Philip Roth: sólo para literatos
los demás abstenerse por favor
Cuando el escritor Philip Roth
ganó el premio Pulitzer de ficción en 1997, con su Pastoral Americana, la
página literaria del influyente Chicago Tribune reseñó, “En la actualidad
literaria norteamericana está Philip Roth y después todo lo demás”. Para ese
momento, la narrativa norteamericana quedó dividida en un antes, y un después de la obra de quien hasta ayer fue el último de los
mohicanos, el postrero representante de la llamada literatura dura
norteamericana, esa en que los escritores se hacen línea a línea, libro por
libro apoyados en su talento y no en un milagro del mercadeo. Ayer Philip Roth
el miembro más antiguo del Departamento de Literatura de la Academia
Estadounidense de Artes, dijo su segundo y definitivo adiós a los 85 años, ya
un largo silencio había precedido esta despedida, cuando en 2010 anunció su
retiro como escritor.
EL NOBEL
Tal vez si los miembros de la
academia sueca, que conceden el Premio Nobel de Literatura, hubiesen sesionado
esta año, hubiera existido la probabilidad de que le hubieran otorgado el
galardón a Roth, quien los últimos años estuvo entre los candidatos de hacerse
con la medalla, algo que siempre fue muy esperado por él, quien recibió los más
prestigiosos galardones para un escritor
en lengua inglesa, pero a él siempre le faltó el Nobel.
En el 2016, Philip Roth perdió el
premio frente al cantante y compositor Bob Dylan, una adjudicación absurda y severamente
cuestionada: se rumoraba que Roth era incómodo a los intereses de la Academia
Sueca, con más tradición de premiar comunistas que a verdaderos outsiders.
En su narrativa, se ha encargado
de desenmascarar el ilusionismo de la sociedad norteamericana. Considerado un
escritor anti-estabilishment, escéptico de las recetas de felicidad. Que daba
tratamiento irónico hacia las pretensiones ilustrativas a una masa ignara y
manipulada, por el sin sentido del consumo, su culto por el dinero, y su más reciente estúpida ingenuidad creer que en
internet pueden descifrar a dios, el camino de la trascendencia o la clave de
la existencia, para Roth, todo se trata de una realidad preformateada, para que
incluso, el hombre se sienta que es un profeta, un ángel, pero sin serlo.
Y es que en Roth subsistían los
rasgos de esa generación Beatnik que irrumpió en los Estados Unidos en la
década de los 50 –inconformistas por naturaleza- cuestionadores y escépticos de
la manera que se dirige y se vive en la sociedad norteamericana y sus ofertas
de promesas; Roth la definía como un estado de locura total cada vez más
parecida una ficción orweliana.
NARRATIVA
Muchas de las obras de Roth han
sido llevadas a la televisión y el cine, pero en el 2008, su novela “El animal
moribumdo”, un drama erótico entre un profesor y su alumna, es llevada al cine
bajo el título “La elegida”, protagonizada por Penélope Cruz en el papel de
Consuelo Castillo y Ben Kingsley, encarnando al personaje del profesor David
Kepesh, un Don Juan empedernido dedicado a llevar una vida hedonista, da clases
de literatura a nivel universitario, lo que utiliza para prolongar su éxito
social y seducir a sus jóvenes alumnas. Entre ambos se genera una apasionada
relación amor-seducción, efímera como toda llama, que terminar por consumir al
Kepesh en la incertidumbre. Consuelo Castillo es inatrapable, no le pertenece a
nadie, solo a sí misma, y con ese juego le borra todas las certezas.
Philip Roth, procede de una familia judía
promedio del norte de Estados Unidos, un modelo de vida sobre el que parece
tener una observación continúa y sobresaliente. Su obra sigue las huellas de su
mentor Saúl Bellow, premio nobel de literatura 1976, quien también era de
origen judío, en eso de mostrarnos la cotidianidad, y el sistema de valores del
judío promedio –sin apego religioso-, en contraposición al de los
norteamericanos liberales, con sus aciertos y desaciertos, donde la vida no
transcurre en un eterno día de acción de gracias y la felicidad no se compra en
el supermercado, donde todo el mundo compra lo mismo, se viste y se comporta de
la misma manera. Sin embargo, su literatura reclama ecos de John Dos Passos,
William Faulkner y de J. D Salinger.
Existen dos trilogías básicas en
la obra de Roth, la primera compuesta por “Pastoral Americana”, “Me casé con un
comunista” y “La mancha humana” –quizás sea esta la más famosa-, donde hace
énfasis en los conflictos de la sociedad norteamericana. La segunda la integran
tres novelas protagonizadas por Nathan Zuckerman, “La visita al maestro”, “Zuckerman
encadenado” y “La Lección de anatomía”, donde un aspirante a escritor visita a
su maestro y se enamora de una joven mujer en la que cree identificar a la
mismísima Ana Frank, a partir de lo cual se desatarán un periplo existencial con marcado acento
kafkiano. De su extensa obra, siempre aclamada por el New York Times y
resaltada por el New Yorker, destacan Operación Shylock y El Lamento de
Portnay.
EL PERSONAJE QUE FUE EL MISMO
A veces los escritores eligen la
voz de un personaje para hablar de ellos mismos, de sus agonías, cuando se lee “La
Humillación” una de sus últimas novelas, no dejamos de ser asistidos por esa
sensación de soledad y nostalgia de los tiempos finales de una vida. “La
Humillación”, retrata la vida de un actor de teatro que fue exitoso en una
época y que envejecido se siente triste y abandonado, ha perdido su conexión
con lo que era, todo lo suyo, amigos, gentes y lugares han ideo desapareciendo,
y en lo que es ahora y lo que lo rodea no se reconoce, ni se encuentra. Se
siente demasiado viejo para todo.
“Había perdido su magia. El
impulso estaba agotado. Jamás había fracasado en el teatro, todo cuanto
emprendiera tuvo fuerza y éxito, y entonces sucedió lo terrible: no podía
actuar (…) Le ocurrió tres veces seguidas, y la última vez nadie estaba
interesado, nadie acudió “.
Así comienza el primer párrafo de
esa entrega melancólica de Philip Roth que pareciera reflejar el duelo
inevitable de la ancianidad que siempre llega al hombre con una dosis de
silencio, soledad y olvido.
En el año 2010, publicó su último
libro “Why Writer”, la recopilación de una serie de ensayos, algunos revisados
y actualizados, otros inéditos hasta el momento en el que recoge lo mejor de su
óptica crítica, y lo entregó como un legado a las generaciones por venir, al
final termina con la frase “Aquí estoy yo”, revelando su esencial carácter de
escritor estaba en las palabras allí reunidas, y no en ningún otro lugar.
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