domingo, 12 de abril de 2020


Kundera sin Nobel


Milan Kundera, escritor checo, ha sido uno de mis autores de culto, al igual que para miles de amantes de su buena literatura. Cuando era estudiante en la UCV, sus libros estaban en la lista de mis artículos de primera necesidad.

Era el tiempo que se publicaban en español –editorial Tusquest- sus libros uno tras otros e iban colmando las estanterías de las legendarias librerías de Sabana Grande que ya no existen. A Kundera lo llevaba en mi bolso para a leerlo contemplando el cielo azul de las eternidades, escuchando la música del viento en los árboles, acostado en medio de esa inmensa franja de grama que era la “tierra de nadie”, detrás del Aula Magna, donde leía con una plenitud pocas veces encontrada.

Dueño de una prosa exquisita, de un arte de la ironía llevado a tal punto hasta convertirlo en un valor de su estética narrativa, un sello personal. Con una limpidez sostenida en sus relatos poco común, la literatura de Kundera, ha logrado trascender el papel para convertirse en una visión del arte, de la vida, el cine, la filosofía, del hombre frente a cosas como el poder, la política, la burocracia comunista y la sociedad.

En 1986 era pasante de periodismo en la Cadena Capriles, con uno de mis primeros sueldos compré La Broma de Kundera, desde entonces he leído: La insoportable levedad del ser, El libro de la risa y el olvido, La Inmortalidad, La fiesta, El libro de los amores ridículos, La vida está en otra parte, La despedida, Los testamentos traicionados, El arte de la novela y en estos días de cuarentena La fiesta de la insignificancia.

Admirador de la obra de García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, Kundera ha tenido una valoración de lo cultural que va más allá de lo continental, hasta posarse en tierra latinoamericana y el Caribe, donde se ha relacionado con el mundo del arte.

Leer uno de los autores que forma parte del culto literario, es reencontrarnos con su obra y con esa parte nuestra que empezó a ver el mundo desde el horizonte de sus palabras que por siempre se quedaron con nosotros. A sus noventa años, Kundera es dueño de una obra universal, no le hace falta nada, como escritor lo ha transitado todo, aunque en torno a su literatura podamos hacernos una pregunta inquietante ¿por qué no se le ha otorgado el Premio Nobel?

Es una interrogante que tiene veinte años en el aire sin respuesta, la misma discriminación que acompañó como un estigma por décadas a Jorge Luis Borges y su obra, y por más de 15 años al escritor norteamericano Phillip Roth, y que también sufrieron los escritores Alejo Carpentier  de Cuba (candidateado en 1979), y el mexicano Alfonso Reyes (cinco veces nominado entre 1949 y 1959).

El Premio Nobel de Literatura, hace tiempo viene acusando aguas en su interior, la errática premiación de Bob Dyland fue la cúspide, incluso la episódica noticia de eventuales favores sexuales, han inundado los pasillos de la academia sueca, a la que siempre se ha señalado de involucrar el Premio con la repartición de cuotas políticas, si a esto sumamos la penetración de la ideología “progre”, en conjunto trazamos una respuesta: ni Milan Kundera, ni Phillip Roth, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Alfonso Reyes, en su momento, fueron políticamente correctos para recibir el galardón.

Por ejemplo en la década del 90, para los analistas del Nobel, hubo cuatro premiaciones que respondían a expectativas netamente literarias: 1990 del mexicano, Octavio Paz, en 1992 al poeta de la isla Santa Lucía Derek Walcott, y 1993 el de la escritora norteamericana Toni Morrinson; así en 1998 la conferida al alemán Gunter Grass y en 1999 al portugués José Saramago; las otras cinco son totalmente prescindibles para el mundo literario.

La puerta del nuevo milenio se inicia en el año 2000 con la premiación de Gao Xingjing, escritor y disidente chino, seguirá en el 2001 con V. S. Naipaul, de Trinidad, 2003 J.M. Coetzee de sudafrica y 2006 se lo entregan al turco Orhan Pamuk y cierra el 2010 con Mario Vargas Llosa, fueron cinco, las notables premiaciones de un total de 11 entregadas en ese período, las otras seis restantes respondieron a intereses de otro orden que involucran los cuotas geopolíticas entregadas por la Academia a escritores incluso mediocres.

La década del 2010-2020 fue quizás la más cuestionada para la organización Nobel, en la que para la crítica tuvo un solo acierto, el del año 2013 otorgado a Alice Munro. Después vino el derrape en el 2016 con Bod Dyland, un Premio Nobel del que nadie quiere acordarse y el cuestionado del año 2019, el del austriaco reaccionario y pronazi, Peter Handke.

Existe la propuesta de entregar el Nobel de Literatura cada cinco años, una manera de detener lo que se avizora como la decadencia de este premio. De su larga lista de premiados más del 50 por ciento son escritores olvidados que nadie edita, o nadie lee, son los perfectos desconocidos del presente.

En cambio otros que jamás lo recibieron y cuya literatura rebasa, línea por línea la de muchos de los premiados, no sólo está vigente, sino que constituyen modelos a seguir generación tras generación, como el caso de Milan Kundera, destinado a vivir en una tierra de nadie sin Premio Nobel.

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