sábado, 3 de enero de 2015


Y saltamos…. a la Era del Vacío

Desde hace poco más de dos décadas se viene hablando que el hombre inició una nueva Era. se trata de una nueva fase en la historia del individualismo occidental. Sus principales características son: 1. Elevación  del valor narcisista, se pasa de un individualismo limitado al individualismo total. 2. Prevalencia del aquí y el ahora. 3. Reina la indiferencia de masa, sentimiento de reiteración y estancamiento, autonomía privada, innovación superficial.4 Se enaltecen los valores hedonistas, respeto por las diferencias, culto a la liberación personal, al relajamiento, al humor y la sinceridad y el psicologismo.

En pleno inicio del siglo XXI, hay teóricos que aseguran que el hombre es un animal disociado, que vive en un estado permanente de alienación y que la cultura de consumo masificado y a la cosificación del ser humano, cada vez hace más ancha la brecha en razón y psicosis, producto de la conmoción de la sociedad, de las costumbres, del individuo contemporáneo de la era del consumo, la emergencia de un modo de socialización y de individualización inédito, que rompe con el instituido por la promesa racionalista de la ilustración en los siglos XVII y XVIII.
Aparece una nueva forma de control de los comportamientos, a la vez que una diversificación incomparable de los modos de vida, una impresión sistemática de la esfera privada, de las creencias y los roles, es decir, una nueva fase en la historia del individualismo occidental.


Este nuevo proceso de personalización remodeló en profundidad el conjunto de los sectores de la vida social, con una perspectiva de “lo nuevo”. Es una mutación sociológica global, una combinación sinérgica de organizaciones y significaciones, de acciones y valores. El proceso de personalización también corresponde a la fractura de la socialización disciplinaria, a una sociedad flexible basada en la información y estimulación de las necesidades, el sexo y la exaltación de los “factores humanos” en el culto a lo natural, cordialidad y sentido del humor.
El proceso de personalización implica una nueva forma de organizarse, de comportarse partiendo desde lo privado. Hay nuevos procedimientos que contienen nuevos fines, valores y legitimidades sociales: valores hedonistas, respeto por las diferencias, culto a la liberación personal, al relajamiento, al humor y la sinceridad, al psicologismo, la expresión libre, en síntesis un nuevo significado de autonomía.
La lógica individualista con “el derecho a la libertad” se instala en las costumbres y en lo cotidiano. El proceso de personalización surgió como el fin de la edad moderna y la unión de las esferas de la vida social; lo que nos permite hablar de una sociedad postmoderna.
En la sociedad postmoderna reina la indiferencia de masa, sentimiento de reiteración y estancamiento, autonomía privada, innovación superficial y el futuro no se considera o asimila; esta sociedad quiere vivir aquí y ahora. No tiene ídolo ni tabú, estamos regidos por el vacío, un vacío que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis. También puede notarse una nueva era de consumo que se extiende hasta la esfera de lo privado; el consumo de la propia existencia a través de la propagación de los mass media.
El futuro no tendrá que escoger entre las lógicas duales características de esta, gracias a la flexibilización en cuanto a las antonimias. La cultura postmoderna amplía el individualismo al diversificar las posibilidades de elección, anular puntos de referencia, destruir sentidos únicos y valores superiores; es una cultura despersonalizada o “hecha a medida”. Predomina en esta era el valor del “derecho de realizarse”.
Aparece el valor narcisista como consecuencia y manifestación del proceso de personalización, se pasa de un individualismo limitado al individualismo total. También se puede decir que es una era de “deslizamiento” donde no hay una base sólida ni un anclaje emocional estable; todo se desliza en una indiferencia relajada. 
El narcisismo es inseparable de un entusiasmo por relacionarse con el otro como lo demuestra el aumento de asociaciones como grupos de asistencia y ayuda mutua. El individualismo reside en conexiones colectivas de intereses miniaturalizados,  solidaridad de micro-grupo y redes situacionales. En el narcisismo colectivo nos juntamos por qué nos parecemos, por qué estamos sensibilizados por los mismos objetivos existenciales, con una necesidad de reagruparse con seres “idénticos”. El narcisismo encuentra su modelo en la psicologización de lo social.


La era postmoderna está obsesionada con la información y la expresión, donde todos podemos ser el locutor y ser oídos; La expresión gratuita, la prioridad del acto de comunicación sobre lo comunicado, la indiferencia por lo comunicado, la comunicación sin objetivo ni público, el emisor se ha convertido en el principal receptor. Hay una necesidad de expresarse en sí, aunque sea para si mismo, comunicar por comunicar, expresarse solo por el hecho de expresar, es decir, la lógica del vacío.
Narciso o la Estrategia del Vacío
Narciso es el símbolo de nuestro tiempo, se ha convertido en uno de los temas centrales de la cultura. El narcisismo aparece como un nuevo estadio del individuo, en el cual el se relaciona con él mismo y su cuerpo, hedonista y permisivo desprovisto de los últimos valores sociales y morales que coexistían. La propia esfera privada cambia de sentido, expuesta únicamente a los deseos cambiantes de los individuos.
Únicamente la esfera privada sale beneficiada con estos cambios gracias a los valores como cuidar la salud, preservar la situación material, desprenderse de los complejos, o esperar las vacaciones: vivir sin ideal, sin objetivo trascendente resulta posible. Nace el homo psicológicus, al acecho de su ser y bienestar. Se trata de vivir en el presente perdiendo el sentido de continuidad histórica. Vivimos para nosotros mismos, sin preocuparnos por tradiciones o posterioridad, es así como el sentido histórico se olvida de la misma manera que se olvidan los valores e instituciones sociales. 
Esta estrategia narcisista de “supervivencia” del individuo, se explica dado el clima de pesimismo y catástrofe inminente, tratando de preservar así la salud física y psicológica. Aparece entonces como síntoma social el narcisismo colectivo instalándose a nivel masivo una apatía frívola.
Nos acostumbramos a lo “peor” que consumimos diariamente en los mass media, que amenaza permanentemente y no ha conseguido la  conciencia social debido a la velocidad con la que se emiten los mensajes, impidiendo cualquier emoción o conciencia social duradera. El narcisismo surge de la huida generalizada de los valores y finalidades sociales, provocada por el proceso de personalización. Se concentra entonces la atención en el Yo funcionando por el placer, bienestar, desestandarización, promoción de individualismo puro liberado totalmente de los encuadres de masa y enfocado en la valoración generalizada del sujeto. 
Esto lleva como últimas consecuencias a la privatización sistemática de la edad del consumo.


El Zombi y el Psi
Simultáneamente a la revolución informática, las  sociedades posmodernas conocen una “revolución interior” por el  conocimiento y realización personal, la propagación de organismos  psi, técnicas de expresión y de comunicación y sensibilidad terapéutica. La terapia psi genera una figura de narcisismo identificado con el homo psicológicus que trabaja duramente para la liberación del Yo, para su gran destino de autonomía de independencia: renunciar al amor o “to love myself enough so that I do not need another to make me happy”.
 En ese dispositivo psi, ofrecer el cebo del deseo y la barrera de la represión es una provocación que desencadena una irresistible tendencia a la reconquista de la verdad del Yo. De este modo la  autoconciencia ha sustituido a la conciencia de clase; El narcisismo permite entonces el abandono de la esfera pública y por ello una adaptación funcional al aislamiento social. Para que el desierto social resulte viable, el Yo debe convertirse en la preocupación central.
Al igual que el espacio público se vacía emocionalmente por exceso de informaciones, de reclamos y animaciones, el Yo pierde sus referencias, su unidad, por exceso de atención: el Yo se ha convertido en un conjunto impreciso. Es a esa misma disolución de Yo a lo que apunta la nueva ética permisiva y hedonista. Las asociaciones libres, espontaneidad creativa, no-direccionalidad, nuestra cultura de la libre expresión, pero también nuestra ideología del bienestar estimulan lo temporal y contribuyen al desmenuzamiento del Yo; la era de la voluntad desaparece.
Las sociedades occidentales están pasando de un tipo de sociedad más o menos dirigida por otros a una sociedad dirigida desde el interior. La personalidad debe profundizar su diferencia, su singularidad: el  narcisismo representa esa liberación de la influencia del Otro y funciona fundamentalmente como agente de proceso de personalización.


Que el Yo se convierta en un espacio “flotante”, sin fijación ni referencia, una disponibilidad pura, adaptada a la aceleración de las combinaciones, a la fluidez de nuestros sistemas, esa es la función del narcisismo. El narcisismo hace posible la asimilación de los modelos de comportamientos, nace una formación permanente y un impulso hacia la igualdad o similitud.
El Cuerpo Reciclado
La representación social del cuerpo ha sufrido una mutación, y la llegada de ese nuevo imaginario social del cuerpo produce el narcisismo. El cuerpo ha perdido su estado de materialidad muda en beneficio de su identificación con el ser-sujeto, con la persona.

El miedo moderno a envejecer y morir es parte del neo-narcisismo: el desinterés por las generaciones futuras intensifica la angustia de la muerte. Es el proceso de personalización que al evacuar cualquier posición trascendente genera una existencia puramente actual. El individuo pasa a enfrentar a su condición mortal sin ningún apoyo trascendente.
En cuanto a la personalización del cuerpo, el permanecer joven y no envejecer es el mismo absoluto de reciclaje. El cuerpo psicológico ha sustituido al cuerpo objetivo, para el narcisismo se trata de hacer existir el cuerpo por sí mismo, estimular su autorreflexividad, reconquistar la interioridad del cuerpo. Estamos inmersos en una cultura de la personalidad a condición de precisar que el propio cuerpo se convierte en sujeto y debe situarse en la órbita de la liberación.
Simultáneamente a una función de personalización, el narcisismo cumple una misión de normalización del cuerpo: el interés febril que tenemos por el cuerpo no es “libre” ya que obedece a imperativos sociales como la línea y la forma. El cuerpo se convierte en un espacio flotante que queda en manos de la movilidad social.


Un Teatro Discreto
La condena moral de la impersonalidad, se inicia en el reino de la personalidad, la cultura psicomórfica y la obsesión moderna del Yo en su deseo de revelar su ser verdadero o auténtico. Cuanto más se liberan los individuos de códigos y costumbres en busca de una verdad personal, al mismo tiempo sus relaciones se convierten cada vez más fratricidas y  asociales. 
El intimismo se convierte en sinónimo de incivil.
La disolución de los roles públicos y la compulsión de autenticidad han engendrado una forma de incivismo que se manifiesta, por una parte, en el rechazo de las relaciones anónimas con los “desconocidos” en la ciudad y el confortable intimismo, y por otra, en la disminución del sentimiento de pertenencia a un grupo y correlativamente la acentuación de los fenómenos de exclusión.
Las convenciones rígidas que marcaban las conductas han sido arrastradas por el proceso de personalización que tiende a la desreglamentación y la flexibilización, aspirando a una mayor autenticidad y libertad en sus relaciones.
La autenticidad pasa a ser considerado un valor social, con signos como manifestaciones demasiado exuberantes, discursos demasiado teatrales que no producen el efecto de sinceridad. Se ha llegado a la necesidad de expresarse sin reservas “libremente”, pero siempre dentro de un marco preestablecido. La discreción se presenta como la forma moderna de la dignidad. El narcisismo se define por el encierro sobre sí mismo, o sea la “discreción”, signo e instrumento del “self-control”.






¿Apocalipsis Now?
Cuanto más tolerante es la imagen que la sociedad a de sí misma, más se intensifica y generaliza el conflicto pasando de la guerra de clases a la guerra de todos contra todos. El “éxito” pasa a tener un significado psicológico: la búsqueda de la riqueza no tiene más objeto que excitar la admiración o la envidia. Las relaciones humanas, públicas y privadas se han convertido en relaciones de dominio, relaciones conflictivas basadas en la seducción fría y la intimidación.
El estado de la naturaleza se encuentra al final de la Historia: la burocracia, la propagación de las imágenes, las ideologías terapéuticas, el culto al consumo, las transformaciones de la familia, la educación permisiva han engendrado una estructura de la personalidad, el narcisismo, juntamente con unas relaciones humanas cada vez más crueles y conflictivas. Solo aparentemente los individuos se vuelven más sociables y más cooperativos; detrás de la pantalla del hedonismo y de la solicitud, cada uno explota cínicamente los sentimientos de los otros y busca su propio interés sin la menor preocupación por las generaciones futuras. Las redes del amor propio y del deseo de reconocimiento son las responsables de este estado de guerra.
Hay una profunda revolución silenciosa de la relación interpersonal, lo que importa ahora es ser uno mismo absolutamente, y el Otro pasa a ser indiferente; Solo queda entonces la voluntad de realizarse aparte e integrarse en círculos cálidos de convivencia. 
No existe tal guerra de sexos, sino el fin del mundo del sexo y sus oposiciones codificadas. La seducción femenina, misteriosa o histérica, deja paso a una auto-seducción narcisista que hombres y mujeres comparten por un igual, seducción fundamentalmente transexual. El feminismo pasó a ser una máquina de eliminando el estándar del sexo.

Veinticuatro mil Watios
Las transformaciones dentro de la familia, una “ausencia” del padre y dependencia de la madre llevan al niño a imaginar a la madre castradora del padre, y son esas condiciones las que alimentan el sueño de reemplazar al padre.
El Super-Yo se presenta como una celebridad, de éxito que, de no realizarse, desencadenan una crítica implacable contra el Yo. De este modo se explica la fascinación ejercida por los individuos célebres, estimulados por los mass media que intensifican los sueños narcisistas de celebridad y de gloria, animan al hombre de la calle a identificarse con las estrellas, a odiar el borreguismo y le hace aceptar cada vez con mas dificultad la insignificancia de la existencia cotidiana. El narcisismo se nutre antes del odio del Yo que de su admiración.
A través del exceso de imágenes se realiza la personalización: la humanización viene con la inflación creciente de la moda. Así cada vez hay mas estrellas y menos inversión emocional en ellas, se genera una indiferencia hacia los ídolos, hecha de entusiasmo pasajero y de abandono instantáneo. 
Hoy día no cuenta tanto la devoción por el Otro como la realización y transformación de uno mismo, cada uno con sus lenguajes y en sus grados diversos, los movimientos ecológicos, el feminismo, la cultura psi, la educación cool de los niños, la moda “práctica”, el trabajo intermitente o el tiempo flexible.
El principio de realidad queda sustituido por el principio de transparencia que transforma lo real en un lugar de tránsito, donde el desplazamiento es clave: la personalización es una puesta en circulación. El espacio público se ha convertido en un derivado del movimiento.

El Vacío
 Los desórdenes de tipo narcisista constituyen la mayor parte de los trastornos psíquicos tratados por los terapeutas, mientras que las neurosis clásicas ya no representan la forma predominante de los síntomas. Los trastornos narcisistas se presentan como trastornos de carácter derivados de un malestar difuso, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad para sentir las cosas y los seres.
Los individuos aspiran más a un desapego emocional, debido a la inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales. El miedo a la decepción, el miedo a las pasiones descontroladas nos llevan a una huida ante el sentimiento; Levantar las barreras contra las emociones y dejar de lado las intensidades afectivas, es el fin de la cultura sentimental, el fin del “happy ending”.
El sentimentalismo ha sufrido el mismo destino que la muerte, resulta incómodo exhibir las pasiones, declarar ardientemente el amor, llorar, manifestar con demasiado énfasis los impulsos emocionales. Como en el caso de la muerte, el sentimentalismo resulta incómodo, se trata de permanecer digno o discreto. Nuestra época queda caracterizada entonces por la huida ante los  signos de sentimentalidad.
Cuanto más libres, las relaciones se vuelven emancipadas de las viejas sujeciones, más rara es la posibilidad de encontrar una relación intensa. En todas partes encontramos la soledad, el vacío, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí, de ahí la huida hacia delante en las experiencias que no hace más que traducir esa búsqueda de una experiencia emocional.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.