El viaje y la imaginación
Desde su primera nota el
día de su partida, hasta la fecha de su regreso Pigafetta escribe un largo
número de folios que terminará titulando: “Relación del primer viaje alrededor
del mundo”. Un libro que, cambió la historia, y además jugó un papel
protagónico en la expansión de la industria naval, impulsada por la sed de
conquista de las naciones.
En su discurso al recibir
el Premio Nobel, Gabriel García Márquez en 1982, recordaría esta jornada de
Pigafetta, como una crónica rigurosa que parece más una aventura de la
imaginación que el registro relacional de un viaje.
El Gabo lo describió como
un libro breve y fascinante en el que estaba el testimonio asombroso de nuestra
realidad. Lo real maravilloso que han impregnado las novelas escritas en este
continente ya tenían su palabra liminar en aquellas crónicas de las primeras
expediciones del descubrimiento.
Dijo García Márquez que
Pigafetta lo narró todo “…que había visto un engendro animal con cabeza y
orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó
que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un
espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor
de su propia imagen”.
El tono de asombro con
que Pigafetta redacta y le imprime a toda su crónica es notable y logrado con
maestría, y lo sostiene como una nota prolongada a lo largo de todo su libro,
“Vimos muchas clases de pájaros, entre ellos uno que no tenía culo”.
El joven escritor también
da paso a la alucinación, durante esta navegación se nos apareció muchas veces
en medio de una noche oscurísima el Santo Cuerpo, es decir la luz de San Telmo,
ardiendo sobre el palo mayor con luces tan resplandecientes como una antorcha.
La crónica de Pigafetta
también recoge los episodios provocados por la penuria, la falta de alimentos y
lo insalubre de las naves. Como aconteció tras atravesar el Estrecho que se
llamaría de Magallanes, estuvieron navegando tres meses y veinte días, como si
la expedición fuera un capítulo más de la Odisea de Homero.
“Apenas les quedaban víveres, sufrieron el
escorbuto por falta de alimentos frescos y sólo avistaron dos islas
deshabitadas que llamaron Islas Desafortunadas, “Comíamos bizcocho a puñados,
aunque no se puede decir que lo fuera porque era sólo polvo mezclado con
gusanos que se habían comido lo mejor y lo que quedaba apestaba a orines de
ratas. (...) Bebíamos agua amarilla, pútrida desde hacía tiempo y comíamos las
pieles de buey que están sobre el palo mayor para impedir que se dañen las
jarcias”.
En una época ávida de
efectismo y muy estereotipada en la puesta en escena en el cine, la hazaña de
Magallanes y sus hombres parece ser un asunto banal para el marketing
hollywoodense, al igual que he apuntado en el caso de Fray Francisco de Mier,
creo que lo documentado no sólo suministra los ingredientes de una
extraordinaria y gran novela, sino también motivo para un ambicioso proyecto
que puede ser llevado a las pantallas del mundo.
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