¿Pensar en mañana o en el mañana de mañana?
Más
que pensar y preocupase por el futuro que tendrá la humanidad en este próximo
milenio –destino que de forma invariable a todos eventualmente nos involucra- sería
mucho más congruente, lógico, fiel y pertinente a nuestra realidad, pensar en
nuestro mañana inmediato.
Prosoche
llamaron los griegos a la necesidad de atención al momento presente y uno de
los cinco consejos o reglas básicas que ellos postularon debía seguir todo
hombre para convertirse en un sujeto lúcido y trascendental, la Prosoche
establece que el individuo piense centrado en “el aquí y el ahora”, no anclado
al ayer, ni preso de las ilusiones del mañana.
La
paradoja surgió hace 16 años con la imperativa emocional que supuso la llegada
del nuevo milenio y que todavía no ha cesado, desde entonces se viene
trajinando sobre cómo controlar el mundo que tendremos en el futuro, qué tipo
de país construiremos, qué perfil de sociedad tendremos, y cómo podemos planearlo
o echar sus bases desde ahora. Todo eso en cierta medida suena a palabra hueca,
y refleja una suma de gestos inútiles, como esos congresos o coloquios
internacionales tan arraigados por la ficción –tipo Pacto Andino y Países No
Alineados- donde se habla mucho, se firman unos acuerdos y nunca se concreta
absolutamente nada, organizaciones que se reúnen una sola vez al año para decir
que existen y después vuelven a desaparecer por los siguientes 365 días.
Las
únicas materias que seriamente podemos ir embargando al futuro son de las que
menos nos ocupamos o con mayor incertidumbre le damos cumplimiento, son las
referidas a. Recursos naturales, Ecología y media ambiente y fuentes de energía
y la contaminación.
En cuanto
a los otros aspectos de la vida social, todo sería un largo y estéril ejercicio
de elucubración: Si en el remoto año 999 –como afirmó el escritor Premio Nobel
José Saramago-, en cualquier lugar de Europa, los pocos sabios y los muchos
teólogos que entonces existían se
hubieses puesto a tratar de adivinar cómo sería el mundo pasados mil años, me
da que se habrían equivocado del todo.
Si
en su momento nuestros libertadores se hubieran reunido para planificar cómo sería
la Venezuela del futuro, hoy supiéramos de sobra que fue otro gesto perdido,
porque ninguno en ese momento habría imaginado que nuestro futuro sería el de
una Venezuela –vergonzosamente convertida en un satélite cubanizado- entregada
políticamente a la influencia un par de dictadorzuelos caribeños, Fidel y Raúl,
estandartes de un sistema sumido en el ostracismo más absoluto que nada tenía para
enseñarle a Venezuela, salvo el camino fangoso que la retornaría a los días de la
barbarie como en efecto hemos hecho.
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