Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que
condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más
efímera cuanto más intensa. [García Márquez]
Fragmento de “Hola
Lulú soy Romeo”
[Apuntes de un
cuento]
D.G
“Hola Lulú soy
Romeo”, es una sucesión de nostalgias en movimiento perpetuo que no convalidan
para el recuerdo, y es que las historias tristes no necesitan memoria –eso leí
por ahí-, se llevan a diario por todas partes, igual estarán a nuestro lado
cuando crucemos una avenida principal, o si caminamos por una calle desierta y
anónima, o si bien topamos con algún callejón de apariencia accidentada,
seguirán a nuestro lado.
Tampoco importará el comportamiento climático, si hace frío
o calor. Por eso le será indiferente si recurre a ti en medio de una mañana del
final de ese mes de tiempo impreciso que es agosto, para venir a esconderse en
algún lugar lejos de ti mismo. O si es una de esas tardes frías que suelen
pintarse en diciembre. Pero lo que sí es seguro es que donde te agarre lo hará
para siempre, y se quedará ahí contigo. ¿Dónde ocurre? La ciudad o el pueblo,
no importa es lo de menos, más peso tienen los días que la suceden a eso que
fue una entrañable y efímera sensación de felicidad hasta derivar en ese
lúgubre descenso que es el desasosiego, el llamado paroxismo de la soledad de
quien se asoma una y otra vez a los abismos de la desesperación.
Esta historia puede ser la de un hombre y una mujer
cualquiera, si de nombre normal, Laura o María, y la de un hombre común y corriente, y también sobre muchas de las personas que vivieron
alrededor de los dos, los que les querían pero creían que no, y los que jamás
supieron que les tenían afecto pero descubrieron mucho después que sí, como
siempre suele suceder cuando inevitablemente, ya es muy tarde.
Un hombre y una mujer que se amaron con la violenta prescindencia
que los apartó de sí mismos hasta convertirse en una transparencia de su ser,
como si se tratara de un hecho simulado, pero siendo los mismos y a la vez tan
diferentes. Cada uno viviendo vidas distantes más allá del amor que los
convocó. Por eso para escuchar historias como estas lo que menos necesitas es
memoria, porque el dolor no requiere de ese argumento para elaborar sus propios
recuerdos.
La memoria sobra cuando lo que se necesita para escuchar
historias como estas es compasión al descubrir que no todas las luchas
despiertan al espíritu guerrero, y como a veces el amor no basta para tener las
cosas que se quieren y que nunca se llega a doblegar las obsesiones que siembra
el apego. Por eso esta nunca será una historia del momento, tampoco teatral, ni
cotidiana, es una historia donde el tiempo es lo de menos, pero si las
obsesiones y las sensaciones que quedaron registradas en él. Esta historia no
necesita que nadie la escriba, ni siquiera que una Musa la inspire, porque
cuando se cuenta en momentos hay extravío donde emerge la voz en la garganta y
la palabra se borra en ese espacio impreciso donde nace el silencio.