lunes, 10 de mayo de 2021

 Una gran novela por escribir


Termino de leer las 794 páginas de la acuciosa y muy detallada biografía: “Vida de Fray Servando”, escrita por el teólogo y crítico literario, mexicano Christopher Domínguez Michael –impresa en tipografía garamond 11 puntos-, con la sensación de saberlo todo acerca de ese personaje, enigmático, controversial, pantagruélico, pugnaz, contradictorio e inventivo que fue Fray Servando de Mier, un hombre de mil dimensiones.

También me acompaña la idea de que Fray Servando desbordó el S.XVII, que es un hombre que perteneció a todos los siglos de nuestra América, un personaje cuyo trajín de vida sólo se equipara con la del Quijote de Cervantes, con todo el recurso de la invención.

Fray Servando no sólo fue controversial por sus encendidos sermones, sacros y profanos, al mismo tiempo, en los que se permitió cuestionar las apariciones marianas de su época; que junto a otros eventos protagonizados por el polémico fraile dominico, encendieron las alarmas eclesiásticas y terminaron con su posterior condena y persecución por la Santa Inquisición, de la que se salvó en diversas oportunidades gracias a su mimetismo que le permitió adoptar diversas personalidades.

Desde la del aventurero, y viajero locuaz, exiliado de la revolución post-napoleónica, erudito escritor de memorias, corresponsal, espía, confidente, frecuentador de la francmasonería, conspirador, notable escapista de prisiones, sastre y falso arzobispo, su vida polémica e incomparable, al margen de la Ley de la Iglesia y del Imperio fue motivo de tantos quebraderos de cabezas para el reino, como la temeridad irreverente y desafiante de un Francisco de Miranda.

Ambos hombres tienen algo en común, son acosados por la fantasía, Miranda con su utopía de la Gran Colombia para ponerla a la par de los Estados Unidos, tal como se recoge en su diario  de treinta tomos, La Colombeia. Fray Servando postula la teoría de que la conquista del Nuevo Mundo no comenzó con los españoles, sino unos siglos antes, en México, con la llegada de Santo Tomas Apóstol, uno de los doce discípulos de Cristo, a esas tierras. Ese viaje considerado imposible en la época del Imperio Romano, Fray Servando lo endosa a una operación divina: El creador dispuso de las nubes para trasladar a Fray Servando y algunos de sus servidores a la tierra americana.

Ese fue el mayor pecado de Fray Servando, desconocer la historia de la conquista española, deshacer la realidad con un mito,  producto indudable de su fantasía ya depositado en tierra azteca, Santo Tomas habría sido identificado como el dios Quetzalcóatl, 

Si bien logró salvarse de la hoguera, en varias oportunidades dada la profusa locuacidad que lo proveían sus relaciones con las almenas del poder y su gran capacidad de persuasión, Fray Servando fue condenado a vivir en confinamiento hasta el final de sus días. Época final en la que siguió siendo frecuentado por altos jerarcas, y miembros de la Corte, que frecuentaban al fraile para alimentarse de sus luces, o disfrutar de su hipnótica conversación.

El relato de Fray Servando sobre Santo Tomas Apóstol, ya contaba con notables predecesores, antes que él, el primero fue el historiador Carlos de Sigüenza y Góngora quien sostenía que había una errónea interpretación sobre el apóstol Santo Tomás, quien no había predicado en la India sino en las Indias (América), y a partir de ahí lo coloca en suelo mexicano, precediendo la llegada de los españoles, encarnado en una nueva identidad, la del dios Quetzalcóatl. El segundo pertenece al abogado José Ignacio Borunda quien bajo los mismos parámetros de Sigüenza y Góngora, publicaría un escandaloso escrito considerado todo un sacrilegio para la época, en el que sostenía que Santo Tomás era el mismo Quetzalcóat.

Al finalizar mi lectura me queda la sensación de que este tema, el personaje, su exagerada vida y su polémica historia tiene por delante el destino de escribirse como otra gran novela reveladora de este continente. La vida de Fray Servando recoge todo el imaginario posible con que se pensó el nuevo mundo. Su último acto después de muerto fue deambular convertido en momia de feria y otras anunciaciones, por media Europa luego que su cuerpo conservado fuera comprado por un traficante de restos rebuscador de reliquias de hombres penitentes de la Iglesia, para revenderlo, y éste jamás lograra colocarla en ninguna catedral o capilla como reliquia de culto religioso, hasta que el destino final de sus huesos se pierden en un matiz de leyendas y falsas conjeturas como la última noche de su vida.

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