Vivimos bajo la dictadura de las fantasías
Desde la Industria Cultura y sus patrones de consumo,
pasando por la sociedad del simulacro, cada vez se nos ha alejado más y más de
ejercer la crítica esa razón pura y alucinada por sus propios excesos. El
elemento crítico, es el llamado a establecer los límites entre realidad y
fantasía, entre verdad y mentira, pero la razón se ha erigido en una espiral
exponencial sin ninguna sujeción, donde todo se justifica, lo que es una manera
de negarse a sí misma, perpetuándose como instrumento de la SIN RAZÓN, la
serpiente que termina mordiéndose la cola.
Herederos de la sociedad del simulacro donde éste ocupa el
lugar de lo real, creando la hiperrealidad, por su densa y prolongada
exposición en el holograma mediático (redes y medios masivos), nos dirigimos
ahora hacia el final irremediable: lo artificial como valor único y supremo de
la razón. El cerebro ha fabricado su propia droga para estar en un estado high
permanente.
Ya es un hecho, realidad y ficción cohabitan, el simulacro
es sólo el terreno de su sustento, la hiperrealidad abre paso para que la
fantasía suprima la realidad; de lo massmediático pasamos a su extensión más
compleja: las redes digitales, que son el mensaje, la memoria, el territorio y
el mapa, una especie de divinidad que tiene todas las respuestas y reserva
todas las formas posibles de los anhelos. La caverna de Platón, ha pasado a ser
un matrix, no con hombres, sino con mentes encadenadas (enajenadas). ¿Cuántos
Matrix hay? Tantos como la fantasía de la Physis los produzca y promueva, la
dictadura de las distopías, erigidas como modelo único.
Hay para todos. Nada escapa a ella, hay una elaboración a la
medida de cada necesidad, es el holograma, el nuevo tejido social. Desde
profetas del mercado, a vendedores de utopías,
fabricantes de imbéciles,
iluminados de las redes que encuentran ese dios cuántico hecho a medida
y semejanza a las necesidades de cada yo, o el misticismo hormonal. Olvido y
sustracción por lo ficcional, apego a lo imaginacional, todos sujetos al flash
timer que sólo es capaz de medir los tiempos de
una sociedad cada vez más
distópica. (DG)
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