domingo, 29 de marzo de 2015



La literatura es una expresión inconforme

Por: Vicente Blanco

“La felicidad existe y además es una palabra que debe ser de uso frecuente en nuestras afirmaciones. Es mi consideración personal. Muchas personas me han preguntado si practico una suerte de nihilismo en relación a la felicidad –por el sugestivo título de mi novela- , les puedo asegurar que no es así, creo en la felicidad y además es el único oficio que ejerzo sin protesta alguna, quizás porque tengo muy presente la sentencia del escritor Jorge Luis Borges, “La vida debe ser un acto de felicidad”, es decir sólo debe movernos a actuar aquello que nos hace verdaderamente felices,  con el resto de las cosas seguimos el patrón cotidiano de nuestras obligaciones”.

Así se expresa el periodista y escritor Douglas González, en una conversación en que de las precipitaciones propias del diálogo inicial y entusiasta van cediendo su ritmo al sostenimiento de una voz más reflexiva, a veces profesoral y catedrática, incluso en los momentos laberínticos de los intríngulis que evoca, describe y enumera en sus digresiones. Es el estilo de quien se define a sí mismo como un oficiante de la lectura, algo que reitera cuando le preguntamos sobre lo que ha sido su experiencia de haber publicado su primera novela: “Nunca jamás digas la palabra felicidad” en el exterior y no en Venezuela.


-Una breve satisfacción personal –responde-. Digo breve porque a veces se me olvida, han pasado hasta dos semanas en que ni siquiera piense remotamente  en eso, y de repente me acuerdo e investigo en internet dónde la están colocando y quién más la está ofertando, porque la novela se vende impresa en papel fundamentalmente, aunque tengo entendido que está siendo comercialidad como E-book, libro digital, por un portal llamado Freebooks. Pero las otras doce librerías por internet venden el libro físico. En lo personal lo que más me sorprende es la cobertura de mercado que se logra a través de internet, como eso de estar en todos lados. Principalmente la novela se vende en su versión impresa en España y por ende el mercado europeo. De hecho creo que hasta la tienda Ebay, en Inglaterra, estaba ofertando un ejemplar usado, aún a muy buen precio en libras, es decir hay todo tipo de lectores para ella. Con la novela me pasa que me levanto un día y me asomo a la red y veo que la están ofertando no sólo en Amanzon.com, sino en el mercado japonés con Amazon.jp, o en la India, eso me divierte y me asombra, claro está algo que juzgo una de las bondades de la globalización, años atrás hubiera sido impensable.

Nunca jamás digas la palabra felicidad, fue publicada en España el pasado 12 de Diciembre 2014, por lo que Douglas González indica que aún es un período muy corto para hacer una evaluación concreta, aunque advierte: “No es mi primera novela, tengo tres en proceso de escritura y Nunca jamás digas la palabra felicidad, fue un capítulo que se me escapó de la que en realidad es mi primera novela, y que aún no he dejado ir, porque contrario a Nunca Jamás, es una narrativa por demás exigente, con una complejidad que no posee Nunca jamás, en la que sólo quise resaltar el peso del anonimato social e ilustrar ciertas perspectivas de valoración política a través de un a veces sórdido otras irónico y hasta caricaturesco trhiller policíal, que es como creo que se comporta nuestra realidad actual, en su mezquina e inhumana lucha por el poder”.

-¿La trama de la novela se desarrolla en Venezuela?
-Digamos que Venezuela, pero como No-Lugar, y bajo esa categoría que pertenece al filósofo francés Marc Auge, surge una realidad sin nombres propios, sin perfil, ni características como son los No-Lugares, un espacio que ha perdido su esencia e identidad, un lugar que sólo subsiste para el intercambio. Un lugar de paso lo es un pasillo del Metro, que permite la efímera transición de las cosas. Venezuela que ha sido des-socializada ha pasado a ser un No-Lugar, donde tenemos guerras tan efímeras que ni siquiera trascienden su declaración verbal. Golpes de Estado que no logran superar en la realidad los primeros cinco minutos de su anuncio en cadena nacional por radio y TV. Cuando estamos inmersos en un teatrín de lo efímero, como este, todo apunta a que estás en un No-Lugar, en un espacio heredado para la transición, aunque esta palabra no le guste a mucha gente.


-¿Algunas preferencias literarias?
La literatura norteamericana, a mí me sucede algo muy curioso, me gusta toda, tanto la elaborada en los años 30 donde emergió ese movimiento o corriente literaria en Estados Unidos que se llamó Realismo Técnico, hasta la literatura desarrollada posteriormente, a lo largo del Siglo XX, y la actual, autores hay un sin número, pero en mi haber tengo una preferencia nostálgica por las novelas de gansters y detectives que se publicaron en la egida del pull fiction, de escritores del corte de Mike Spillane y su célebre detective Mike Hammer. Fui un lector precoz, a los once años estaba leyendo Dostoievsky, no por intelectual, sino porque lo único que tenía a la mano para entretenerme eran libros y muchas novelas de trhiller policial, por lo que siempre los leía, pero a los catorce descubrí a Spillane y fue cuando sentí que quería ser escritor, y como era de suponer quería escribir como él. Después fui descubriendo que era la literatura, pero aún le guardo afecto a mis viejas lecturas sobre Mike Hammer.

-¿La difícil tarea de ser escritor en América Latina?
-Creo que el peso alienante de nuestra condición colonial generó a lo largo de los primeros años una literatura dependiente. Era una especie de réplica de la novelística que se hacía en Europa o Estados Unidos, quienes ya habían alcanzado un nivel y técnicas notables. Para ese momento América Latina estaba rezagada, se ve en la necesidad de dar un gran salto, y se gesta el Boom, ofreciéndole un nuevo rostro literario al mundo algo que en lo que creo ayudó mucho, esa visión mítica que se ha tenido sobre América, del nuevo hombre, el nuevo mundo, y es esta nueva narrativa la voz de esta nueva historia.

Venezuela un país con poca tradición editorial
“En este lado del mundo lo difícil es que te publiquen, caso Venezuela siempre hemos sido un país con poca tradición editorial. En la actualidad las editoriales, las pocas que aún existen, muchas no salen de ese cliché de la narrativa caraqueña, donde todas se parecen, o están esperando ver atravesar por sus puertas a un García Márquez. Mientras que la profusión de títulos que publica el gobierno, pudiera atrever a decir que el 99 por ciento son muy malos, ilegibles, creo que Monte Avila ha sufrido una profunda perversión”, comentó finalmente.




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