miércoles, 5 de octubre de 2022


 Este día que quizás fue ayer



Para Gloria, la musa

Este día que quizás fue ayer es un día tan efímero que de haberlo pensado no valdría la pena haberse despertado en él, muchos menos salir a sus calles, caminar bajo su sol, ni junto a su gente, ni mezclarse con las voces que vinieron con él.

Este día es tan corto que pudiera caber en los cinco mililitros de una inyectadora, como si vaciar una ampolla de tiempo se tratara. Es un día en que el cielo ha descendido de su distancia, para posarse más cerca de nuestras  cabezas, con su encapotado de grises tremulantes. Es un día tan angosto como un túnel, que no permite artilugios, ni siquiera me atrevo a sacar los que hay en el cuento que llevo bajo mi brazo.

Este día que quizás fue ayer, voy camino a la oficina de correos donde espero una carta para mi, si es que mi nombre ha logrado colarse en la secreta permutación de los milagros. Llevo el cuento conmigo como si él pudiera servir de testigo en la búsqueda de noticias que lo hagan vivir, en otras palabras, ajenas y confesas de lejanas distancias, fuera de las mías.

En la oficina de correos me informan que no hay correspondencia para mi; ni un delgado sobre a mi nombre. Pero se equivocan, junto al dorso de la puerta destaca un cartel de color sepia amarillento con grandes letras marrones que anuncia a los ganadores del esperado concurso literario. Es la noticia que espero, pero que llegó en sobre abierto, sin destinatario, público. Con vano afán busco entre sus nombres mi nombre propio, pero la lista está vacía, evanescente, como la tarde que ya no existe.

Este día que quizás fue ayer, mi musa y yo hemos quedado sin notificación alguna. Ni primero, ni segundo, ni tercero. Ningún lugar. Regresamos sobre nuestros pasos anónimos, ahorrando cada uno de ellos, porque no sabemos cuántos nos han dado, y mucho menos cuántos nos quedan por andar. 
Volvemos a nuestro laberinto antes de que alguna nostalgia acabe con este instante de dos horas. Vamos de prisa esquivando las gotas de lluvia que todo lo van salpicando; meto mi mano bajo el abrigo, palpo el cuento y por el momento eso me basta.

Es mi secreto premio personal ignorado por ella, y es escribir sólo para sus ojos; ella, quien siempre está aguardando para desnudarse en cada rincón de mis palabras. Sabiéndome guardián de este secreto le doy nuevos ánimos a su mirada triste, y así seguimos haciendo camino tomados de la mano, ella, musa de cada minuto y yo, escritor anónimo intentando escribir algo que pueda retenerse en las formas del viento, de la tierra, en el agua, este día de hoy que quizás fue ayer.

©Copyright. Douglas González



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.