domingo, 22 de marzo de 2020

              
                       La carrera sin final


Toda literatura engendra una visión cosmogónica  única, su forma de amalgamar su representación del mundo, el discurrir de la existencia de sus seres, el mapa perceptivo de sus geografías. Cada literatura aunque se enarbola con las mismas palabras, lleva un sello, una caracterización genuina, y un tono irrepetible.

DE LAWRENCE A DYLAN
Es el caso de los narraciones cortas de los escritores ingleses Dylan Thomas “Relatos completos”, (Random House-483páginas), y D.H Lawrence, “Tú me acariciaste y otros cuentos” de D. H. Lawrence (Random House-698 páginas) –con los que consumí el calendario de estos días decembrinos-, la geografía y las vidas humanas junto al accionar de sus conciencias se entrecruzan y yuxtaponen de forma vehemente.

Es la sensación que queda tras leer los dos tomos de cuentos de forma intercalada, de ambos  escritores, donde apuntan y perfilan un verdadero atlas humano, sobre el que despliegan una especie de supra-conciencia de lo terrenal, en donde los paisajes descritos parecieran verdaderas manifestaciones del  “topus uranus” de las emociones.
Cada hombre cohabita con los mundos a los que les permite acceder su estado de conciencia. Los mapas de la densa geografía que demarcan continentes, montañas, mares, desiertos, llanuras, con sus depresiones y accidentes de terreno, en manos de un escritor son como las zonas confiscadas y transitorias del yo debatiéndose sobre que figuración del ego va a asumir.

LOS CUENTOS
En los cuentos de Lawrence encontramos al escritor que va al encuentro de su literatura, pero que aún no se atreve a colocar su piedra fundacional, eso lo hará años más tarde. Mientras que Thomas actúa como un conquistador del lenguaje, su grito es: la literatura toda me pertenece, siguiendo lo cifrado de su espíritu  bohemio hizo del alcohol el mar en la travesía de sus navegaciones poéticas. Lawrence parte de la imagen del escritor clásico, culto, inteligente, sensible y certero. Thomas la del artista enaltecido desde temprana edad, con su “halo” de outsider, poeta incomprendido e irreverente, un delirio que si  bien le confirió el aura de ser un divo de las letras, también alentó su propia destrucción.

FIGURACIONES
En Lawrence, hay un constante cambio en la línea descriptiva, pero nunca de ritmo, involucra al paisaje y los hombres como una suave melodía, que somete a la geográfico a un matiz y a una comprensión que va más allá de lo racional, y así, comprendida y descifrada, la hace cercana a la vida humana, a veces limitándola sin guardar despojos,  otras, dejándola que manifieste, que emane su propia esencia, a manera de preservar la violencia intrínseca de lo natural. Aunque detrás de cada línea siempre nos deje como un telón de fondo, un espacio silenciado, donde sólo hay lugar para las intuiciones.

El Lawrence de estas narraciones no sorprende, sus relatos parecieran navegar en un ligero barco de papel sobre un  ligero riachuelo, llano y cristalino. Siendo sus primeras narraciones, no guardan ninguna relación con el Lawrence que escribió “El Amante de  Lady Chatterley”, la novela que trajo a la literatura, el sexo, el orgasmo y las variadas formas del éxtasis sexual, no como una propuesta pornográfica, sino como una manera de contraponer el imperio de los sentidos, la profunda naturaleza erótica del hombre frente a un mundo mecanizado y deshumanizante, posterior al de la I Guerra Mundial.

SUEÑOS Y DELIRIO
Pese a que escribió estas historias en su etapa inicial del escritor que explora su propia literatura, en éstas ya se evidencia un alto vuelo literario, impecable lenguaje, y una precisa capacidad de desnudar la sociedad de la época, y su gravitación destructora hacia todo lo que representa la naturaleza esencial del hombre, su ser. Lawrence se crece en lo que será uno de sus sellos, el de un diestro y sempiterno jugador con el lenguaje, capaz de llevarlo a cualquier dimensión narrativa.

CONDICION HUMANA
Hay una extensa filosofía de la condición humana en la narrativa de Lawrence, “El sol está en el centro  del cielo, como el corazón en el centro del ser. El sol es en sí mismo la inteligencia cósmica, así como el corazón es en el ser la sede de la facultad emocional”.

“Él estaba muerto y la carne viva de ella no tenía lugar contra él”.
“No se puede hacer sucia en los actos y espiritual en el ser”.
Por encima de cualquier consideración, Lawrence nos legó en estos cuentos una obra en la que  apuesta al hombre y a su ser. Lawrence, descrito a menudo como un hombre un tanto taciturno, tendiente a la melancolía, murió de tuberculosis, faltándole el aire de la existencia, ese que tanto defendió en su obra.

NATURALEZA POETICA
Dylan Thomas es un poeta que jugó brillantemente con la prosa. Escribió cuentos memorables llenos de una poesía capaz de elevar al paroxismo a cualquier lector. Hay un eco gótico en muchas de sus escenas descritas que parecer haber sido hechas con el mismo material con que se construye la noche, descripciones e imágenes que transcurren en lo sombrío. Textos que despiertan lo emocional, la fe o su ocaso, tejidos desde lo visceral, tal como lo reclama su palabra de empeñado poeta maldito.

Los textos de Thomas, son un carrusel donde giran las pasiones humanas y sus bajos instintos, también la soledad, y la tensión humana de no ser comprendido. Son un paisaje apocalíptico entretejido en las nubes a cielo abierto, con el que nos evoca un tono profético al estilo bíblico. En momentos nos presenta escenas y personajes que parecen escapados del fondo del averno, o de espacios donde queda excluida la existencia de cualquier dios.

EL CIELO ENTRE LAS MANOS
En un cuento de Dylan Thomas el señor Humphries, el señor Roberts y el joven señor Peterson pueden ir camino a la taberna del pueblo e ir dándole la mano a las nubes, o inclinarse sobre redes del crepúsculo. Así escribió Thomas sus cuentos, manifestando su evidencia poética entre líneas. El caudal que se desata tras la lectura de Dylan Thomas se resume en una palabra abisal y portentosa: alucinación.

La escritura le permitió exhibir los laberintos terribles que ocupaban el espacio de su alma derrotada, y el desnudo altar de piedra frente al mar en que cada noche derramaba su propia sangre por la vida inmunda e infeliz que le toco vivir, a la que puso fin, según la leyenda, a los 39 años, una medianoche aciaga del año 1953, en un bar de la ciudad de New York, tras declamar su insaciable poesía y tomarse dieciocho whiskeys seguidos.

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