lunes, 13 de abril de 2020


    La cuarentena y los otros


A veces el viaje interesa más que la llegada, quizá por eso el poeta Konstantino Kavafis en su poema Itaca nos dice, “pide que el camino sea largo”. ¿Podemos comparar la cuarentena con un viaje? ¿Un viaje al fondo de la caverna donde se anidan nuestras percepciones más profundas? Incluso algunas sorprendentes que tenemos en relación a los otros, como ver.en ellos el abismo que nos niega, como el coro de las bacantes cantando nuestra adversidad, clamando por nuestra liquidación.

Y es que un viaje, como una convivencia, también puede ser una odisea, y revelar en nosotros un Ulises –héroe de la Odisea de Homero-, que vive su propia hazaña en su viaje de regreso a casa, a él mismo.
La incertidumbre es como navegar a la deriva, donde hay que manejar el contrapeso y las maniobras de la embarcación. En una convivencia de estrechez obligada –¿cuantos habitantes anónimos no hay en una casa?-, con los otros se arman y desarman colisiones, se procuran y abandonan solidaridades, disimulamos aborrecimientos y sugerimos cercanías. Ambivalencias de las que paradójicamente el existencialismo asumirá uno de sus postulados, la presencia de los otros es lo que te impide ser.

En 1944 el filósofo existencialista Jean Paul Sartre, publicó una de sus más significativas obras de teatro: “A puerta cerrada”, centrada en la conflictividad de las relaciones con los otros, representada en tres personajes que han muerto y son condenados a vivir juntos en el infierno.

En una habitación cerrada estan confinados en una especie de cuarentena, cada uno ve en los otros el epicentro de sus adversidades, y ante lo que sólo tienen dos opciones, el odio o la alianza.

TRES ALMAS
En una habitación cerrada en el infierno están enclaustradas las tres almas: José Garcin, publicista y asesinado de doce balazos por cobarde y dos mujeres Inés Serrano, empleada de correos, muerta a causa de que su compañero le abrió la llave del gas. También está Estelle, la coqueta “fácil”, que murió a causa de una neumonía, pero que cometió el crimen de matar a su hijo.

Un mayordomo aparece, sale y cierra la puerta.
Estelle se interroga: “¿Por qué nos han reunido aquí? ¿Para qué?, los miro y pienso que vamos a continuar juntos”.
Garcin le responde: “Ninguno puede salvarse solo, tenemos que perder juntos o salir juntos del apuro.
"Estamos en familia…en la familia de asesinos, estamos en el infierno, en el infierno condenados", replica Ines.

A lo largo de la obra cada uno concientiza los crímenes que cometió. Inés interrumpe: "No tendremos tortura física, pero estamos en el infierno." El verdugo es cada uno de nosotros, cada uno carga con sus culpas y castigos.
Los tres personajes viven molestos entre sí, discuten siempre porque todo les resulta inútil, se dan cuenta de que no hay nada que hacer.

Garcín se impacienta, y comienza a llamar a la puerta para que le abran, y exclama:¡lo soportaré todo!
De repente la puerta se abre, pero Garcín no se va. Ninguno sale.
Inés se pregunta ¿qué o quién nos retiene?

Nada los detiene, necesitan de los otros, porque los otros son el infierno, y el infierno es el único lugar donde pueden estar. Cada uno acechando al otro, vigilándole, señalándole sus culpas, sus faltas, su inacción, es la manera de torturarse entre ellos, son víctimas y verdugos, el drama está vigente en cada habitación, cada casa donde estén confinados a convivir en cuarentena, los otros siempre seran el infierno del que no podenos prescindir.

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