Los contratiempos
del momento presente
En Venezuela, muchos
se quejan de esa especie de saturación que nos visita en estos tiempos con el
tema “situación país”, que de alguna manera viene monopolizando gran parte de
nuestra atención a la hora de enfocar hacia el horizonte nacional, siempre
presente en nuestra agenda de conversación.
Del
tema país se ocupan escritores, intelectuales, artistas (de todas las artes),
profesionales, técnicos, y un sinnúmero de colegiaturas, amén de las
asociaciones gremiales, los medios de comunicación e incluso la Iglesia y los
políticos éstos últimos interlocutores naturales del tema y en cuyo ámbito
suelen representarse las vicisitudes del drama, en fin, lo que el lugar común
suele denominar como fuerzas vivas, concepto que eximimos de utilizar acá
considerando que no todas siguen siendo fuerzas confiables en realidad, ni están
tan vivas como parecen porque desde hace tiempo muchas están sumidas en un invariable
estado catatónico, hacen vida vegetativa.
Qué podemos
hacer más allá de analizar, quejarnos, denunciar, lamentar incluso, participar,
motivar a los que se quedan inmóviles, ante un escenario donde todos reclaman
una solución final y que como Godot [Samuel Beckett / Esperando a Godot-1967], esperamos todos los días y parece que nunca
llegará, y menos aún que nos aguarda al otro lado de la esquina. Es imposible
buscar las respuestas sin previamente imprimirle un elevado tono esperanzador, en
un Estado desarticulado como el nuestro que se parece tanto a aquél gigantesco
barco de cartón y ribetes coloreados que empujaban los partidarios del senador
Onésimo Sánchez –para hacer simular que navegaba- cuando en plena campaña electoral
prometía un trasatlántico a pueblos que ni siquiera tenían ríos, mucho menos
mar [Gabriel García Márquez / Muerte
constante más allá del amor-1970].
Angustia
paranoide es quizás uno de los padecimientos más generalizados que viene evidenciándose
en amplios sectores de la población, producto de ese bombardeo mediático que a
cada hora anuncia que el actual gobierno que ha entrado en fase terminal, lo
cual si bien es cierto, hay que recordar que aún ciertos procesos de metástasis
llevan su tiempo para colapsar, desgarrarse las vestiduras para ello no nos
aproxima, pero si nos desgasta. Hay que ponerle cordura a este compás del
tiempo, cada quien sumando según sus posibilidades sin entretenernos en el
alcance del objetivo, pero la histeria es lo que está de sobra.
En
el año 1944 en pleno desarrollo del final de la Segunda Guerra Mundial, con
un Londres parcialmente destruido y bajo
el ataque de constantes bombardeos nocturnos de la aviación alemana, el
escritor y poeta T.S Eliot se preparaba para dar una conferencia sobre los
libros clásicos de la literatura, llamada: ¿Qué es un clásico? convocada por la
Sociedad de Estudios Virgilianos. Eliot dando muestras de esa impasibilidad de
estilo muy inglesa, apertura su conferencia sin referir una sola palabra al
evento que los asediaba en ese momento, su única referencia al clima de guerra
fue cuando se excusó de no alcanzar citar algunos aspectos del tema con toda la
extensión que hubiera deseado, dada la imposibilidad de conseguir algunos libros, debido a “los contratiempos del momento”-.
Esa fue su única referencia, ¿ignoraba Eliot los horrores de la guerra? No. ¿Descreía
de la inminente victoria por parte de los aliados? Tampoco. Eliot estaba
convencido de que la paz terminaría imponiéndose a la barbarie y que estaba por nacer un nuevo desafío: un programa
de reconstrucción nacional. Confianza en los resultados es lo que resalta al
final.
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