La crónica con un pie aquí y otro en la ficción
Transcurrieron 40 minutos desde que yo había entrado por el
zaguán, ese pasillo exterior de las casas de antes, con la sensación de que
atravesaba un túnel donde se cruzan las almas que vienen y se van en su lúdica
eternidad. Pegado a sus paredes parecía escucharse el murmullo de los destinos
cumplidos, y el de los pedazos de tiempo que se quedaron ahí aferrados a esos
nueve metros de antesala imprecisa. Unos, temerosos de volver atrás donde no
hay nada y otros, de salir al exterior
donde jamás existirían, porque les bastaba tener contacto con una micro milésima
de segundo del tiempo real, actual, para ser desintegrados 250 años después.
Me dicen tranquilo
maestro que las cámaras de televisión nunca enfocan el techo, Pero carajo
chico, es la casa del Libertador, si hacen eso así, este techo se les cae con
tres aguaceros más. Y el Presidente viene para acá el próximo sábado y lo peor
es que aquí no ha dejado de llover.
Salí detrás de aquél hombre siguiendo la urgencia de sus
pasos, convencido de que si bien tenía una noticia, sobre el peligro de que se
desplomara la Casa de Bolívar, la escribiría como una crónica, abandonando la
rígida ortopedia de la 5 WH de la noticia el qué, cómo, cuándo, dónde, por qué,
y a su pirámide invertida, Lead, cuerpo y cola.
EL ARTE DE LA CRONICA
Y es que la crónica es el género periodístico más difícil y
exigente, posee una estructura abierta y es de todos el que mayores
recursos literarios aplica en su
estructura. Hoy por hoy, la crónica es el género por excelencia de los escritores, o los que están por serlo
en América Latina.
Y es que nuestra
prehistoria literaria, se remonta a eso, a las Crónicas de los Viajeros de
Indias, en la temprana edad de la colonia española. Pero siempre jugó un papel
secundario como auxiliar de la memoria. Dos momentos importantes marcan la
modernización del género, las crónicas de Nueva York de José Martí, y el sello
definitivo de las escritas por Gabriel García Márquez, el más imitado hasta
hacerse tendencia, para quien la crónica es un cuento que es verdad, siempre
trabaja con una dosis de realidad.
Leer un periódico cargado de noticias redactadas bajo el
esquema de la llamada objetividad, es hacer un tour por el tedio y una manera de reducir la realidad a una
fórmula miserable. La crónica es invención, lenguaje abierto, pero sobre todo
libertad. Sin duda este género como lo desarrollamos hoy tiene mucha deuda con
el Nuevo Periodismo norteamericano y la narrativa cinematográfica.
Tom Wolf, uno de sus grandes cultivadores, resumiría el
asunto así: resaltar la construcción de escena por escena, de manera sucesiva,
cada una compuesta por dos descripciones y diálogos, reduciendo al mínimo el
uso de los sumarios narrativos.
Cuando se asume el periodismo como un género literario, la
crónica es el lazo más fuerte de esa vinculación, donde podemos prescindir de
lo que es noticia. García Márquez a quien una vez entrevisté (diálogo recogido
en una serie de textos: Cuatro horas con el Premio Nobel), me dijo, en todo
lugar hay una historia, que está dispuesta a dejarse contar, si te habla es tuya.
Desde entonces, lo he
tomado como un principio, escribir algo si esa historia me habla. Salvo que
sean escritos menores, realmente ejercicios sin importancia como lo que a veces
publicas en las redes; o se trate de la columna política (siempre después de escribirla
tengo la urgente necesidad de leer un cuento o un trozo de novela), o una
reflexión filosófica, algo que en lo personal trato de no hacer mucho, porque
siempre terminan siendo el dictado de una de mis clases, y eso aburre. Por lo
que creo que Jamás escribiré un libro sobre política, ni uno de filosofía. La
literatura es otra cosa, la sientes como algo impostergable, que no puedes
dejar de escribir, ni de contar. Es un ejercicio íntimo que va de la crónica,
la poesía, el cuento y la novela y que existirá para la gente el día que los
publiques. Otro consejo de García Márquez, escoge un par de amigos a
quien mostrarle tus cuentos, o los originales de tu novela, al resto de la
gente le interesará el día que lo imprima la editorial.
No liquidemos a la crónica, ella no es para escribir
moralejas, dice Leila Guerriero, gran exponente del género, a manera de alerta,
las crónicas no son para dar lecciones de moral, o ejemplos de vida, o
superación humana, porque esos son el lugar común que termina asesinando la
mejor de las historias.
Pudiera pensarse que la crónica da para todo, hasta para
hermanarse con tendencias para muchos consideradas bastardas, como las que se
escriben desde la visión del periodismo Gonzo, o la narrativa Neopunk. Más
dirigido a un nuevo periodismo donde se resalta lo underground, los mundos que
habitan bajo las piedras.
Una vez en un foro sobre Nuevo Periodismo, alguien preguntó
sobre la noticia como posibilidad narrativa, la mejor respuesta que tuvimos a
la mano es que era como un viaje en locomotora a 40 kilómetros por hora, por un
paisaje árido, mientras que la crónica es la posibilidad de poner al derecho y
al revés la realidad que se te antoje.
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