martes, 12 de enero de 2021


El primer momento

POCAS VECES se da que una película complemente una novela y juntas elaboren una obra de arte, ese es el logro de Desayuno en Tiffanys, novela escrita por Truman Capote, adaptada al cine por el guionista George Axelrod, y magistralmente dirigida por Edward Blake. Truman escribió la gran novela de su tiempo que permitió retratar en una película la época de oro de New York y la de Hollywood al mismo tiempo. La cinta fue protagonizada por Audrey Hepburn, la mujer más hermosa del mundo.

Desde la primera escena la película se revela como un hecho único, hay en ella una poética de la imagen pocas veces alcanzada por el lente de una cámara. La acción tiene lugar en la legendaria 5ta Avenida de New York, que a esa hora es un paisaje solitario, bajo un cielo gris que se descubre con el primer bostezo de una mañana que apenas comienza a despertar, con la nostalgia impresa en la palidez de su amanecer.

Un taxi amarillo despunta desde el fondo de la avenida, como una promesa en movimiento en medio de ese desierto urbano Se detiene frente al gran pórtico de metal que resguarda al macizo edificio de granito, en cuyo dintel está fijada en letras de bronce la palabra Tiffanys, una tienda de diamantes que es el acento que marca la elegancia y exquisitez de la cinta. 

Enseguida vemos descender del taxi a Holly Golightly, la seducción encarnada mujer, viste de negro como una “femme fatale”, sin serlo porque el sinuoso balanceo de su cuerpo al caminar, y su reservada timidez en el andar, sellan su impecable elegancia pero al mismo tiempo le otorgan un matiz de ingenuidad. Holly está enfundada en un traje de cóctel de satén negro, con escote recortado a la espalda, guantes largos negros y un collar de vueltas de perlas blancas, gafas oscuras y zapatos negros de tacón alto. Lleva un peinado de moño vintage, propio de las mujeres sofisticadas que asisten a los grandes salones.

Holly se detiene frente a la vidriera de la tienda de diamantes. Desplegadas en exhibidores de terciopelo negro, están expuestas las joyas más caras del mundo, ella saca de una bolsa un croissant y un café que son su desayuno.

La música de Henry Mancini, con su canción “Moon river", hace el resto bañándonos como una lluvia, nos va llevando por un río de emociones que nutren de mayor fantasía esa historia que echa volar la imaginación. Holly pasea por la acera frente a las vidrieras tomando café y comiendo croissant, extasiada ante el lujo de esa numerosa colección de diamantes que ella observa como quien se asoma a las puertas del cielo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.