jueves, 30 de marzo de 2017


Michael Onfray: Vivir desde el saber libertario


Hay varios filósofos que no sólo están de moda, sino que han puesto en la palestra pública a la filosofía y son intensamente mediáticos, casi un fenómeno de masas, quizás este sea el caso del francés Michael Onfray, cuya obra se esparce vertiginosamente por las redes, por las librerías enlazadas en el mercado globalizador, y los videos de sus conferencias son vistos miles de veces al día por Youtube. 

Su filosofía libertaria, que en momentos suena a anti-filosofía, exquisita en lo que elabora su inquietud un tanto nihilista, por así decirlo, le ha valido esa creciente popularidad. Pero Onfray también es seguido por los lectores de la obra de Michael Foulcault, una de sus mayores influencias. En Onfray descubrimos no a un  repetidor de las tesis y planteamientos de Foulcault, sino a un promotor preocupado por llevar el derivado de su relación con el pensamiento del filósofo y teórico social francés a niveles cada vez más amplios de difusión.

Es fácil asimilar su estilo iconoclasta, y seguir sus propuestas irreverentes mientras describe la ruta de cómo aproximarnos a redescubrir ese reservorio para la existencia que es la filosofía antigua, obviando las fórmulas predecibles de un estatus académico que siempre ha apostado por ejercer una especie de secuestro de lo filosófico confinándolo a un saber teorético exclusivo de los claustros universitarios.

Si hay una idea cercana para definir a Onfray es la de un “nietzscheano iconoclasta”. Con un doctorado en filosofía, y más de una treintena de libros publicados, Onfray es hoy por hoy uno de los ensayistas más leídos en Francia y toda Europa.

Seguidor de Pierre Hadot, estudioso y reivindicador de ese otro pensador francés que fue George Palante, a quien por años lo condenaron al ostracismo, por sus posturas ideológicas incómodas, partidario de Deleuze, de Roger Callois, de Bataille y Gualtier, Michael Onfray se define como un heredero de las ideas político libertarias, sobre todo las de Gustave Blanqui, y se considera a sí mismo como un materialista hedonista.

Dice que la única tarea de la filosofía en la actualidad es elaborar respuestas a las interrogantes del hombre ante la vida: ¿cómo fabricar una subjetividad  post-moderna? ¿Qué ética? ¿Qué valores? ¿Qué moral? ¿Qué intersubjetividad? ¿Cómo superar el cristianismo y volver a situar al cuerpo en el centro de toda intersubjetividad? 
Casi todos sus libros han sido punto de polémica, en uno de ellos “Teoría del cuerpo enamorado”, apuesta por un libertinaje anti-cristiano inspirado en la filosofía de Friedrich Nietzsche, y con ello reivindica la pedagogía libertaria.


Es seguidor del modelo de la Universidad Popular creada en Francia en el siglo XIX , inspirada en clases libres donde en su opinión se conserva lo mejor de concepción de la universidad por la calidad de los contenidos transmitidos, y donde la inclusión está abierta a todo público que desee participar sin títulos que presentar ni otro requisito de ingreso, a dónde la gente acude únicamente por el afán de saber, porque es lo único que obtendrán ya que no se otorga ninguna comprobación de los estudios realizados. 

Onfray niega que el saber deba formar parte de la reproducción del sistema social, sino que sea del ejercicio del saber que nazca el cuestionamiento, la iluminación de todo, en lo que pareciera encontrar raíces con otro francés del siglo XVI que fue Etienne de La Boetie, autor del célebre panfleto contra La servidumbre voluntaria, y en las influencias de Henry Thoureau pensador anarco-iconoclasta, promotor de la desobediencia civil, quien postuló que la libertad y la búsqueda de la verdad individual eran el objeto ideal de la realización personal.

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