domingo, 17 de abril de 2016


Bradbury: El Hombre Ilustrado
y un transhumante de bibliotecas

Cuando Ray Bradbury publicó el Hombre Ilustrado, causó gran impacto la maestría de su narrativa  que muy al estilo de la Mil y una noches comienza con un prólogo que al mismo tiempo es un relato, que por sí mismo sirve de presentación enlazando al lector con las otras 18 narraciones extraordinarias, sin que en realidad haya ninguna relación entre una y otra. El hombre ilustrado no sólo es una historia magistral –la literatura jamás volverá a ser la misma después de haberlo leído-, sino que se nos presenta como el leit motiv  de los otros cuentos reunidos en ese volumen, porque es a partir de su historia que nacen las otras 18 que escribió Bradbury y que integran ese volumen.


Tatuado por una viajera del tiempo, el hombre Ilustrado, al igual que Caín, el filicida bíblico lleva en su cuerpo la marca de su propio estigma: “Tenía el cuerpo brillante y tatuado con unas ilustraciones que predicen el futuro”, en conjunto son una especie de maldición que pesa sobre él, no sólo toda su piel está tatuada, hecho que por sí mismo sirve para ser incluido en los catálogos de las grandes pesadillas, sino que sus ilustraciones tienen vida propia y predicen el futuro, al igual que la visión apocalíptica del profeta Juan en la isla griega de Patmos. Pero estas también revelan a quien las observa detenidamente el espanto de las escenas de los sucesos catastróficos que sobrevendrán en el futuro de su destino.
 La historia del hombre ilustrado, como la de Sherezade del relato las Mil y Una Noches, por sí mismas ya logran toda justificación como textos únicos de la literatura, y logran trascender el conjunto de narraciones que las acompañan.
La primera, el hombre ilustrado, en cierta medida es sucedánea del Somnium Astronomicum, texto que escribiera en 1634 Johannes Kepler, y se supone es la traslación soñada de un libro que relata las serpientes que habitan en la Luna, considerado uno de los textos inaugurales del género de la ciencia ficción (temas fantásticos apoyados en datos científicos que los revisten de cierto factor de posibilidad).
La segunda, Las Mil y una Noches es heredera del sueño que se intercala en historias que tratan de fundamentarse en la vida real, de la que toman prestados datos de su geografía, personajes, costumbres, hechos y época, algo propio de los relatos medievales, donde realidad y sueño suelen confundirse, al invadir uno la dimensión del otro con tal sutileza que el fenómeno pasa desapercibido y se juzga como existente.


Las Mil y una noches, es la historia de una bella mujer que evade su sentencia a muerte cada noche contándole fantásticas historias, que parecen nunca tener fin, a un Rey resentido y amargado por la infidelidad de su esposa, a quien veneraba, y pese a ello ordenó cortarle la cabeza al descubrir que le era infiel. Sentencia que también promulgó para cada mujer que en el futuro compartiera su lecho, sólo viviría con él una noche y al amanecer inmediatamente sería decapitada. La historia sexual de Sherezade no es relevante y el autor o los autores prescinden de ella, al igual que cualquier lector pudiera prescindir de las otras 1000 historias de su conjunto narrativo y de igual manera su mente seguiría acompañando la historia de una bella mujer que alimentó con la sed por lo fantástico durante una noche que duró dos años y nueve meses (mil y un días), dejándonos cuentos poblados por su mágica trascendencia.
Igual ese otro libro alimentado por el prodigio de lo fantástico que es el Hombre Ilustrado de Bradbury, pudiera excluir sus otras 18 historias y no perder un ápice del hechizo que lo ilustra. En su prólogo Ray Bradbury dice haberse encontrado con el Hombre Ilustrado “una tarde calurosa del mes de septiembre” en la región de Wiscosin. La imagen que nos describe es la de un hombre abrumado por el peso de su propia piel que lo condena a ser excluido de la vida tal como la conocemos, sin trabajo, sin amigos, sin familia, sin amor, por esa especie de sueños de sueños que han sido tatuados  en toda la membrana que cubre su cuerpo, y que son el motivo de sus infortunios. En medio de su tormento busca la paz que le es imposible, pero también busca ejecutar una recóndita venganza: “He buscado esa bruja todos los veranos, cuando la encuentre la mataré”, dice al referirse a la mujer que le tatuó esa especie de Aleph, primera palabra del alfabeto hebreo, y de dios -según la cábala-, y que en sí misma posee todas las otras que le suceden y por ende a todas las cosas por nombrar.


“Cuando las imágenes comienzan a moverse, me despiden. Ocurren cosas terribles en mis ilustraciones. Cada una es un cuento. Si usted las mira atentamente unos pocos minutos, le contarán una historia. Si las miras tres horas, las narraciones serán treinta o cuarenta, y usted oirá voces, y pensamientos. Todo está aquí, en mi piel, no hay más que mirar. Pero sobretodo, hay cierto lugar de mi espalda… -El hombre ilustrado se volvió- ¿Ve? Sobre mi omóplato derecho no hay ningún dibujo. Sólo una mancha de color.
“Cuando he estado con alguien un rato, ese omóplato se  cubre de sombras, y se convierte en un dibujo. Si estoy con una mujer, al cabo de una hora su rostro aparece ahí, en mi espalda, y ella ve toda su vida…cómo vivirá y cómo morirá, qué parecerá cuando tenga sesenta años. Y si me encuentro con un hombre, una hora después su retrato aparece en mi espalda. Y el hombre se ve a sí mismo cayendo en un precipicio o arrastrado por un tren…entonces me despiden”.
 Ray Bradbury no sólo asombra por su prolífica imaginación de la que también nos hace entrega en otra de sus clásicas narraciones: Farenheit 451 -relata el sombrío y horroroso destino de un cuerpo de bomberos cuyo objetivo no es apagar incendios, sino el de provocarlos para quemar libros-; también asombra por haber sido un joven que se formó a sí mismo como escritor, únicamente acudiendo a las bibliotecas que tenía acceso y leyendo todo lo que podía leer en su tiempo libre.


Paradójicamente nunca pisó un aula universitaria, pero sus libros son estudiados ampliamente no sólo en las universidades estadounidenses, sino en la de todos los países del mundo que se estudia la buena literatura de ficción.
Siguiendo a Bradbury pudiéramos preguntarnos: ¿Cuál es la mejor edad para leer? Creo que todas, sería una respuesta previsible, y nada reveladora. En cada etapa de la vida el hábito de leer hará de nosotros un navegante de conocimientos y experiencias, que suman un cúmulo de tiempo existencial vertido por otros, al que difícilmente accederíamos como por nosotros mismos porque la existencia humana físicamente no posee esa multiplicidad ante lo temporal, que sí nos otorgan el intelecto y la imaginación.
Sí de todas las edades tuviéramos que escoger una en específico para decir cuál es la mejor edad para leer, no dudaríamos en apuntar a la infancia y la juventud, son las etapas donde incide más el carácter formativo de la lectura, como un aula abierta del conocimiento.


Ray Bradbury, quien fue un autodidacta en materia literaria durante toda su vida, en 1999 fue recibido en el Salón de la Fama de la asociación de escritores de Ciencia ficción de los Estados Unidos. Bradbury un humilde muchacho muy pobre se hizo escritor autodidacta, formándose con la lectura de libros, lo que hizo de él un eterno trashumante de bibliotecas, “soy un habitante de bibliotecas desde siempre”, dijo en una entrevista publicada en el periódico El Mundo de España. Bradbury no sólo se ha convertido en un escritor consagrado, cuyos libros siguen inspirando la fantasía de muchas generaciones, sino que muchas de sus obras han sido llevadas a la gran pantalla hollywoodense. Bradbury, es un ejemplo de la formación que se puede alcanzar a través del libro que es un instrumento de enseñanza por sí mismo. Cuenta que en sus años de juventud era un ávido lector que con el tiempo –debido a su apego a ese mundo que se desdoblada en miles que es la Biblioteca- comenzó su interés en escribir, “fui un niño pobre, así que todo lo que leí lo leí en las bibliotecas. Si tocas una biblioteca me tocas el alma”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.