lunes, 10 de mayo de 2021

 

Sor Juana Inés

Entre las experiencias más gratas, extrañas y placenteras de mi vida, están las visitas y recorridos por el Museo Sacro de Caracas.

Hay un hecho antiguo que parece levantarse del suelo en cada paso. Un algo que se desprende de sus viejas paredes que va llenando la atmósfera con una quietud y un silencio monacal que contiene el sentir de los siglos pegado a sus ladrillos, a los frisos de sus paredes y a sus techos de madera sostenidos por colosales vigas.

La epoca colonial, sus objetos y sus personajes pertenecen a una felicidad muy personal e inconfesa, un anhelo por alcanzar esa burbuja del tiempo y sus protagonistas que siempre me ha inspirado.

Al Museo Sacro solía ir los domingos, era un paseo que disfrutaba en solitario, cuando visitaba los puestos de venta de libros usados frente al Palacio Federal, en las cercanías de la Plaza Bolívar.

Parado en medio de ese recinto venia a mi memoria la imagen, entre otros, de Sor Juana De La Cruz, quien según relata Octavio Paz en su obra, Las Trampas de la Fe, se hizo monja para pensar con libertad.

A los tres años comenzó a leer y escribir. A los ocho escribió su primera loa eucarística y aprendió latín. Cambió el matrimonio por el placer al conocimiento. "Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”, escribió la monja.

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