miércoles, 14 de septiembre de 2016





El tiempo y los tiempos de la conciencia

El tiempo exterior de los relojes y el tiempo interior de la conciencia nos impide conocer al tiempo como una unidad, sino en una derivada fragmentación. La escritora inglesa Virginia Woolf señalo a este respecto que la única manera de conseguir la visión unitaria en este mundo fragmentado, es a través de la propia e individualizada percepción, con la que elaboramos el mundo de nuestras observaciones cada vez que lo vemos una y otra vez.


En el universo de las pasiones –por ejemplo- el tiempo suele ser un acertijo sin solución. Ernesto Sábato en el memorable capítulo 34 de su novela El Túnel revela la acuciante angustia del tiempo cuando es marcado por las agujas de las emociones, donde en un minuto se puede vaciar la eternidad entera.

“Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes de ese tiempo anónimo y universal de los relojes que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de la muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo […]”.


El tiempo es uno de los elementos obsesos de los enamorados: “Estar contigo o estar sin ti es la medida de mi tiempo”, escribió Borges. Esa obsesión la encontramos en Woolf como representaciones: diálogo que la es del verbo, el tiempo exterior, y el monólogo el tiempo en toda su interioridad. En su obra Virginia Woolf siempre tendrá entre ambos elementos una permanente tensión y reacomodo, tratando de subvertir su visión del mundo una y otra vez, entre el tiempo mecánico observable de los relojes, y los fragmentos de tiempos que habitan el interior de la conciencia humana.

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