Para el filósofo Slavoj Zizek el mundo será otra cosa
Por: Douglas González
Al parecer los países de América Latina que se han embarcado en la aventura de la nueva izquierda nacionalista, caso Venezuela, Ecuador, Bolivia, etcétera, no podrán tener peor derrotero que el que describe el final de una tragedia absurda, países –cada uno en su medida- que se hunden con el peso de su propio drama, conducido por una cúpula política imposibilitada de seguir el nuevo curso la historia, pero sobretodo incapaces de haber tomado impulso desde bases reales, y como lo hicieron con las figuraciones que suelen alimentar las utopías y plantearse de cara al futuro el diseño de un país que jamás existirá, y que además no nos garantiza un lugar en el palco de lo que será el nuevo orden mundial de las naciones, según analiza uno de los filósofos más controversiales del momento Slavoj Zizek.
Por: Douglas González
Al parecer los países de América Latina que se han embarcado en la aventura de la nueva izquierda nacionalista, caso Venezuela, Ecuador, Bolivia, etcétera, no podrán tener peor derrotero que el que describe el final de una tragedia absurda, países –cada uno en su medida- que se hunden con el peso de su propio drama, conducido por una cúpula política imposibilitada de seguir el nuevo curso la historia, pero sobretodo incapaces de haber tomado impulso desde bases reales, y como lo hicieron con las figuraciones que suelen alimentar las utopías y plantearse de cara al futuro el diseño de un país que jamás existirá, y que además no nos garantiza un lugar en el palco de lo que será el nuevo orden mundial de las naciones, según analiza uno de los filósofos más controversiales del momento Slavoj Zizek.
Estos países con denotada vocación errática en la política
que parecen hacer política viendo el retrovisor de las luchas izquierdistas de
la década de los años 60, son rico-pobres,
con una gran circulación de miseria. Anclado
en el continente de los países condenados al olvido económico, por una parte una
nación petrolera, y por otra una republiqueta bananera, ambas, bajo la lupa del filósofo eslovaco Slavoj Zizek, muestran
una realidad en la que parece no esperarle otra certeza en el próximo cruce de
caminos de la historia sino la involución y la decadencia que casi nos coloca
en la misma vertiente de los países africanos –en Venezuela ya se ven indicios
de esa manifestación-, países o modelos de vida de los que casi todo el mundo
quiere escapar, orillas desde todo el mundo ve una sola esperanza común: Europa.
Si bien para Zizek parecen que todas las respuestas por
las que aguarda el mundo están en el viejo continente, donde existe la
expectativa de que se geste un nuevo renacimiento: Otro modelo económico, otro
modelo político y una nueva era refundacional de las naciones. Es lo que ve el
filósofo lacaniano y neo-marxista Slavoj Zizek quien se aproxima a la
virtualidad de este escenario con tono de eficiente predictibilidad, un poco
tanatófilo quizás parte del lastre marxista que carga encima. (Tanatófilo,
a decir de Erich Fromm, son los tipos
que les gusta hablar sólo para predecir aspectos o desenlaces negativos, lo que
en criollo daríamos a llamar: los escoñeta
sueños, seres marcados por la pulsión de la muerte).
Actualmente Slavoj Zizek está convertido en una vedette de la filosofía-, si bien acierta en muchas cosas, yerra en otras tantas. Ya no hay herejías posibles, el mundo las ha consumado todas. La muerte de la izquierda, y las etapas agonizantes del sistema capitalismo, nos colocan frente a una sociedad que necesita reinventarse, primeramente, abriendo paso a la reconciliación de sus antagonismos históricos. A diferencia del filósofo francés Jean Braudrillard quien afirmó el fin absoluto de la izquierda, Zizek apela que la izquierda no llegó a su fin ideológico, sino como modelo político.
Es imposible reflexionar en los argumentos de Zizek a
quien la publicación Foreign Policy
incluyera entre los 100 pensadores globales más importantes, y no verlos en la
perspectiva Venezuela, hoy embarcada en esa inútil empresa alucinante de la
búsqueda del Dorado de la suprema felicidad, que en los últimos 14 años nos ha
vendido como la revolución. Bástese sólo saber que al país se le ha querido
conducir por esa tierra muerta que es el Comunismo, tal como afirma Zizek,
tiempo muerto y con una resultante catastrófica a nivel económico. Un país que
como en Nabimia, El Congo, Nigeria o Somalia, ha sufrido una revolución que sólo ha alcanzado a las palabras, pura retórica,
más con una gran orfandad en su estructuración, cuyo modelo económico radica en
importar casi todos los productos que consume, hasta los más esencial para la
vida diaria (97% en los actuales momentos), mucho de los cuales se han
convertido en verdaderos artículos de lujo, ya no podemos elegir ni qué comer,
estamos obligados a conformarnos con cualquier cosa de la marca que se consiga.
Del capitalismo supuestamente, cosa que dudo, han pretendido bajarnos desde hace 14
años, casi todo por mediante decretos o declaraciones, donde hemos consumido
verdaderas riquezas en repartírle dádivas a los pobres haciéndoles creer que
eso es el socialismo, desconociendo que la pobreza no se soluciona con limosnas
sino generando fuentes de riquezas, y que para bajarse del capitalismo no basta
con declararse socialista y adentrarse erráticamente en una travesía en esa
zona muerta del comunismo, ya descrita por Zizek, y además hacerlo mal,
engendrando un monstruo sin pies ni cabeza. Desconociendo algo que si saben muy
bien sus socios chinos, el futuro de la humanidad está en la tecnología, en el
desarrollo de las ciencias avanzadas, no en las consignas políticas ni regodeándose
venticuatro horas sobre la guerra de la independencia que ocurrió hace 200
años, propiciando todo un desfase histórico-temporal acuciante y alucinante. Nos
imaginamos a los gobernantes chinos o japoneses hablar de su historia con la
misma perspectiva anacrónica que lo han
hecho nuestros gobernantes en los últimos años, y no se ocuparan de pensar la
productividad, de seguro también estarían quebrados.
Las mercancías que se mueven en el libre mercado, representan la jerarquía económica de un país, es su expresión como cultura, la ausencia de una oferta abundante y diversa, rápidamente nos define como lo que Zizek llama naciones “sub-atrasadas”. ¿Qué calificación a decir de Venezuela en cuyos mercados no se consigue casi nada? Relegada al olvido del confort, exiliada de la buena calidad de vida, Venezuela ahora forma parte de los países marginales, como lo ha sido Cuba en las últimas décadas.
Zizek, no disimula su postura frente a la historia actual: hay que huir de las tentaciones autoritarias y reinventarnos desde el legado humanista.
Para mí los acontecimientos realmente emancipadores –señala
Zizek- han sido tres: la primera democracia griega, aún con todas sus
limitaciones, la cristiandad, con la importante idea del Espíritu Santo que
significa que hay una comunidad igualitaria de creyentes, y la Revolución
Francesa. Estos son los fundamentos de Europa. Y conste que no soy uno de esos
estúpidos izquierdistas que creen que hay que abrir las fronteras para que
entren millones de africanos.
¿Qué es lo que está haciendo la izquierda? Nada. Carece
de alternativa.
Ya no tenemos que enfrentarnos a esa dicotomía izquierda
y derecha. El modelo del siglo XX ya no sirve. Ya no se trata de reinventar la
socialdemocracia y su Estado de Bienestar, eso ya no funciona. No sabemos qué
es lo que nos salvará pero que hay que trabajar en diferentes sentidos para
buscarlo, y no hablo de utopías. Porque el liberalismo como tal está perdiendo
Europa, y solo hay dos alternativas, una Europa autoritaria o inventar algo
nuevo.
Un mundo multipolar en el que la República Popular China
tendrá cada vez más voz. “Admiro muchas cosas de los chinos, pero practican el
colonialismo económico de forma muchísimo más brutal que el capitalismo
occidental”.
Para Zizek la izquierda se ha convertido en la fuerza
más conservadora, y por ende dogmatica, retrógada y cercenadora.
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