¿País o barbarie?
(D.G)
Al país no le bastará con derrotar el totalitarismo chavista
en las próximas elecciones. Además del consabido plan de emergencia económica y
de seguridad que deberá implementarse el gran reto es la educación.
No sólo para distanciarnos de un modelo educativo perverso,
instaurado básicamente en una manera y estilo de hacer las cosas que en una
direccionalidad dada por un manual, aquí el manual ha sido lo chuzma, la
chabacanería –como acepción de una barbarie ignara-, que ha derivado en una
total desocialización del venezolano, a través de un modelo político cuyo
objetivo ha sido la deconstrucción social de la nación, y convertirnos en una
masa de bípedos manejada al ritmo de consignas de guerras que jamás han
existido, de revoluciones alucinatorias que nunca se han realizado, y como
carne de expiación de las culpas derivadas de una incapacidad gerencial inédita
en la historia; siendo Venezuela un país inmensamente rico, la miseria parece
ya estar tocando la puerta.
El chavismo ha sabido –propio de los regímenes totalitarios-
apoyar sus erráticas políticas en los medios de comunicación, detentando una
fuerza de penetración nunca vista: despliegue de propaganda, estetización de la
política, apelando a lo más genuino de la industria cultural, con el único fin
de manipular a una masa condicionada para que les permita su permanencia en el
poder.
Víctor Hugo en Los Miserables, señala que hay almas que
siempre están de rodillas, aunque el cuerpo permanezca de pie; una metáfora que
bien pudiera responder a la condición más relevante que un estamento de la
población compuesto por analfabetas funcionales, quienes reciben dádivas a
cambio de fidelidad política. Como vemos en esta hoguera de las vanidades
boliburguesas nada es real, sólo hay genuflexión y limosna para el Juan Bimba
de siempre, para los pata en el suelo.
La futura educación venezolana deberá ser capaz de promover
la emancipación individual y erradicar al hombre interpretado que parece, es el nuevo hombre
socialista que soñaba Chávez, quien no sólo es un ser obediente, es el hombre
interpretado del que hablaba Martín Heidegger, el de la vida falsa, porque otro
u otros piensan y deciden por él.
El régimen, ha inoculado en él odios que no le pertenecen ,
apegos que le son desconocidos y descontextualizados, tanto en lo geográfico como
lo histórico, formas de imponer qué pensar, qué querer, qué desear que ni
siquiera responden al ejercicio democrático de librepensamiento, pero si más
bien a un modelo estalinista-caribeño como el cubano, del que ya tenemos
noticias de su fracaso.
El chavismo con sus promesas delirantes de nación potencia,
atiborrado de discursos alucinatorios logró que un grueso de la población
popular desvalida y escaza educacionalmente le cediera su toma de decisiones,
es así como los estadios marginales del país se impone el mundo administrado
por las valoraciones del régimen, es un mundo sometido a la esperanza y al
milagro, donde todos esperan algo, un proceso de cosificación del individuo
ante un objetivo que sabemos inocuo, inexistente. Mientras al resto de la población
es neutralizada a través de estrategias de deposesión, desocialización y
deconstrucción de su entorno, generando en ella la parálisis del miedo.
En Venezuela unos esquemas de modernidad violentamente
yuxtapuestos con el advenimiento de la bonanza petrolera, en vez de guiarnos a
un horizonte de progreso y realización social, nos llevó al relato sombrío de
un mundo que lo vemos marchar en reversa mientras su conductor incapaz de ver
hacia adelante, acelera con la mirada fija en el retrovisor.
A la gente le gusta soñar, incluso despiertos, quién o qué
despertará a esta masa de su sueño insomne? Ya convertido en pesadilla, un
sueño transformado en borrasca, pero que muchos no quieren aceptar: porque no
quieren. Pareciera que su lema es, importante es soñar, aunque sea maltrecho, o
es que estamos topando con estamento social condicionado a ser vulnerable a la
mentira? Pero podemos lanzar otra pregunta mucho más desesperanzadora:
¿despertarán alguna vez? Eso lo sabremos el 6D y los días subsecuentes: Si el país
sigue en regresión hacia la barbarie o recupera el control de su devenir
histórico.
Debemos restaurar el sentido de lo justo, y eso debe empezar
por nosotros mismos, y eso sólo es posible a través del conocimiento para
comprender, saber dilucidar y tener la libertad de elegir. Muchos podrán
preguntarse ¿cómo puedo ser justo en un mundo lleno de injusticias? Donde el
vicio, la corrupción el delito prosperan, donde muchas veces ser virtuoso moral
lo que nos trae es desgracias. Sabemos que eso es así, pero algo debemos hacer
para restaurar el mundo que queremos, empecemos por no aceptar lo que está mal.
Cada quien empiece a hacer lo suyo, en la medida de lo
posible, empecemos por señalar lo errático, lo torcido, escribir libremente. En
lo personal, hace años rompí con las logias inútiles, ni siquiera las
frecuento, escribo lo que quiero y cuando quiero, no me interesa relacionarme
con esa gente. Siempre me he negado a ser un hombre interpretado, me siento más
cercano al Hombre Rebelde de Albert Camus, rebelde no por comunista, sino por
inconforme.
El ejercicio de la plena libertad es conducirte con civismo,
pero sin tener que rendirle cuentas a nadie. A estas alturas de mi vida me
niego a que un Cabello o un Maduro –a quienes además no les tengo ningún respeto
intelectual- pretendan “interpretar” política y socialmente mi vida, decidiendo
por mí en qué tipo de sociedad y con qué valores debo vivir.
No tener la vida reservada a ningún grupo, no depender de
nada, ni nadie, tener las convicciones de tus propias ideas, sin que nadie te
exija el pseudo sacrificio político por algo –repito- que no existe.
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