miércoles, 14 de noviembre de 2018


Veinte años menos


Una gélida y lluviosa mañana otoñal del mes de octubre, cubría como un capote a la ciudad de Ámsterdam, Holanda, en medio de un frío que calaba hasta los huesos, pero una noticia rápidamente hizo entrar a todos en calor encendiendo las redes sociales. Emile Ratelband de 69 años, solicitaba un recurso judicial para rebajar 20 años de su identidad y convertirse legítimamente un hombre de 49 años de edad, tal como dice sentirse.

La solicitud de Ratelband que ha sido recibida por una Corte para examinar su apelación, ha acaparado la atención de la opinión pública holandesa, dividida entre unos pocos que están a su favor y una gran mayoría que está en contra, en medio de un acalorado debate que de las redes ha saltado a periódicos y revistas, y que ha monopolizado el raiting de los principales canales de televisión.

Contrario a lo que dice la letra del bolero de que veinte años no son nada, parece que para  la existencia de Emile Ratelband son muchos, y con una sentencia judicial busca borrar esos años de su vida. Una corporación de productos de belleza ha ofrecido desplegar afiches con el rostro de Ratelband con la pregunta usted cree que merece tener 49 o 69 años, para hacer una especie de referéndum en el que pueden participar todos los ciudadanos enviando un mensaje de texto a un servicio de telefonía celular dispuesto para la consulta.

 Uno de los periódicos de mayor circulación en Holanda, publicó una entrevista con un alto funcionario de la Corte, citado bajo anonimato, quien desestimó que se vaya a admitir tal solicitud por considerarla un capricho pasajero. “Hoy  quiere ser de 49 y vivir aspectos ya superados de su vida, cuando a la vuelta de unos años este cansado y quiera disfrutar de los beneficios propios de  su edad, ¿volverá a pedir se le devuelvan sus 20 años descontados? Nuestro sistema judicial no puede gastar tiempo y  recursos en frivolidades”, dijo.

Las motivaciones de Ratelband, según lo ha declarado, es la soledad sexual, porque aspira superar la limitación que le impone la app para citas románticas y de búsqueda de parejas conocida como Tinder, ya que la edad registrada en su perfil, lo condena a interactuar, únicamente, con abuelas, mujeres, que para carecen de atractivo sexual para él, algo que sería distinto si se cambiara su edad a  49 años. Por lo que se ve Ratelbald considera que de alguna manera su buen aspecto físico ha logrado transcender la barrera condicionante de la edad, aval suficiente para que la justicia levante la sanción cronológica que biológicamente lo sentencia a tener 69 años.

Más allá de lo banal que pueda parecer ésta solicitud, existe un drama en medio de la tragedia que significa envejecer, en un mundo con un extremado culto a la juventud. La vejez en el espejo público se vive como una vergüenza, lo opuesto a la “ilusión juvenil como binomio del poder adquisitivo”, idea que nació con la generación de los Baby Boom, tras los años de la post guerra cuando América fue invadida de jóvenes – con un repunte demográfico-, una nueva generación con una capacidad adquisitiva nunca antes vista, con ellos nació el mercado infinito.

La vejez no es parte de la estética de los mass media, es una suerte de maldición irrevocable, una infracción ante lo bello, ahora la lepra es la arruga a la que hay que expulsar de las vitrinas hedonistas del reino de la imagen. Envejecer es el gran tabú de la sociedad moderna, y Ratelband a sus 69 años lo sabe.

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