ni sudan.
La melancolía en la antigüedad era considerada una enfermedad propiciada por un demonio “Daimon”. En la Grecia presocrática, una persona triste, abatida por una depresión, era un alma habitante de la oscuridad que transitaba el lado oscuro de la vida, secuestrada sentimentalmente por el lado oculto de la Luna que los griegos llamaron Selene, de ahí que por siglos se haya asociado la Luna con la locura, el lunático, ya que creían que ella era la responsable del rapto de la conciencia, de instalarle la locura como castigo por haber pecado, ofendido o haber cometido sacrilegio, cuyas visiones alucinantes y espectrales correspondían a las entidades que vagaban en el cosmos lunar, secuestradas en su lado oscuro.

Para los griegos quienes distinguían entre la locura corporal, derivada del alma y la locura divina, el melancólico era un ser afectado por los excesos. La describían como una persona de carácter intransigente, de naturaleza impulsiva, y propensa a los excesos sexuales, determinado por la ansiedad, el mal humor, los impulsos suicidas, el resentimiento y los celos. El mal corporal lo explicaban bajo la influencia de un “Daimon”, una suerte de entidad espiritual entre lo humano y lo divino, demonio, entidad perturbadora que se instalaba en el interior del sujeto afectado para hacerlo presa de sus malas influencias.

El amor como lo conocemos en la actualidad, de arrebato y ensimismamiento, estado de enajenación amorosa era en la Grecia clásica, objeto de una enfermedad, la persona no estaba en su sano juicio, requería de una cura. El suicidio por amor, por parte del amante fracasado, quien se quita la vida para demostrar que su melancolía es  tan profunda que necesita de la muerte y su eternidad para sufrirla, una tradición que al parecer nació con los estoicos, quienes recomendaban el suicidio ante los males irreversibles y demoledores de la existencia.

Robert Burton en el año 1621 publica el libro más controversial y célebre de esa época, renacentista en que la humanidad avizoraba el mundo moderno, del yo, y daba a espalda al oscurantismo de la vida escolástica-medieval, que la historia llamará Renacimiento. El libro de Burton que llevará por título “Anatomía de la melancolía”, describe este mal como el peor de todos los males posibles que pueda llegar a padecer el hombre. “Es un océano de sufrimientos y la cúspide de todas las desdichas humanas. Ningún dolor físico, ningún tormento, ningún hierro candente puede alcanzar sus efectos. Ninguno de los martirios jamás idealizados por un tirano logra igualar los padecimientos y torturas que causa, la melancolía”.

Sacerdote de la Iglesia y director de la biblioteca de Oxford, Robert Burton, en su texto apela al Deimon, demonio, de la antigüedad griega como el “malus genius” origen de su mal, sobre el que admite padecer sufrimiento, y sobrellevar,  “Yo estaba no poco molesto con esta enfermedad a la que llamaré mi Señora Melancolía, mi Egregia o mi Genio Maligno, malus genius”. El libro de Burton es un decimonónico tratado enciclopédico sobre la melancolía, donde éste no se reservó nada, trajinó libros y bibliotecas, apuntes e investigaciones, hizo un compendio con todo lo que pudo reunir para desentrañar la naturaleza melancólica del hombre, en torno a lo cual reunió un vasto conocimiento de las más diversas disciplinas: psíquicas, médicas, psiquiátricas y farmacológicas. Como también hizo una exhaustiva revisión de textos filosóficos, de botánica, historia y  geografía.
Se podría afirmar que la Anatomía de la Melancolía, es la base arqueológica de los síndromes de muchas afecciones psicológicas que se conocen en la actualidad que guardan entre sí una base común con el postulado de Burton, la vinculación psiquis-cuerpo como origen de muchas de estas enfermedades.

Para Burton la melancolía es una afección que encajaba en lo que se conoció la doctrina de los cuatro temperamentos, que hasta finales del siglo XVIII, que mantuvo su vigencia como preliminar manual de psicología y fue el primero en su categoría.
A partir de estos postulados se adoptó la creencia que los estados de ánimo eran una consecuencia de la relación entre la psiquis y la biología de nuestros cuerpos, relacionaba los estados mentales del individuo con los llamados humores, o líquidos corporales, que según su consistencia y característica determinaban y daban prueba de la condición anímica de cada quien.
Los cuatro humores que prefiguraban las afecciones eran la bilis negra que definía al melancólico, ser lánguido y triste; el humor mucoso, que se relacionaba con una persona flemática, propensa a arrebatos y pasiones inmediatas; una persona con abundante sangrado, era el sanguíneo, proclive al nerviosismo, a alterarse por cualquier evento fácilmente y por último la bilis amarilla, propia de un ser lleno de cólera.
Un aspecto curioso del compendio de Burton es que los pobres están exentos de esta categoría de males descritos en los cuatro temperamentos, ellos padecían de la extraña “melancolía de la risa”, caracterizada por explosiones de hilaridad, y se reían de todo, incluso de las desgracias más severas. ¿Será que los pobres analizados por Burton tenían un corazón cínico con cero capacidad de empatía? También pudiese analizarse como un uso recurrente a una herramienta de  distensión, activada como mecanismo de defensa, cuando la persona se enfrenta a algo traumático y angustiante. Más aún si conocemos las condiciones de vida de los pobres de la Inglaterra de la época, sus pocas perspectivas de vida y su nula capacidad de bienestar, la risa sería el recurso de más fácil alcance como respuesta a la ansiedad y la tensión provocada por las privaciones a las que estaban sometidos a lo largo de sus vidas.

¿Además del desamor, cuáles otras eran la causa de la melancolía? Burton apunta una larga lista: un destino prefigurado por los dioses, una condición de la edad, la influencia de las estrellas, una constitución psíquica heredada, el estreñimiento, una menstruación irregular, falta de sueño, un diente roto, una alimentación insuficiente, la falta de sexo, trabajo en exceso, la vagancia. El suicidio figura entre las tendencias de los melancólicos.
Todo lo apuntado por Burton de la teoría de los humores, resulta muy familiar  en sus síntomas a lo que provoca el mal de la sociedad moderna, el estrés, como precursor de estados de ánimo anómalos que puede activar la patología, como una fantasía excesiva, obsesiva, que monopoliza toda la atención del sujeto, el miedo, la incertidumbres, el fracaso económico, el resentimiento, el juego y el estudio sin descanso.

Hasta el final de sus días Burton aseguró que la sociedad está enferma, “todos somos melancólicos, y el mundo está loco”.