Esquizofrenia en la sala de espera
-Sentiste la
vaina, ese temblor no fue natural-, le dijo su primo Joaquín cuando la llamó
por teléfono una hora después del sacudón de 7,3 en escala de Richter, que
había estremecido al país entero.
-¿Dónde estás?-,
preguntó.
-Todos nos
vinimos para Parque Carabobo, porque hay mucho espacio abierto, por si acaso
hay una réplica, vamos a esperar aquí un rato-, contestó ella.
-Nos vemos allá
en cinco-, dijo él.
Llegó y se la
llevó caminando lejos del grupo, y le habló de que se sospechaba que el temblor
fue generado el sistema Haarp, una supertecnología desarrollada por los gringos
del imperio capaz de causar eventos y catástrofes naturales.
-¿Y eso para
qué? -, preguntó.
- Imagínate si
aquí ocurre una desgracia descomunal ellos tendrían la justificación para invadir
el país-, le aseguró con tono de gravedad-. No es nada casual que haya llegado
a Colombia ese gigantesco barco norteamericano, disfrazado de Hospital
flotante, que no sabemos en realidad qué diablos carga adentro y a los dos días
se se registre un terremoto en Venezuela.
Enseguida se fue
con cara de alucinante preocupación, no sin antes recomendarle que durmiera
vestida, y tuviera un morral a la mano con agua, alimentos no perecederos y una
linterna por si acaso había un segundo ataque.
Ella quedó con
una sensación extraña, sabía mejor que nadie que su primo Joaquín tenía fama de
atolondrado en la familia, porque creía en Ovnis, la nave madre, la visita de
extraterrestres y vidas después de
la vida, la perdida Atlántida, el cordón
de plata, los viajes astrales y el tercer ojo.
Aunque ella jamás fue una crédula a tiempo completo
y a cada afirmación de su primo, se reservaba un poco de duda, pero siempre le
ponía el subrayado, de que vuelan, vuelan.
Recordó la
inquietud que se le hospedó en la boca del estómago desde el diciembre pasado cuando
su primo Joaquín, parado en la planta baja del edificio alzó la mirada para ver
la larga estructura de 23 pisos, y le dijo, múdate cuando puedas de esta vaina
porque la madre tierra está arrecha y lo que viene una cadena de terremotos. Ella vivía
en el 22, fue su opción para conseguir un apartamento barato en el
centro de Caracas, como casi nunca servían los ascensores la gente los vendían
a precio de gallina flaca.
Por lo que pensó
que lo del Haarp, era otra de las ideas locas de su primo y recordó cuando una
vez unos años atrás, entró desaforado a su apartamento, advirtiéndole que un
Diputado, que además había sido oficial del Ejército, había denunciado que a
través de Direct TV somos espiados en nuestros hogares. Ese mismo día sacó el
televisor de su cuarto, no es que ella estuviera reventada de buena, pero no le
causaba gracia que la estuvieran buceando en pantaleta y sostén, que captaran
algunos de sus desnudos o que ojos anónimos grabaran los gestos de su
intimidad.
Salió a botar la
basura y se encontró a Daniel el misterioso del edificio, con unos guantes
plásticos puestos, botando por el bajante paquetes de lentejas, leche en polvo,
Mazeca, aceite y todos los alimentos que trae la caja subsidiada del gobierno.
-¿Qué pasó, se
te dañó esa comida?-, le preguntó.
-No, está en
perfectas condiciones, es que tengo la sospecha de que el Gobierno fragua una
conspiración colocando químicos en estos alimentos para tenernos como zombis y
convertirnos a todos en una cuerda de pendejos.
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