La literatura es una expresión inconforme
Por:
Vicente Blanco
“La
felicidad existe y además es una palabra que debe ser de uso frecuente en
nuestras afirmaciones. Es mi consideración personal. Muchas personas me han
preguntado si practico una suerte de nihilismo en relación a la felicidad –por
el sugestivo título de mi novela- , les puedo asegurar que no es así, creo en
la felicidad y además es el único oficio que ejerzo sin protesta alguna, quizás
porque tengo muy presente la sentencia del escritor Jorge Luis Borges, “La vida
debe ser un acto de felicidad”, es decir sólo debe movernos a actuar aquello
que nos hace verdaderamente felices, con
el resto de las cosas seguimos el patrón cotidiano de nuestras obligaciones”.
Así
se expresa el periodista y escritor Douglas González, en una conversación en que
de las precipitaciones propias del diálogo inicial y entusiasta van cediendo su
ritmo al sostenimiento de una voz más reflexiva, a veces profesoral y catedrática,
incluso en los momentos laberínticos de los intríngulis que evoca, describe y
enumera en sus digresiones. Es el estilo de quien se define a sí mismo como un
oficiante de la lectura, algo que reitera cuando le preguntamos sobre lo que ha
sido su experiencia de haber publicado su primera novela: “Nunca jamás digas la
palabra felicidad” en el exterior y no en Venezuela.
-Una
breve satisfacción personal –responde-. Digo breve porque a veces se me olvida,
han pasado hasta dos semanas en que ni siquiera piense remotamente en eso, y de repente me acuerdo e investigo en
internet dónde la están colocando y quién más la está ofertando, porque la
novela se vende impresa en papel fundamentalmente, aunque tengo entendido que
está siendo comercialidad como E-book, libro digital, por un portal llamado
Freebooks. Pero las otras doce librerías por internet venden el libro físico. En
lo personal lo que más me sorprende es la cobertura de mercado que se logra a través
de internet, como eso de estar en todos lados. Principalmente la novela se
vende en su versión impresa en España y por ende el mercado europeo. De hecho
creo que hasta la tienda Ebay, en Inglaterra, estaba ofertando un ejemplar
usado, aún a muy buen precio en libras, es decir hay todo tipo de lectores para
ella. Con la novela me pasa que me levanto un día y me asomo a la red y veo que
la están ofertando no sólo en Amanzon.com, sino en el mercado japonés con
Amazon.jp, o en la India, eso me divierte y me asombra, claro está algo que
juzgo una de las bondades de la globalización, años atrás hubiera sido
impensable.
Nunca
jamás digas la palabra felicidad, fue publicada en España el pasado 12 de
Diciembre 2014, por lo que Douglas González indica que aún es un período muy
corto para hacer una evaluación concreta, aunque advierte: “No es mi primera
novela, tengo tres en proceso de escritura y Nunca jamás digas la palabra
felicidad, fue un capítulo que se me escapó de la que en realidad es mi primera
novela, y que aún no he dejado ir, porque contrario a Nunca Jamás, es una
narrativa por demás exigente, con una complejidad que no posee Nunca jamás, en
la que sólo quise resaltar el peso del anonimato social e ilustrar ciertas
perspectivas de valoración política a través de un a veces sórdido otras
irónico y hasta caricaturesco trhiller policíal, que es como creo que se
comporta nuestra realidad actual, en su mezquina e inhumana lucha por el poder”.
-¿La
trama de la novela se desarrolla en Venezuela?
-Digamos
que Venezuela, pero como No-Lugar, y bajo esa categoría que pertenece al
filósofo francés Marc Auge, surge una realidad sin nombres propios, sin perfil,
ni características como son los No-Lugares, un espacio que ha perdido su
esencia e identidad, un lugar que sólo subsiste para el intercambio. Un lugar
de paso lo es un pasillo del Metro, que permite la efímera transición de las
cosas. Venezuela que ha sido des-socializada ha pasado a ser un No-Lugar, donde
tenemos guerras tan efímeras que ni siquiera trascienden su declaración verbal.
Golpes de Estado que no logran superar en la realidad los primeros cinco
minutos de su anuncio en cadena nacional por radio y TV. Cuando estamos
inmersos en un teatrín de lo efímero, como este, todo apunta a que estás en un No-Lugar,
en un espacio heredado para la transición, aunque esta palabra no le guste a
mucha gente.
-¿Algunas
preferencias literarias?
La literatura
norteamericana, a mí me sucede algo muy curioso, me gusta toda, tanto la elaborada
en los años 30 donde emergió ese movimiento o corriente literaria en Estados
Unidos que se llamó Realismo Técnico, hasta la literatura desarrollada posteriormente,
a lo largo del Siglo XX, y la actual, autores hay un sin número, pero en mi
haber tengo una preferencia nostálgica por las novelas de gansters y detectives
que se publicaron en la egida del pull fiction, de escritores del corte de Mike
Spillane y su célebre detective Mike Hammer. Fui un lector precoz, a los once
años estaba leyendo Dostoievsky, no por intelectual, sino porque lo único que
tenía a la mano para entretenerme eran libros y muchas novelas de trhiller
policial, por lo que siempre los leía, pero a los catorce descubrí a Spillane y
fue cuando sentí que quería ser escritor, y como era de suponer quería escribir
como él. Después fui descubriendo que era la literatura, pero aún le guardo
afecto a mis viejas lecturas sobre Mike Hammer.
-¿La
difícil tarea de ser escritor en América Latina?
-Creo
que el peso alienante de nuestra condición colonial generó a lo largo de los
primeros años una literatura dependiente. Era una especie de réplica de la
novelística que se hacía en Europa o Estados Unidos, quienes ya habían
alcanzado un nivel y técnicas notables. Para ese momento América Latina estaba rezagada,
se ve en la necesidad de dar un gran salto, y se gesta el Boom, ofreciéndole un
nuevo rostro literario al mundo algo que en lo que creo ayudó mucho, esa visión
mítica que se ha tenido sobre América, del nuevo hombre, el nuevo mundo, y es
esta nueva narrativa la voz de esta nueva historia.
Venezuela
un país con poca tradición editorial
“En
este lado del mundo lo difícil es que te publiquen, caso Venezuela siempre
hemos sido un país con poca tradición editorial. En la actualidad las
editoriales, las pocas que aún existen, muchas no salen de ese cliché de la narrativa
caraqueña, donde todas se parecen, o están esperando ver atravesar por sus
puertas a un García Márquez. Mientras que la profusión de títulos que publica
el gobierno, pudiera atrever a decir que el 99 por ciento son muy malos,
ilegibles, creo que Monte Avila ha sufrido una profunda perversión”, comentó
finalmente.