Thomas Pynchon: el outsider invisible
El influjo que ejerce la fuerza de su órbita gravitatoria de su obra es inmenso y perdurable, quien lee a Pynchon le pasa lo mismo que al lector de Dostoyevski, está condenado a recordarlo para siempre.
Hay huellas de su densidad narrativa -que el foro de los academicistas
llaman maximalismo literario- que he
encontrado presente en otros escritores, que podemos encontrar en la novelística
de Paul Auster o en la del japonés Haruki Murakami, en este último, con en la irrupción
de lo fantástico, o en la elaboración de sus atmósferas, para lo cual no ha hecho
falta ningún milagro metafísico, porque Murakami ha admitido su marcada
influencia de la literatura norteamericana, de autores como Jack Keroauc, quien
como Pynchon, formó parte del movimiento Beat de la literatura estadounidense, cuyos
miembros rompieron los viejos moldes y se atrevieron a contar las cosas como
nunca antes se habían contado. Pynchon fue parte de ese grupo y también bebió
del mismo pozo de la irreverencia que alimentó el talento de esos outsiders que
la historia bautizó como la Generación Perdida.
Pynchon al igual que Virginia Woolf,
expone una literatura que es más que una herramienta expresiva, es una forma de
vivir, es el alfa y omega de la existencia; la única manera factible de
respirar el mundo y de explicar y explicarse sus sintomatologías, sus engaños y
la larga cadena que procuran los sentidos, percepciones y su repercusión en las
emociones.
Sin duda, Pynchon es un pesimista
con influencias platónicas, siempre tiene a la mano un boleto para abordar el
tren conducido por el filósofo Arthur Schopenhauer, quien consideraba que el
arte nos libera del dolor de la existencia, porque es una forma de conocimiento
privilegiada, un conocimiento metafísico que tiene que ver con la contemplación
desinteresada de las ideas en su sentido trascendental, es decir en los
términos ya indicados por Platón, de aquello que es inmodificable e
imperecederamente verdadero.
En este sentido Schopenhauer, indicaba
que las ideas son las genuinas objetivaciones de la Voluntad, las define como
especie, arquetipos, lo esencialmente real, universales y genéricas. Las ideas
están fuera del espacio y el tiempo y del principio de causalidad en todas sus
formas porque son eternas e inmutables. Incluso están fuera del alcance del
individuo como tal, que sólo puede conocer cosas individuales, objetos que son
objetivación inmediata de la voluntad y mediata de las ideas, por ser sus representaciones.
Las novelas de Pynchon son mucho más
que buenas historias literarias, son mundos revelados desde el ámbito
imperecedero de las ideas que replican argumentos de eternidad.