martes, 22 de marzo de 2016

Los contratiempos del momento presente
En Venezuela, muchos se quejan de esa especie de saturación que nos visita en estos tiempos con el tema “situación país”, que de alguna manera viene monopolizando gran parte de nuestra atención a la hora de enfocar hacia el horizonte nacional, siempre presente en nuestra agenda de conversación.
Del tema país se ocupan escritores, intelectuales, artistas (de todas las artes), profesionales, técnicos, y un sinnúmero de colegiaturas, amén de las asociaciones gremiales, los medios de comunicación e incluso la Iglesia y los políticos éstos últimos interlocutores naturales del tema y en cuyo ámbito suelen representarse las vicisitudes del drama, en fin, lo que el lugar común suele denominar como fuerzas vivas, concepto que eximimos de utilizar acá considerando que no todas siguen siendo fuerzas confiables en realidad, ni están tan vivas como parecen porque desde hace tiempo muchas están sumidas en un invariable estado catatónico, hacen vida vegetativa.
Qué podemos hacer más allá de analizar, quejarnos, denunciar, lamentar incluso, participar, motivar a los que se quedan inmóviles, ante un escenario donde todos reclaman una solución final y que como Godot [Samuel Beckett / Esperando a Godot-1967], esperamos todos los días y parece que nunca llegará, y menos aún que nos aguarda al otro lado de la esquina. Es imposible buscar las respuestas sin previamente imprimirle un elevado tono esperanzador, en un Estado desarticulado como el nuestro que se parece tanto a aquél gigantesco barco de cartón y ribetes coloreados que empujaban los partidarios del senador Onésimo Sánchez –para hacer simular que navegaba- cuando en plena campaña electoral prometía un trasatlántico a pueblos que ni siquiera tenían ríos, mucho menos mar [Gabriel García Márquez / Muerte constante más allá del amor-1970].
Angustia paranoide es quizás uno de los padecimientos más generalizados que viene evidenciándose en amplios sectores de la población, producto de ese bombardeo mediático que a cada hora anuncia que el actual gobierno que ha entrado en fase terminal, lo cual si bien es cierto, hay que recordar que aún ciertos procesos de metástasis llevan su tiempo para colapsar, desgarrarse las vestiduras para ello no nos aproxima, pero si nos desgasta. Hay que ponerle cordura a este compás del tiempo, cada quien sumando según sus posibilidades sin entretenernos en el alcance del objetivo, pero la histeria es lo que está de sobra.



En el año 1944 en pleno desarrollo del final de la Segunda Guerra Mundial, con un  Londres parcialmente destruido y bajo el ataque de constantes bombardeos nocturnos de la aviación alemana, el escritor y poeta T.S Eliot se preparaba para dar una conferencia sobre los libros clásicos de la literatura, llamada: ¿Qué es un clásico? convocada por la Sociedad de Estudios Virgilianos. Eliot dando muestras de esa impasibilidad de estilo muy inglesa, apertura su conferencia sin referir una sola palabra al evento que los asediaba en ese momento, su única referencia al clima de guerra fue cuando se excusó de no alcanzar citar algunos aspectos del tema con toda la extensión que hubiera deseado, dada la imposibilidad de conseguir algunos libros, debido a “los contratiempos del momento”-. Esa fue su única referencia, ¿ignoraba Eliot los horrores de la guerra? No. ¿Descreía de la inminente victoria por parte de los aliados? Tampoco. Eliot estaba convencido de que la paz terminaría imponiéndose a la barbarie y que  estaba por nacer un nuevo desafío: un programa de reconstrucción nacional. Confianza en los resultados es lo que resalta al final.


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