domingo, 22 de marzo de 2020


D. H Lawrence: lo erótico



La literatura erótica despierta en el Siglo XX con D. H. Lawrence, su libro “El amante de lady Chatterley”, estuvo sujeto a la controversia y llevado a juicio, antes de salir a la venta.

Rechazado por varias editoriales, al final luego de suprimir partes ardientes del relato, que generaban un éxtasis jamás encontrado en otro texto, la novela terminó siendo editada con un cuerpo mutilado –la mecanógrafa encargada de transcribir el original para su impresión renunció al llegar al capítulo seis por las sacudidas sexuales que su lectura generaba en su cuerpo-, hasta la década de los 60, época de la liberación sexual se permitió que la obra se reimprimiera con el contenido original de cada una de sus partes.

En la Venezuela de mediados de los años 70, las librerías exigían ser mayor de edad a quien solicitara comprar “El amante de Lady Chatterley”,  por lo que los estudiantes de Letras de la Universidad, si eran menores de edad, y que por razones catedráticas estaban obligados a leer la obra de Lawrence, debían  adquirirlo con su representante y éste obligado a firmar un libro donde certificaba que sería usado con fines académicos.

Nadie como Lawrence se había asomado antes en la literatura con un ejercicio tan transgresor en el lenguaje ante lo erótico, y al mismo tiempo con tal nivel de matiz y sutileza, abundando lo sensual y con ello derribando los últimos muros de la recata sociedad victoriana y su influencia en el mundo.

Como un amplificador de cada gesto, cada caricia de ese diletante  mundo erótico que invade y perdura en la conciencia más allá de los sentidos, incluso más allá del acto amoroso, y abraza como la corriente de un río a la piedra sumergida en sus aguas al otro cuerpo: “a cada momento, en cada instante, ella sentía que cedería completamente y se hundiría disuelta: se aproximaba el punto de fusión en que se desharía de la perfecta inconsciencia de sus pies.

Pero él la llevaba por la sala bailando  y parecía sostener todo su cuerpo con sus  miembros, con su propio cuerpo, y su calidez parecía penetrar en ella, más cerca, hasta fusionarse en su interior y convertirla en líquido para él, como una intoxicación. (La Media Blanca / D.H Lawrence-1914)

La sexualidad es el cumplimiento del deseo alimentado por la pasión, y un dejar de ser en esa brevedad que salimos de nosotros mismos para reencontrarnos en el cuerpo del otro. Lo erótico es el viaje de la mente saltando las prohibiciones, colocando al ojo donde jamás debería mirar, es la seducción del otro en uno mismo, lo imaginable, lo fascinante.

Sade que inauguró una especie de erotismo negativo postuló en su utopía que una sociedad con plena libertad sexual, debía abolirse la pena de muerte, pero no el asesinato sexual, porque el sexo responde a nuestro instinto animal, responde a alcanzar el objeto del desahogo, incluso hasta si llegásemos al frenético arrebato, deshacernos de él exterminándolo, cómo única manera de que nos revierta el placer concedido.

El erotismo es otra cosa, es transgresión del pensamiento, jugar en la mente con lo prohibido, abolir la represión en cada fantasía. Fourier sentenció, estamos condenados simultáneamente a inventar reglas que definan lo normal en materia sexual –y a transgredirlas desde lo erótico, que es donde se hace cumbre la novelística de D. H. Lawrence.

Imaginación y deseo erótico están más allá de la carne esencial, del instinto, porque no es un cuerpo cualquiera lo que persigue el erotismo, a diferencia del instinto animal, no. Es un cuerpo que encarne las posibilidades de su imaginación erótica.

Douglas Gonzalez


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