sábado, 26 de marzo de 2016


La Premio Nobel Dorais Lessing: más allá de sus cartas “putas” (Parte 2)


Las cartas “putas” de Doris Lessing (Premio Nobel 2007) a uno de sus ex amantes, no sólo han mostrado las apetencias que solía reclamar su cuerpo y la desbordada sensualidad que le imprimía a los actos más temerarios de su vida, sino la gran distancia que siempre quiso interponer entre su vida y la influencia gravitante de sus padres, la que se convertiría en una de las condicionantes que la acompañaría hasta el día de su muerte.
El drama de Lessing con sus padres –y que servirá de base a su futura literatura-comienza cuando estos se mudan de Persia (actual Irán), donde su padre Alfred Tayler, prestaba servicios como Capitán del ejército británico –y donde la familia tuvo oportunidad de compartir roles de clase social con un nutrido grupo de amistades-. Caso contrario resultó su mudanza a Rodhesia del Sur, en África colonial, país donde su padre compró una granja atraído por las promesas de un rápido y próspero desarrollo que nunca llegó. Año tras año Doris observó un mundo familiar en declive, unas trajes de gala nocturnos que nutrían los guardarropas y que nunca tuvieron oportunidad de usar, alejados como estaban de las candilejas de las ciudades, y convertidos en conformistas granjeros, su padre un estirado, ex militar, cuya mayor gloria era haber luchado en la primera guerra mundial, quien siempre mostraba un estilo muy afectado y marcial, que Doris siempre consideró fuera de contexto y su madre, Emily –una ex enfermera que conoció a su padre durante su convalecencia-,  aún circunscrita a sussueños y  apetencias por un lejano mundo “eduardiano” apegado a las artes y la moda, del que estaba cada vez más distante –prejuiciada por sus tardías influencias post-victorianas-, quiso llenar su hogar de efímeras pretensiones aristocráticas que en realidad jamás tuvo a su alrededor. Frustrada por la incompatibilidad de su ideal con el mundo real que la rodeaba, la madre de Doris se refugió en un carácter severo, controlador y mudo emocionalmente.


La primera literatura de Doris Lessing reflejará la contradicción de estos mundos ambivalentes que giraban en torno a ella; donde lo emocional y lo lineal tendrán  una determinada preponderancia. Más adelante cuando su narrativa comience su proceso de madurez –tiempo para que el que estuvo que alejarse de todo lo que le limitaba existencialmente, para abordar el encuentro consigo misma: familia, matrimonio, obligaciones, lo que la llevó a entregar sus tres hijos al cuidado de sus familiares, cada uno en su momento.
Pero la búsqueda interior de Doris estaba en la libertad, cifrada por ella en la frecuencia de sus amantes, su apego a la vida nocturna y el alcohol, y en su tiempo libre escribía, escribía mucho, que es con lo que va impulsando su ruptura interior, un rompimiento con la historicidad familiar que la precedía. Y ahí da comienzo a su experimento literario que inicia a partir de recoger las aristas de su yo que quedan regadas en cada plano del tiempo existencial; planos que en momento se convergen y en otros se dispersan y separan, pero siempre  tratando de aglutinarse como un polvo de estrellas en un sólo y único tiempo, razón por lo que muchos críticos llegaron a catalogar su literatura como postmoderna.
Doris Lessing, considerada una escritora feminista, profundiza su literatura en la preocupación sobre el anclaje de la mujer dentro de las cuatro paredes del hogar, para ellas anhelaba lo mismo que para sí: la redención y la libertad de elegir. De allí que sus libros guarden esa estrecha cercanía con las reivindicaciones que reclamaban los movimientos feministas, lo que hizo que muchas de las mujeres de todos los puntos del orbe identificaran su obra como bandera de sus luchas, lo que la llevaría a ser definida como una escritora feminista.


 Lessing nunca cesó en su labor, más por convencimiento que por escribir una literatura comprometida, lo de ella era la libertad, hasta bien entrada en su madurez como escritora que comenzó a desmarcarse de las feministas por considerar que habían perdido el norte de sus luchas, en cierta medida por haber pasado a ser grupos dominados por lesbianas, y en respuesta a ello dijo que siempre en su vida estuvo más interesada por las increíbles posibilidades de la vagina que por el placer secundario e inferior del clítoris. “Si me hubieran contado que los orgasmos de vagina y de clítoris se convertirían entre sí en enemigos ideológicos al cabo de unas décadas habría pensado que era un chiste”.
En Lessing nada escapa de su relación sujeto-mundo, todo lo feo, desagradable, odioso, y el asco insoportable pasa por el tamiz de su memoria analítica, sino lo fija en las novela, lo postea en una carta o lo conceptualiza como inmanentes personajes que estarán en su mente, prestos para que en algún momento ella se aboque a escribir sobre ellos: nada escapa de su percepción crítica: “Fría peste sofocante y metálica…la de los piojos en un tren ruso”, escribe en una de sus cartas. Doris Lessing no es una escritora de poseía, es una mujer de letras que cincela la historia con sus yos personificados en las páginas que escribe, sus textos hacen honor a aquella máxima de Oscar Wilde: ”Toda época que produce poesía es una época artificial”.


Por eso su escritura no mejora nada de la realidad, todo lo contrario la muestra tan cruda y cruenta, tal como es, su papel es denudarla de un todo, dejando que los seres humanos se hundan en las hondonadas de sus emociones. Como su padre quien se pasó los últimos 15 años de su vida atado a una botella y a sus recuerdos de combatiente de la Primera Guerra Mundial, en la que perdió una pierna. Cuando murió Doris dijo que no debieron colocarle en el acta de defunción fallo cardiaco, debieron “escribir en su lugar Primera Guerra Mundial”.
Denunciar los efectos  de la manipulación y consumo de la sociedad de masas sobre los seres humanos, el hombre engranaje de la gran maquinaria social que lo aliena y lo sujeta como una mercancía no son los temas de Lessing. Sus temas son las historias individuales, el drama de cada quien como una suma de la diversidad de la desgracia. A los otros los que creen y compran recetas para ser felices, los enajenados los deja en paz con su mundo de evocaciones.
“Toda acción es necesaria y cualquier cosa que sea necesaria tiene que ver con la naturaleza humana y no con la mente humana”, dijo Gertrude Stein, en este sentido la voz de Doris Lessing es la de un Proust histérico que circunda alrededor de un yo en presente continuo, sin establecer categorías sociales, sólo se remite a describirlas y transpolar cada una en la diversidad de sus planos temporales de su narrativa.
Una de las preguntas que acompañó a Doris Lessing los años de su madurez fue cómo ella y otras personas inteligentes, con preocupaciones sociales, amantes de la paz se prestaron para ser instrumentos del Partido Comunista, romper con la URSS estalinista y seguir teniendo fe en esa “religión” que profetiza el advenimiento de la revolución mundial. “El Comunismo […] engendra falsedad, que hace que la gente mienta y distorsione las cosas, que impone el engaño en las personas”.


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