miércoles, 23 de mayo de 2018

Tarzán: La quimera del rey de los monos

Pensar donde estamos y por qué, traspasando  la barrera de lo obvio, nos hace preguntar si la sociedad realmente es solo una entelequia, y que los únicos que realmente existen son los individuos.


Una posibilidad que podemos explorar en Tarzán, el personaje creado por Edgar Rice Burroughs en 1912, para la publicación Pulp All Story, y que luego convirtiera en la primera saga cinematográfica de la historia, adaptándola a una novela y 23 episodios de aventura del Rey de los monos.

Tras estrellarse el avión en que viajaba con sus padres sobre la selva africana y sobrevivir, John Clayton III, aislado de la civilización, termina su crianza junto a los animales de la selva.

Para un hombre urbano del siglo XXI, vivir perdido medio de la jungla, es como viajar en la máquina del tiempo a la era prehistórica  donde el miedo era la medida de las actualizaciones del hombre. El miedo esa emoción básica del ser humano que le permitió sobrevivir a peligros y amenazas

Tarzán vive en una libertad desconocida e incomprensible para cualquier citadino. Cada día le impone vivir al límite. Tarzán solo desea lo que conoce, lejos del mercado de las necesidades artificiales, de erige como el último de los primeros hombres, que está fuera del tiempo donde la vida se mide mecánicamente.

Para Tarzán el tiempo son los eventos a los que se.expone y enfrenta, los que esquiva y vence. Tarzán simboliza al héroe nietzscheano de la voluntad de vivir, de la voluntad de poder, pero sin ideas hechas, sin limitaciones preconcebidas, sin dioses, ni estereotipos del deber ser.

En cierta medida, es el superhombre de Nietzsche, de Así hablaba Zaratustra, el que está más alla del hombre que pasa la cuerda en cuyo otro extremo está un simio.  El que trasciende el mero hecho biológico para.convertirse en el Rey de los Monos.




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