jueves, 13 de agosto de 2015


 FILÓSOFO
Nadie se convierte en filósofo, ni aunque estudiemos filosofía nos graduamos de filósofos, ser filósofo es algo mucho más complejo. Tus estudios te pueden llevar a ser un erudito en historia de la filosofía, o ser un especialista kantiano, un versado en el pensamiento de Heidegger, pero no necesariamente te harán filósofo. Los filósofos más iconoclastas -que son los que más suelo seguir- dicen que todos nacemos filósofos. Sólo que a la gran mayoría se nos olvida- el niño es el gran filósofo pregunta y busca respuestas a todo-, a otros, a unos pocos les toca perdurar, profundizar ese oficio acuciante de indagar con la palabra y responder la combinación abismal de cada una de sus interrogantes.
   
La base común de la filosofía es el asombro. En el libro del Teeteo, Platón habla de los primeros filósofos, y dice que a la gente les costaba entenderlos y por eso los llamaron “idiotas” ( idiota proviene del griego ιδιωτης (idiotes) para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos (utilitarios), sino sólo de sus intereses). Digamos aquél que no se ocupaba con prioridad de los asuntos básicos de la vida, sino de la búsqueda trascendental de las cosas.
Filosofar es preguntarse, la búsqueda de la causalidad, lo que no puede advenir sin causa que lo haga advenir, pero ¿cuál es esa causa? Es la pregunta dónde nace la filosofía.
En su largo devenir, el trabajo de la filosofía ha sido darle respuesta a estas interrogantes: Para quien pregunta por qué soñamos, por ejemplo, están las obras “La llave de los sueños de Artemidoro. Las Meditaciones de René de Descartes, La Ciencia de los Sueños de Sigmund Freud, o algunos de los tratados sobre el sueño y la vigilia de Clement Rosset. Sobre el derecho a mentir o no estar obligado siempre a decir la verdad, existe un intrincado argumento ampliamente defendido por Inmanuel Kant, quien invoca un supuesto derecho a mentir por  cuestiones de humanidad, como se ve no hay tema de la dimensión humana del que no se haya ocupado la filosofía.

 La filosofía debe popularizar su alcance, simplificar algunos aspectos de su lenguaje, y ponerse al alcance las mayorías. Pero en ningún momento puede suscribirse la idea suicida de “popularizar” el contenido filosófico. Ninguna idea es tan difícil que no pueda ser expuesta de manera sencilla. En cuanto a los pensamientos elaborados que se apoyan en palabras complejas y de mucha especificidad, se debe facilitar una asociación entre un significante desconocido y su significado explícito, eso por lo general atenúa la dificultad inicial de comprensión, sin descuidar la magia del discurso filosófico.

La tarea de la filosofía es hacer daño a la necedad, decía Nietzsche, quizá haciendo énfasis en el tour de forcé que conlleva la acción de filosofar.
Filosofar es crear un pensamiento diferente y alternativo, con nivel crítico, de objetivo elevado que permita una comprensión más clara de lo que nos rodea para encontrar un sentido para nuestra existencia y un proyecto trascendental para nuestra vida.

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