Crónica negra para el periodismo
Hubo un tiempo
que en el periodismo se tejían verdaderas historias, que fácilmente competían
con el género de la narrativa de suspenso. Así nació la gran prensa. Eran los
tiempos cuando en las salas de redacción se comenzaron a despachar noticias con
los matices narrativos de una novela policial, ahí nació una de las principales
vertientes del nuevo periodismo, las otras vinieron después.
Anthony
Provenzano y Jimmy Hoffa, pertenecían a la misma tribu, la mafia. Pero
Provenzano tenía un salvoconducto para morir de viejo: era italiano de Génova, genuino
hijo de “la cosa nostra”, mientras que Hoffa
era una fabricación circunstancial. Ambos manejaron por décadas la Unión de Camioneros,
el sindicato más grande de los Estados Unidos con el que la mafia lavaba dinero,
hacía operaciones encubiertas y disponía de la red de transporte más grande la
nación, capaz de transportar cualquier cosa a cualquier lugar sin la menor
sospecha, Jimmy Hoffa, era su presidente, Provenzano su vicepresidente.
Vestían de
manera similar, fumaban los mismos habanos, comían en los mismos restaurantes,
obedecían a casi los mismos gustos, quizás hasta usaran la misma colonia. Ambos
fueron juzgados y encarcelados. Muchas cosas unían a estos dos hombres, pero una
los distanció, Provenzano era un mafioso de N.Y, quien respetaba y seguía sus
códigos, jamás los violentó. Mientras que Hoffa era el típico norteamericano
fraguado en las calles, alguien que la mafia utilizaba para sus intereses, casi
un objeto, que en algún momento pecó de esa debilidad que suele atacar a los
hombres con poder, el exceso de confianza.
El periodismo
relató de manera diferente al enjuiciamiento de estos dos hombres el de
Provenzano pasó a los anales de la crónica, escrita por Jimmy Breslin, con todo
el sello estilístico de una novela negra, con la descripción de cada escena,
cuadro por cuadro, como si se tratara de
un comic de pulp fiction, un hito con el que inauguraba una nueva forma
de relatar noticias, llena de matices literarios, el nuevo periodismo.
AQUELLA CRÓNICA DE BRESLIN
“La mañana
-relata Breslin- no estaba nada mal, el patrón Tony Provenzano, que es uno de
los capitostes de la Unión de Camioneros, recorría arriba y abajo en el pasillo
que da paso a este tribunal federal de Newark, con una pequeña sonrisa en el
rostro mientras sacudía por todas partes la ceniza de su boquilla blanca.
-Hoy hace un día
estupendo para pescar –decía Provenzano-. Tendríamos que salir y hacernos con
un par de truchas.
“Luego separó
las piernas un poco para abordar a un tipo gordo que se llamaba Jack, que
vestía un traje gris. Tony sacó la mano izquierda como si lanzara un anzuelo
sobre ese Jack.
“El diamante que Tony llevaba en el meñique
centelleó a la luz que entraba por las altas ventanas del pasillo. Luego Tony
se ladeó y le dio una palmada en el hombro con la mano derecha.
-Siempre en el
hombro –rió uno de los individuos que estaban en el pasillo-. Tony siempre le
sacude el hombro a Jack.
“La crónica se
extiende describiendo a los acólitos de Provenzano rodeándole y adulándolo.
“Mientras el sol hace resplandecer el anillo de su meñique. Dentro de la sala
del tribunal sin embargo, Provenzano
empieza a recibir su merecido. El Juez empieza a reprenderle, y el sudor brota
en el labio superior de Provenzano.
Luego el Juez le condena a siete años y Provenzano empieza a retorcer el anillo
en el dedo meñique con la mano derecha.
“Finalmente Breslin
remata su trabajo con una escena en la cafetería donde el joven Fiscal del caso
está comiendo. “No llevaba nada que brillase en la mano. El tipo que ha hundido
a Tony Provenzano no tiene un anillo de diamantes en su meñique”.
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