miércoles, 19 de agosto de 2015



 
 ¿Y por qué a veces la esperanza?
Entre un silencio y otro, él esperaba con el afán que elabora todos los prólogos y que se requiere para armar una esperanza. Es cuestión de fe -le dijeron-, y él pensó en actuar semejante a un monje medieval, siempre anhelante de milagros, sin importar de que cielo provengan y si aún acaso asignado por alguna reliquia escatológica, como el pedazo de brazo incorrupto de San Vicente Martír -que pasean en procesión cada 22 de enero-, al cual todos les piden un deseo, que no es otra cosa que ser aproximado a eso de lo que nos separa la ausencia, a veces una distancia tan lejana como una negación.

Pero pensó la esperanza no es vinculante al deseo, la esperanza es un recordatorio, como una idea latente que no se borra, que recuerda que el Ser está dentro de cada uno. sentía que ese era el brillo de la esperanza que fuera del Ser no existe nada; un detalle que solemos olvidar, el otro es el que reside en la fe, el Ser no habita en otro lugar.

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