El ser o la nada
¿La materia o la idea?
¿la certeza o la ilusión? ¿El ser o la nada? ¿Son dos caras de una misma
moneda? O ¿se trata de dos fuerzas antagónicas complementarias? ¿Ying y yang?
¿Puede existir el uno sin el otro? O ¿al pensar a uno, es necesario pensar al
otro? ¿Puede el lenguaje contener al ser? ¿Lo podemos condensar en nuestro pensamiento? ¿Y la nada?
¿Qué pasa con esa palabra que parece anular todo? ¿Si la nada es nada, acaso no
la desnaturalizamos para convertirla en un simple ente cuando la conceptualizamos?
¿Y dónde dejamos al infinito? ¿Podemos limitarlo a un concepto?
El hombre quiere
definirlo todo, se apega al ser, quiero ser exclama uno, yo soy, dice otro. Somos parte de nuestro
auto-concepto, siempre hemos creído que en el ser somos y que la nada nos
niega, por eso huimos instintivamente de
la nada, lo que le nombre o represente. Todos queremos ser algo o alguien,
desde la concepción del pensamiento básico, bajo ese ejercicio angosto de la
lógica del sentido común, al éxito lo confunden con ser o plenitud, y lo
contraponen al fracaso, con la nada, de ahí la frase eres nadie; pero en esa
metodología ser, presupone una distinción en un mundo distorsionado por los
intereses materiales, donde el consumo es su verdadera constante.
Para ser hay que tener,
algo que explica muy bien el filósofo y psicoanalista Erich Fromm en su libro
"Tener o Ser", para Fromm, son dos cosas muy diferentes, sin ninguna
relación. Tener pertenece al sentido común de la sociedad de masas, la sociedad
del rebaño la bautizó Nietzsche, y todo lo que ella comprende, en tanto que ser
es la unicidad del conocimiento en la trascendencia existencial.
Aunque no es moneda de
curso común andar por ahí preguntándose acerca del ser y la nada, y hoy muy
pocos se lo planteen como una necesidad relevante, hay quienes en toda su vida
ni siquiera se lo llegarán a preguntar, ¿Qué es el ser y que es la nada? y sí
ambos fuesen una aventura especulativa de nuestro pensamiento, o si lo del ser,
fuera un asunto como el de la piedra filosofal? ¿Por qué el ser y no la nada?
se preguntó Leibniz, filósofo y matemático alemán quien sostenía que dios es
voluntad de ser, conciencia creadora en relación con el mundo. La misma
pregunta se la formularía Heidegger doscientos años después.
En el mundo que vivimos
la nada vale lo que comporta, no lo que es como categoría filosófica, porque la
gente no anda por ahí con un manual de instrucciones filosóficas para decir la
nada es esto y no lo otro. En la sociedad global la nada es negación, vacío,
dejar de ser, muerte, inexistencia, lo que no es, desaparición, y ser es todo
lo contrario, es afirmación en el tener, lo que poseo soy, lo que llena el vacío de la existencia e
incluso es su motivación permanente, por eso el individuo de factura común, su
único anhelo es llenarse de posesiones,
con las que creen lograr adormecer, o encubrir el sentido de la nada que pueda
albergar su existencia, el miedo a no ser.
Tal vez el ser y la nada
no sean más que dos banalidades revestidas de trascendencia metafísica,
entonces, ¿por qué inquietarnos por el ser y la nada? Para decirlo
borgianamente qué sentido tiene preocuparnos por el infinito ayer que no
fuimos, y por el eterno mañana que no
seremos. Para Heidegger la nada es la que nos revela el sentido del ser.
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