martes, 11 de septiembre de 2018


Crónica negra para el periodismo


Hubo un tiempo que en el periodismo se tejían verdaderas historias, que fácilmente competían con el género de la narrativa de suspenso. Así nació la gran prensa. Eran los tiempos cuando en las salas de redacción se comenzaron a despachar noticias con los matices narrativos de una novela policial, ahí nació una de las principales vertientes del nuevo periodismo, las otras vinieron después.

Anthony Provenzano y Jimmy Hoffa, pertenecían a la misma tribu, la mafia. Pero Provenzano tenía un salvoconducto para morir de viejo: era italiano de Génova, genuino hijo de “la cosa nostra”,  mientras que Hoffa era una fabricación circunstancial. Ambos manejaron por décadas la Unión de Camioneros, el sindicato más grande de los Estados Unidos con el que la mafia lavaba dinero, hacía operaciones encubiertas y disponía de la red de transporte más grande la nación, capaz de transportar cualquier cosa a cualquier lugar sin la menor sospecha, Jimmy Hoffa, era su presidente, Provenzano su vicepresidente.

Vestían de manera similar, fumaban los mismos habanos, comían en los mismos restaurantes, obedecían a casi los mismos gustos, quizás hasta usaran la misma colonia. Ambos fueron juzgados y encarcelados. Muchas cosas unían a estos dos hombres, pero una los distanció, Provenzano era un mafioso de N.Y, quien respetaba y seguía sus códigos, jamás los violentó. Mientras que Hoffa era el típico norteamericano fraguado en las calles, alguien que la mafia utilizaba para sus intereses, casi un objeto, que en algún momento pecó de esa debilidad que suele atacar a los hombres con poder, el exceso de confianza.

El periodismo relató de manera diferente al enjuiciamiento de estos dos hombres el de Provenzano pasó a los anales de la crónica, escrita por Jimmy Breslin, con todo el sello estilístico de una novela negra, con la descripción de cada escena, cuadro por cuadro, como si se tratara de  un comic de pulp fiction, un hito con el que inauguraba una nueva forma de relatar noticias, llena de matices literarios, el nuevo periodismo.

AQUELLA CRÓNICA DE BRESLIN
“La mañana -relata Breslin- no estaba nada mal, el patrón Tony Provenzano, que es uno de los capitostes de la Unión de Camioneros, recorría arriba y abajo en el pasillo que da paso a este tribunal federal de Newark, con una pequeña sonrisa en el rostro mientras sacudía por todas partes la ceniza de su boquilla blanca.

-Hoy hace un día estupendo para pescar –decía Provenzano-. Tendríamos que salir y hacernos con un par de truchas.

“Luego separó las piernas un poco para abordar a un tipo gordo que se llamaba Jack, que vestía un traje gris. Tony sacó la mano izquierda como si lanzara un anzuelo sobre ese Jack.
 “El diamante que Tony llevaba en el meñique centelleó a la luz que entraba por las altas ventanas del pasillo. Luego Tony se ladeó y le dio una palmada en el hombro con la mano derecha.

-Siempre en el hombro –rió uno de los individuos que estaban en el pasillo-. Tony siempre le sacude el hombro a Jack.
“La crónica se extiende describiendo a los acólitos de Provenzano rodeándole y adulándolo. “Mientras el sol hace resplandecer el anillo de su meñique. Dentro de la sala del tribunal sin embargo,  Provenzano empieza a recibir su merecido. El Juez empieza a reprenderle, y el sudor brota en el  labio superior de Provenzano. Luego el Juez le condena a siete años y Provenzano empieza a retorcer el anillo en el dedo meñique con la mano derecha.

“Finalmente Breslin remata su trabajo con una escena en la cafetería donde el joven Fiscal del caso está comiendo. “No llevaba nada que brillase en la mano. El tipo que ha hundido a Tony Provenzano no tiene un anillo de diamantes en su meñique”.

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