domingo, 23 de octubre de 2022

 Vivir con un escritor 


Por: Gloria Hidalgo 

Hace más de treinta años conocí a  un joven  que poseía  sueños, miradas, poesía y mucho talento,  estaba inmerso en las hojas de sus libros al punto de confundir su propia vida con la de las historias que lo enamoraban cada noche, así un día podía estar en la piel y  de forma fiel en Martin Romaña, o  vestirse totalmente de negro un domingo por la tarde y poder sentir todo lo que podía transmitir Cioran o cualquier otro poeta que estuviera entre sus manos, cada palabra y cada gesto suyo estaba impregnado de metáforas,  pero no solo eso pasaba, también podía suceder que se quedaba  en silencio pensando para luego escribir de forma frenética durante horas sin poder yo dirigirle la palabra pues podía perder el hilo de sus pensamientos.

Libros, autores, librerías, cajas y más cajas de libros eran su mayor tesoro, travesías infinitas de búsqueda de un título, el olor de un libro,  un autor  especifico, podía pasar horas y horas buscando, dejándose guiar por su instinto hasta encontrar lo que buscaba, eso nos podía llevar incluso días en las calles de Caracas, hasta llegar a convertirse en un verdadero placer tanto para él como para mí, amar a un hombre que ama la literatura y la vive es vivir en una eterna aventura, ver las fachadas de las casas e imaginarnos la vida de los que habitaban adentro eran uno de nuestros entretenimientos preferidos.  Así podía yo tropezarme en la mañana con Juan Rulfo a la orilla de mi cama, o con el queridísimo  Gabriel García Márquez y hasta sentir que estaba tomando café en Macondo con alguno de los Buendia. Mario Benedetti también me acompaño infinitas veces con una copa de vino en la voz de mi amado, Milán Kundera con su insoportable levedad del ser, el embarazo de mi hija Oriana fue acompañado del Hobbit de Tolkien, amé a Octavio Paz con sus poemas solares,  y así mientras me enamoraba me  iba empapando dulcemente de cultura literaria, un poquito aquí, un poquito allá, algunos muy densos para mi gusto, otros adorables como mi Bryce Echenique y Virginia Woolf y la inolvidable Tregua de Benedetti.

En fin vivir con un escritor no es tarea fácil, muchas veces la realidad los derrota, la cotidianidad y no les queda otra cosa que volver a sumergirse entre sus libros, sus talismanes dorados para volver a tocar tierra y tener ese equilibrio que solo la magia de la literatura les devuelve, para un hombre que ha nacido para escribir su cueva debe oler a café, a silencio, a miradas delicadas y pies descalzos para no perturbar sus pensamientos y dejarlo volar con libertad. 

Amar a un escritor es escribir cada día la vida, él la mía y yo la suya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.