El sensible arte de corregir
Saramago (Premio Nobel 1998), recomendaba corregir un texto tantas veces lo leyeramos, de principio a fin, no menos de quince veces. Es esa pulitura la que la que hara brillar su arte. Publicar un texto sin corrección es quizás un error innoble que no merece ningún escritor, y una injusta casualidad que termina por condenar a la opacidad al mismo texto tal vez merecedor de un mejor destino.
Hace poco tuve una experiencia con el cuento : "Un día cualquiera", por un error de selección de archivo, fue publicado en su original (borrador) sin corregir.
La imposibilidad de acceder a mi blog por varios días, y luego una vez pude hacerlo y comenzar a editar, vino un segundo problema, el texto no guardaba todos los cambios, solo los de las primeras líneas o párrafo.
Después de varios intentos fallidos y no lograrlo pensé en la existencia de un perverso duende de taller -con el que se lava las manos de sus errores de publicación la invención periodística-, se había colado en mi cuento para variar el orden de mis ideas, hacerlo repetitivo, lineal y sin vuelo en algunos pasajes, cada vez que yo apagaba la luz, y convertirlo en su sala juegos donde le daba otra dimensión a mis palabras. Pero aquí el duende era un temporal desajuste tecnológico del que no entiendo nada.
Creo que los 281 lectores que ha registrado el blog visitaron y leyeron ese cuento en particular, merecían ser notificados de la buena "pro" de su corrección, y el cuento sin duda se sentirá contento también de no mostrar las partes impudorosas con las que nació, ya se encuentra correctamente vestido con el lenguaje adecuado y propio de su invención.
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