Roberto Bolaño ¿escritor de moda o culto
personal?
¿Moda, culto personal, mercadeo
literario o escritor representante de un exclusivo movimiento literario? Qué motivos
hay detrás de los miles de lectores convencidos que hacen su peregrinaje por la obra del escritor
chileno Roberto Bolaño (1953-2003), como un acto de fe de quien descubre una nueva narrativa.
Que un escritor se apunte rasgos
de inmortalidad, no sólo reviste que su obra se mantenga como referente en lo
literario, para lo cual los libros de Bolaños calzan los puntos, como los de
Carlos Fuentes, Fernando Vallejo y Alejo Carpentier, cuyas narrativas han
sabido surfear las olas del tiempo, pero no de igual manera las del mercado
literario que sabe crear mitos, elevando los rasgos trágicos, existenciales, de
un escritor, una manera de hacerlo atractivo, de mantenerlo a flote en la
oferta y demanda de los gustos e inclinaciones literarias de este tiempo tan
volátil y efímero, como manipulable y artificioso que es la moda, una manera de
lograr que lo sigan editando, o reeditando, según el caso y no queden
consignados en el inalterable recinto de las bibliotecas.
Roberto Bolaños, fue sin duda un
autor prolífico de una reinventada literatura, en vida obtuvo varios premios
relevantes, el Herralde, y el Rómulo Gallegos, este último por su novela Los Detectives
Salvajes que prácticamente ayudó a hacer mucho más visible su obra en todo el
continente, y desde allí al resto del mundo.
España fue seducida por él, en
Francia lo elogiaron y le dieron el título del último maldito, por su vida
literaria, sus declaraciones, su intercambio conceptual con la realidad a la
que juzgaba y valoraba de una manera muy particular, muchas veces saliéndose
del guion del deber ser y asumiendo la postura de un outsider. Estados Unidos
no fue menos, le abrió las puertas como el postrero de los parias de la
literatura hispanoamericana, incluso la revista Times eligió su libro 26666,
como revelación literaria del año.
Pero la pregunta nos persigue
desde el inicio del texto ¿Qué hace a Bolaños tan significativo? La respuesta
está en lo que fue su vida. Bolaños fue el tipo de escritor cuya vida se hace tan
o más literaria que su obra, ambas discurren en un mismo tiempo de la tránsfuga,
compartiendo el curso paralelo de sus alucinaciones, donde él terminó siendo el
producto final, el lugar donde reside el fetiche.
Bolaño era irreverente, un
come libros por excelencia, y a partir de allí lo reinventaba todo, y todos los
textos salidos de sus manos tenían ese efecto, ese sello de la buena, seductora
y trascendental literatura latinoamericana, pero con ese efecto innovador, una
ruta que desde hace un tiempo para acá vienen transitando algunos escritores,
conocidos unos, anónimos otros. Pero a esa condición de literario como valor
agregado se le suma su condición existencial de cismático, y bohemio
irreverente, junto a la imagen de su fragilidad, muy cercana a la Woody Allen y
ese estilo personal que sumaba en cierta medida a una reedición del mito de la
generación Beat, con todo lo que ella comprendía, esa visión trasnochada y
apologeta de quienes han convivido al lado del abismo, asomándose a veces,
guindando en su borde, sujetados por la mano de la droga, el alcohol, el éxtasis
, que señalan algunos de los que prematuramente se han ocupado de su biografía,
como los factores definitivos de su muerte.
La vida de Bolaño fue el centro
de su obra, la creación intensa del otro, el que discurre entre las líneas,
todo enmarcado en una sutil y muy
inteligente reelaboración entre aquí y allá a manera de una nueva cosmogonía de
sus autores más recurrentes: los del boom latinoamericano, y el claro y
vertical sostenimiento de sus influencias de la narrativa anglosajona, cifrada
en nombres como James Joyce, y la Premio Nobel afroamericana Toni Morrinson.
En un escritor todas sus novelas
son importantes, las más destacadas de Bolaño son Los Detectives Salvajes,
Chile Nocturno y 2666, ésta última es ensalzada por los críticos como la coda
de la literatura latinoamericana, llegando incluso a ser comparada con ese tótem
que es Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez. Uno de ellos es el
escritor mexicano Jorge Volpi, para quien Bolaño fue el último escritor
latinoamericano, lo demás, los que vengan en la línea del tiempo después de
Bolaño, están condenados a escribir
guiados por esa prosa urgente e inmediata, limitados a remitirse a sus
horizontes nacionales y eminentemente localistas. Imaginamos que esta tesis de
Volpi, es más un producto de sus afectos que la sentencia irrevocable de un
oráculo.
Nos es más dado creer que Bolaño
es parte de una generación de literatos latinoamericano post boom, algo que
comprobamos cuando nuestra lectura ha despachado media docena de sus libros,
incluido ese breve tomo de cuentos, titulado Llamadas telefónicas –quizás el
menos meritorio de su obra-, cuentos en lo que a lo largo de una entronización
literaria a veces hace brillar la prosa, pero siempre termina descendiendo
sobre un horizonte plano sin bosquejos, ni parpadeos, adentrada en una
monotonía que muchas veces asciende y arropa para terminar en el moderado
lenguaje de las cosas ordinarias, en torno a las que a veces respiramos un
profundo vacío.
Contra la eternidad postulada
para un escritor, por lo general siempre termina conspirando su propia obra, bien
porque sea desplazada por los dictados de la moda del mercado, o porque es
simplemente olvidada, como parte de un paquete generacional. ¿Quién duda de la
trascendencia y calidad literaria de la obra de Alejo Carpentier? Nadie, pero
hoy sólo es leído por los estudiosos, por los bibliófilos, los conversos literarios,
pero difícilmente usted verá uno de sus libros ofreciéndose en el mercado
abierto, capaz de promover una lectura casual porque Carpentier no está de
moda, y su vida fue muy estructurada, muy predecible, jamás rompió con las
formas.
Sin duda la obra de Bolaño
integra una gran narrativa, como la del
escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, o el cubano Reynaldo Arenas y el
mismísimo Fernando Del Paso con su Palinuro de México, obra que línea por línea
es superior a 2666, pero que sigue estando a la saga de Cien Años de Soledad.
Bolaño sella su literatura con una marca insospechada, como escriben los de su
generación, quizás de manera inconsciente, con una profunda evocación a la
narrativa cinematográfica, no evoca literatura lo que sucede cuando leemos un
clásico como la Ilíada o la Divina Comedia, no, evoca pantalla, lo que puede
ser una ventaja para conectarse con esa masa de lectores, que al igual que él,
son hijos de la sociedad de la información, crecidos bajo la sombra de lo mass
mediatico, pero también es la suma de su gran fragilidad para consagrarse como
un clásico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.