viernes, 6 de enero de 2017



EL DIA Y LA NOCHE se repartían por la ciudad como un crucigrama, la ciudad contenía muchas noches y muchas mañanas y atardeceres en un mismo día, pasabas una calle donde despuntaba el amanecer y al otro lado podía estar cerrándose la noche en la madrugada. La gente empezó a perder el sentido original de las 24 horas, simplemente se acostaban cuando tenían sueño. Algunos idealistas les dio por salir a buscar el día y la noche que les pertenecía, pero era una tarea imposible de realizar en medio de esa vorágine de luz y oscuridades que se cernía por todos lados. Lo único que pudieron precisar es que la duración de los días y las noches dependían del estado de ánimo del durmiente que los soñaba. Nadie estaba a cabo de saber cuál era la noche de verdad y cuales eran las aparecidas por las fantasías de un sueño. 
[Aquí como que nadie habla de amor/Douglas González]

miércoles, 4 de enero de 2017



Los Locos

"Cuando la imaginación de los sueños se coló en la realidad y comenzó a alterar las cosas muchos se volvieron locos, porque nadie estaba hecho para soportar una visión tan múltiple, diversa, contradictoria, fantasiosa y exigente, donde lo real había que salirlo a buscar todos los días, como una aguja en un pajar. A eso lo llamaron el mal del sueño aunque era como si estuvieran muertos, porque permanecían deambulando en los laberintos extraviados de la conciencia".
[Aquí como que nadie habla de amor / copyright- Douglas González ]


martes, 3 de enero de 2017

 Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa. [García Márquez]





Fragmento de “Hola Lulú soy Romeo”
[Apuntes de un cuento]

D.G
 “Hola Lulú soy Romeo”, es una sucesión de nostalgias en movimiento perpetuo que no convalidan para el recuerdo, y es que las historias tristes no necesitan memoria –eso leí por ahí-, se llevan a diario por todas partes, igual estarán a nuestro lado cuando crucemos una avenida principal, o si caminamos por una calle desierta y anónima, o si bien topamos con algún callejón de apariencia accidentada, seguirán a nuestro lado.

Tampoco importará el comportamiento climático, si hace frío o calor. Por eso le será indiferente si recurre a ti en medio de una mañana del final de ese mes de tiempo impreciso que es agosto, para venir a esconderse en algún lugar lejos de ti mismo. O si es una de esas tardes frías que suelen pintarse en diciembre. Pero lo que sí es seguro es que donde te agarre lo hará para siempre, y se quedará ahí contigo. ¿Dónde ocurre? La ciudad o el pueblo, no importa es lo de menos, más peso tienen los días que la suceden a eso que fue una entrañable y efímera sensación de felicidad hasta derivar en ese lúgubre descenso que es el desasosiego, el llamado paroxismo de la soledad de quien se asoma una y otra vez a los abismos de la desesperación.

Esta historia puede ser la de un hombre y una mujer cualquiera, si de nombre normal, Laura o María, y la de un hombre común y corriente, y también sobre muchas de las personas que vivieron alrededor de los dos, los que les querían pero creían que no, y los que jamás supieron que les tenían afecto pero descubrieron mucho después que sí, como siempre suele suceder cuando inevitablemente, ya es muy tarde.

Un hombre y una mujer que se amaron con la violenta prescindencia que los apartó de sí mismos hasta convertirse en una transparencia de su ser, como si se tratara de un hecho simulado, pero siendo los mismos y a la vez tan diferentes. Cada uno viviendo vidas distantes más allá del amor que los convocó. Por eso para escuchar historias como estas lo que menos necesitas es memoria, porque el dolor no requiere de ese argumento para elaborar sus propios recuerdos.

La memoria sobra cuando lo que se necesita para escuchar historias como estas es compasión al descubrir que no todas las luchas despiertan al espíritu guerrero, y como a veces el amor no basta para tener las cosas que se quieren y que nunca se llega a doblegar las obsesiones que siembra el apego. Por eso esta nunca será una historia del momento, tampoco teatral, ni cotidiana, es una historia donde el tiempo es lo de menos, pero si las obsesiones y las sensaciones que quedaron registradas en él. Esta historia no necesita que nadie la escriba, ni siquiera que una Musa la inspire, porque cuando se cuenta en momentos hay extravío donde emerge la voz en la garganta y la palabra se borra en ese espacio impreciso donde nace el silencio.