sábado, 17 de octubre de 2015




171 años después: Nietzsche un filósofo

para pocos, pero necesitado por muchos

Nietzsche es un filósofo que suele generar dos actitudes  al leerlo, se forma parte de sus furibundos seguidores, o se  huye de él, ésta última siempre está conformada por quienes ven en él filósofo alemán al escritor cismático que decretó la muerte de Dios y consideran su obra una especie de Caja de Pandora, son los que nunca leen sus libros y si lo hacen  siempre tienen sentimiento de culpa.
 En realidad, Friedrich Nietzsche es el gran instaurador de una de las llamadas filosofías de las sospechas, es el gran deconstructor de la historia moderna, desde los albores de su nacimiento, a partir de cuyo análisis constituyó un pensamiento anti-ideal, que denominó nihilismo europeo. Nietzsche dinamitó todos los ídolos de la sociedad, no sólo al cristianismo con su famosa sentencia “Dios ha muerto”, sino esos otros conceptos de promesas idealistas que gravitan como grandes constelaciones en la mente colectiva: Democracia, Socialismo, proletario, anarquismo, civilización, razón ilustrada, progreso, liberalismo. Nociones a las que responsabilizó el haber colocado al hombre en un camino obnubilado y crepuscular, como parte de una cosmovisión ideal a la que –según Nietzsche – recurría la sociedad para evadir realidad y alejarlo de las duras experiencias de la vida. La vida en la tierra no debe importar, el verdadero reino está en los cielos, o, sacrifícate ahora  mañana el mundo será mejor y esta otra: cuando llegue la revolución todos seremos felices, nada será de nadie y todo será de todos, o de quien lo necesite, etcétera, etc. Para Nietzsche todo eso presupone que las mejores posibilidades del hombre siempre se encontraban más allá de su momento presente. Cada una exigía sacrificar aspectos de su vida, apelando a un futuro maravilloso como la patria y la revolución proletaria, con la promesa de establecer una sociedad más justa, sin clases y sin explotación, sin Estado. Puras promesas, lo que son.

Nietzsche consideraba que estos conceptos se fundamentaban en un sistema perverso de antagonismo artificioso: el más allá al aquí y el ahora; la sujeción de lo ideal a lo real. Su rebelión va contra una de estas grandes corrientes del pensamiento idealista que por siglos tuvieron dominando y condicionando la vida de los hombres, del rebaño de bípedos, influenciadas por las doctrinas del pensamiento milenarista: La esperanza de mil años de felicidad que llegará, algún día, en el mañana.
 Muchos teóricos ven en Nietzsche un nihilista laico, porque aún a pesar de su declaración radical contra “Todo”, pervivieron en sus planteamientos algunos ideales de la filosofía antigua, esa filosofía que tenía como propuesta principal mostrar un modo de vida y no la limitada enseñanza de una entelequia filosófica en las aulas universitarias. Entre las influencias que de algún modo marcaron al filósofo alemán en este sentido, figuran el estoicismo y el budismo, de los cuales además hereda la convicción de que el hombre debe vivir en la única dimensión real del tiempo: El presente. Siempre criticó el exceso de nostalgias por el pasado que nos mostraba la historia y el exceso de promesas futuras con las que estaban cargadas las propuestas idealistas, “porque nos alejan de la auténtica sabiduría, puesto que el pasado (que ya no es) y el futuro (que aún no es) son sólo formas que adopta la nada”.

Para Nietzsche es determinante desplazar los valores artificiales e inauténticos  que intentan preservarse a través de sus grandes “entelequias” destinadas a esclavizar a los pueblos, razón por la  que no guardan, ni tienen ningún propósito en elevar la conciencia del hombre y menos aún promover que éste manifieste la voluntad de poder en toda su expresión, sino todo lo contrario: esta valoración lo que busca es sujetarle la voluntad.  

De allí, que se plantee la necesidad de desplazarlos, al igual que el hombre terrenal, por decadente, esclavo y bípedo que se conforma con integrar un rebaño. Nietzsche tras decapitar a lo que él llama hombre terrenal, propone establecer en su lugar al Superhombre, el cual, según él, emergerá de la voluntad de vivir y de la plena consciencia de su voluntad de poder, eliminando así todo condicionamiento a la debilidad a lo que son llevados quienes albergan lo llamados “sentimientos inferiores”. Para Nietzsche, toda conducta o inclinación en la que predomine lo “sentimental”, pervierte y distorsiona la verdadera dimensión de la voluntad humana.

Nietzsche como dinamitero del pensamiento establecido no dejó nada en pie, todo lo hizo volar en pedazos, incluso la historia de la filosofía, los valores establecidos debían ser abolidos en pos de una nueva tabulación: Los valores morales, sustituidos por los valores naturales. La teoría del conocimiento por una tabulación de lo que serán las inclinaciones del nuevo hombre,  el Superhombre, en correspondencia con su  expresada voluntad de poder. La religión y las doctrinas metafísicas por el sistema del Eterno Retorno, todo ello con un único fin: la nueva historia y el nuevo Superhombre.

“El Superhombre es aquel en quien la voluntad de dominio se revela en toda su fuerza; es el que está situado verdaderamente más allá de la moral, el que tiene el valor de afirmar frente a la moral la virtú en el sentido del Renacimiento italiano. El Superhombre es el que vive en constante peligro, el que, por haberse desprendido de los productos de una cultura decadente, hace de su vida un esfuerzo y una lucha. Si el Superhombre tiene alguna moral, es la moral del señor, opuesta a la moral del esclavo”. 
 En el capítulo De la visión y el lenguaje de su libro, “Así hablaba Zaratrusta”, Nietzsche escribe sobre la existencia de un eterno presente prefigurado en la repetición infinita de las cosas. Es la teoría del Eterno Retorno que Nietzsche  promovió con rasgo de cientificidad histórica. Según esta teoría, cada momento se  repite de manera imperecedera, una y otra vez, y es lo que le otorga infinitud a todo momento presente. Para desmarcarse de los ideales esperanzadores, Nietzsche, encubrió esta teoría bajo el manto de lo profético, algo que está seguro va a ocurrir de la manera por él enunciada. Una vez más, encontramos a Nietzsche bebiendo de la fuente de la filosofía antigua: Así Hablaba Zaratrusta es un libro  -como casi la mayoría de los textos de Nietzsche- lleno de aforismos, redacción fragmentada y breve, tal como solían escribir los filósofos antiguos. Una manera de ejercer mayor efectismo en el lector, ya que el aforismo posee un valor “psicagógico” (persuasivo) que busca sumar al lector como adepto a la práctica de la idea que se expone.  Para Nietzsche sin duda se trataba de una técnica recurrente con la que le daba énfasis a su mensaje. ¿Cuál es la fuente que provee a Nietzsche de teoría del eterno retorno? El mito griego de Sísifo, del que nos da cuenta Homero en La Odisea. Sísifo fue un hombre que enfrentó como castigo en el Inframundo subir una gran roca por una pendiente, y luego dejarla rodar cuesta abajo, para luego ir por ella, subirla nuevamente, y dejarle caer, una y otra vez por toda la eternidad. “Ese es el eterno retorno, un quehacer inútil y sin fin –señala el investigador Julio Quesada de la Universidad de la Laguna en Tenerife (Islas Canarias), España-, ausencia de finalidad metafísica de la vida, subir y tirar la roca y volver a subir para que vuelva a caer eternamente, algo que no esconde ninguna teleología. Sísifo ha comprendido que los dioses lo han condenado al eterno retorno”. Ese acto repetitivo infinito parece estar animado por la misma voluntad inmanente descrita por Schopenhauer en el Mundo como Voluntad y representación, no conoce satisfacción, aburrimiento ni fatiga, lo suyo es representarse, lo mismo sucede con el eterno retorno donde lo propio es repetirse".
 ¿Qué nos deja el pensamiento de Nietzsche 175 años después? Todos los grandes movimientos de protesta que se dieron en el siglo XX contra el status quo, y  en contra de la dominación vertical de la sociedad, tuvieron como piedra angular la tabula raza, la desconstrucción que Nietzsche aplicó sobre los ídolos del idealismo social, que posteriormente en la década de los años 60, se personificaría en las protestas contra los rigorosos imperativos y controles que ejercía el Estado burgués como se expresó en el mayo 68 francés.
 Pero esa lucha no ha cesado. En la actualidad podemos considerar que los ídolos deconstruidos por Nietzsche cambiaron de rostro, se fusionaron en el principal ídolo de esta época: El Hiperconsumo, donde todo se convierte en mercancía ( política, libertad, amor, y religión), los falsos valores que ayer dinamitó el filósofo alemán pero que aún se resisten a caer de un todo, y de sus ruinas –como toda grieta antigua- salió eso que Marx llamó el monstruo de mil cabezas: La alienación, ante la que todos los hombres son esclavos, los únicos amos y libres ante ella son los librepensadores, los anarco-individualistas, los amos de sí mismos.

La alienación no sólo es una relación hombre-mercancía, lo más grave es que es una enfermedad mental, que cada día está siendo sobrealimentada porque las sociedades de hiperconsumo, sólo puede existir aplicando su modelo más puro: el de la adicción.

El mundo está regido por una competencia de mercado, el mercado en sí mismo evoluciona, ya no es lo que necesites, ahora el consumo se basa en la ´predictibilidad de lo que vas a consumir en una línea de tiempo. La técnica está al servicio de controlar los deseos más que del progreso, la libertad y la felicidad de los hombres.

175 años después del gran dinamitero de los valores culturales de Europa, y teórico del nihilismo alemán, nos preguntamos si no tenemos otra opción que retornar  la marcha, exactamente donde nos dejó Nietzsche. Dostoievski a quien Nietzsche admiró profundamente sentenció: “al haber muerto dios, será el ser humano el que ocupará su lugar de manera delirante, conduciéndonos hacia todos los peligros del totalitarismo”. Ese peligro del totalitarismo desembocó en el consumo compulsivo, estar consumiendo sin parar como el valor intrínseco de una vida feliz y llena de sentido. Para responder a esta premisa, el mercado de masas pone a disposición de los consumidores una renovación constante y voraz de los objetos y las cosas, ya no se trata de que sea la computadora o el móvil mejor o más funcional, sino que es el nuevo, el modelo que renueva al del año anterior.

El pensamiento de Nietzsche, el primer gran deconstructor de la sociedad moderna sigue tan vigente como el día que editó su primer libro. Es un autor que está condenado a que su pensamiento nos ilustre sobre los valores artificiosos y enajenantes que son los verdaderos tótems de nuestra sociedad. Aunque no baste releerlo, para ello también sea necesario identificarnos y ejercer la libertad individual, y apartarnos de aquello que Ethienne de la Boite en el siglo XVI, denominó “la servidumbre voluntaria”, o la esclavitud “confortable” a la que nos conduce la sociedad de hiperconsumo y sus valores fatuos.

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