FILÓSOFO
Nadie
se convierte en filósofo, ni aunque
estudiemos filosofía nos graduamos de filósofos, ser filósofo es algo mucho más complejo. Tus estudios te pueden llevar a ser un erudito en historia de la filosofía, o ser un especialista kantiano, un versado en el pensamiento de Heidegger, pero no necesariamente te harán filósofo. Los filósofos más iconoclastas -que
son los que más suelo seguir- dicen que todos nacemos
filósofos. Sólo que a la gran mayoría se nos olvida- el niño es el gran
filósofo pregunta y busca respuestas a todo-, a otros, a unos pocos les toca
perdurar, profundizar ese oficio acuciante de indagar con la
palabra y responder la combinación abismal de cada una de sus interrogantes.
La base común de la filosofía es el asombro. En el libro del Teeteo, Platón habla de los primeros filósofos, y dice que a la gente les costaba entenderlos y por eso los llamaron “idiotas” ( idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos (utilitarios), sino sólo de sus intereses). Digamos aquél que no se ocupaba con prioridad de los asuntos básicos de la vida, sino de la búsqueda trascendental de las cosas.
La base común de la filosofía es el asombro. En el libro del Teeteo, Platón habla de los primeros filósofos, y dice que a la gente les costaba entenderlos y por eso los llamaron “idiotas” ( idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos (utilitarios), sino sólo de sus intereses). Digamos aquél que no se ocupaba con prioridad de los asuntos básicos de la vida, sino de la búsqueda trascendental de las cosas.
Filosofar
es preguntarse, la búsqueda de la causalidad, lo que no puede advenir sin causa
que lo haga advenir, pero ¿cuál es esa causa? Es la pregunta dónde nace la
filosofía.
En
su largo devenir, el trabajo de la filosofía ha sido darle respuesta a estas
interrogantes: Para quien pregunta por qué soñamos, por ejemplo, están las
obras “La llave de los sueños de Artemidoro. Las Meditaciones de René de
Descartes, La Ciencia de los Sueños de Sigmund Freud, o algunos de los tratados
sobre el sueño y la vigilia de Clement Rosset. Sobre el derecho a mentir o no
estar obligado siempre a decir la verdad, existe un intrincado argumento
ampliamente defendido por Inmanuel Kant, quien invoca un supuesto derecho a
mentir por cuestiones de humanidad, como
se ve no hay tema de la dimensión humana del que no se haya ocupado la
filosofía.
La
filosofía debe popularizar su alcance, simplificar algunos aspectos de su
lenguaje, y ponerse al alcance las mayorías. Pero en ningún momento puede
suscribirse la idea suicida de “popularizar” el contenido filosófico. Ninguna
idea es tan difícil que no pueda ser expuesta de manera sencilla.
En cuanto a los pensamientos elaborados que se apoyan en palabras complejas y
de mucha especificidad, se debe facilitar una asociación entre un significante
desconocido y su significado explícito, eso por lo general atenúa la dificultad
inicial de comprensión, sin descuidar la magia del discurso filosófico.
La
tarea de la filosofía es hacer daño a la necedad, decía Nietzsche, quizá
haciendo énfasis en el tour de forcé que conlleva la acción de filosofar.
Filosofar
es crear un pensamiento diferente y alternativo, con nivel crítico, de objetivo
elevado que permita una comprensión más clara de lo que nos rodea para
encontrar un sentido para nuestra existencia y un proyecto trascendental para
nuestra vida.
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